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María Albizu en el centro, junto a su hija Mari Carmen y el marido de esta Carmelo. /MIKELARENA
María Albizu a sus 100 años vive «como una reina»
GAZTELU

María Albizu a sus 100 años vive «como una reina»

El pueblo de Gaztelu celebró junto a María Albizu y toda su familia un cumpleaños muy especial. María nació hace cien años y disfruta de una magnífica salud

M. MIKELARENA DV.

Sábado, 17 de enero 2009, 04:18

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Alegre, con buena conversación y muy, muy contenta, se encontraba ayer María Albizu. Alegría que contagia después de estar un buen rato conversando con ella y contenta, porque el pueblo de Gaztelu le ha demostrado que: «Me quiere un poco». Y es que María Albizu cumplió esta semana, el miércoles, 100 años y sus vecinos quisieron que una fecha tan destacada no pasara desapercibida. Por este motivo, prepararon unas cuantas sorpresas a la centenaria.

Desde primera hora de la mañana María Albizu recibió numerosas llamadas felicitandole por sus cien años, pero las muestras de cariño de sus vecinos comenzaron al mediodía. Primero le visitaron el alcalde y concejales de Gaztelu que le regalaron diversos objetos como un libro con su imagen, tampoco faltaron las flores que llegaron desde la institución foral, pero el acto más emotivo del día llegó por la noche. Horas antes, por la tarde, los curas Iñaki y Patxi oficiaron en honor de María una misa en la parroquia de Gaztelu, donde Luis Aranalde se encargó de tocar el órgano. Misa muy emotiva ya que todos, o casi todos los vecinos de Gaztelu se sumaron a la gran familia de María y en la que la nieta Arantxa hizo un magnífico resumen de lo que fue la vida de la centenaria.

Después, llegó la cena que los gazteluarras quisieron celebrar con motivo del cumpleaños de Albizu. La sociedad se llenó de vecinos, familiares y amigos de María que le ofrecieron diversos regalos y en la que no faltó el canto tradicional . María estaba encantada con el cariño recibido y muy agradecida por todo lo que habían hecho sus vecinos por ella.

Gratos recuerdos

María llegó a Gaztelu siendo una joven con mucha ilusión. Se casó con el gazteluarra Jesús Gustiz, con el que tuvo cinco hijos: Santi, Juani, Patxi, Mari Carmen y Jesús, en el caserío Erteka. Fueron años difíciles en los que la guerra les privó de muchas cosas básicas para poder sacar adelante su familia. María recuerda cómo «traíamos harina por la noche desde Areso. Cerraron el molino de Gaztelu y si queríamos hacer pan, teníamos que ir a Navarra, hacer unos 16 kilómetros a pie hasta Areso, para volver cargados con un saco a la espalda o con el burro, a oscuras hiciera el tiempo que hiciera». Años duros que despertaron el ingenio de esta mujer que veía cómo sus hijos no podían tener regalos el día de Reyes. María no quiso privar de esa ilusión a sus hijos y todos los años les hacía colocar sus zapatos «y siempre había algo para ellos. Bajaba a Tolosa y les compraba unos dulces, mazapanes. Venían metidos en unas cajas de lata. Les encantaban».

María todavía recordaba la cara de alegría que ponían sus hijos al abrirlas y degustarlas después. Un año, cuenta la vecina de Gaztelu, «nevó mucho y no pude bajar a Tolosa a comprar. Estaba preocupada porque no quería dejarles sin nada, pero no había manera de ir a Tolosa. Se me ocurrió pintar unos huevos que tenía en casa y a cada uno les puse en su zapato, uno. Primero los decoré y pinté y cuando los vieron les hizo gran ilusión». Tampoco olvida Albizu cómo para vestir a sus hijos en aquellos duros años, «tintaba las sábanas y como sabía coser un poco me las apañaba para hacerles yo misma la ropa».

Trabajar duro

Recuerdos que María relata como si se tratara de historias de hace muchos años, pero que tampoco están tan lejanos. «Lo que pasa es que en poco tiempo las cosas han cambiado mucho», comenta Albizu. Asegura que para poder sacar adelante a su familia, María contó con el sueldo que su marido Jesús traía de la cantera de Gaztelu, pero ella fue una mujer emprendedora. Durante muchos años tuvo el bar del pueblo y ella misma cocinaba, atendía y servía a sus clientes. Además de bar era tienda de ultramarinos en la que no faltaba de nada y María se las apañaba para que hubiera todo tipo de productos, desde droguería, alimentos, zapatos,. de todo. Además, durante años el único teléfono que existía en Gaztelu estuvo en el bar y ella o sus hijos eran los encargados de llevar los avisos que recibían a los caseríos del pueblo. Entre las anécdotas que María guarda en su memoria ayer relataba que «solía venir un hombre a comer y siempre pedía pollo. Bajaba al corral y yo misma lo mataba, lo desplumaba y lo preparaba para que se lo comiera». Entre risas recuerda que «una vez les preparé pollos de caserío y comprados en Tolosa. No se dieron cuenta mientras se los comían, después se lo dije y se quedaron muy sorprendidos».

María reconoce que tuvo que trabajar duro pero, ahora «vivo como una reina. Ahora no tengo que trabajar y me tratan muy bien». Incluso, sus hijas que residen en Donostia le propusieron ir a vivir a la capital. «A los 80 años me fui a vivir a Donostia. Pasaba los inviernos allí y el resto del año en Gaztelu. «Iba a pasear todos los días y luego también al club de jubilados, pero mejor que Gaztelu no estoy en ningún sitio y volví. Ahora estoy en mi 'txoko' mis hijos, nietos y bisnietos me visitan a menudo y una mujer me atiende todos los días. No me puedo quejar».

Tres de sus cinco hijos de María Albizu viven en la capital guipuzcoana, otros dos en Legazpi. Sus nueve nietos residen en Zarautz, Hernani, Legazpi, Donostia, Gasteiz con sus otros tantosbisnietos. Todos ellos estuvieron presentes en la fiesta homenaje que organizaron en Gaztelu. Ahora, a sus cien años, le pide a la vida «poder vivir en paz y un poco de ».

Aunque verla toda arreglada para salir guapa en la foto, con su permanente «fui a la peluquería la víspera de mi cumpleaños para estar guapa. Total, para que quiero la ropa. No se estropea y para tenerla en el armario, me la pongo». y está guapa, guapa y elegante. Lo que más le gusta, arreglarse a la mañana, pasear y tener conversación con sus seres queridos que no se olvidan de llamar a diario y ella atiende encantada. El resto del día lo dedica a oir la radio y ver la televisión. «Las telenovelas me encantan», reconoce, mientras escucharla y verla con tanta vitalidad provoca envidia, sana, pero envidia. Cualquiera firmaría por disfrutar de la salud y buena memoria de María, pero la naturaleza dota de esas virtudes a unos pocos y entre ellos, la agraciada ha sido María Albizu. Reconoce ser una afortunada mientras no deja de sonreir.

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