Ainhoa Arteta termina la obra chapoteando en la piscina del escenario. :: FERNANDO GÓMEZ
CRÍTICA DE ÓPERA

Feliz recuperación

EMECÉ

Lunes, 11 de abril 2011, 05:08

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En las 59 temporadas líricas de la Abao, ha sido la segunda vez que ha subido a escena esta sublime pieza lírica de Chaikovski. Estamos ante la feliz recuperación de una composición rotunda en la que el músico aprovecha toda la esencia dramática de la obra literaria, exprimiendo las emociones de los principales protagonistas y, a la vez, hace gala de la riqueza de su capacidad compositiva con momentos de suprema belleza para el canto, tanto coral como para las voces solistas y foso instrumental. La producción puede reputarse como vistosa, incluso como sorprendente por los efectos utilizados, si bien el tener más de 35 minutos a Tatiana subida a una cama para escribir su famosa carta, o las sombras que figuran en el tapiz verde del billar, no dice mucho acerca de los detalles de la rectoría de Znaniecki.

En el terreno musical es justo destacar la muy cualificada labor de maestro concertante de Miguel Ángel Gómez Martínez que, no solo llevó a la Sinfónica de Szeged por senderos de equilibrio y de sutileza en matices dinámicos, sino que dejó cantar a los interpretes sin forzar el torrente sonoro que mana del foso. En el Teatro Real se siguen negando el pan y la sal a esta gran batuta. En en ámbito de las voces, el protagonista principal, el barítono texano Hendrichs, no estuvo a la altura que su personaje de Onegin requiere, ni en modulación, casi siempre plano, ni en fuerza dramática, ni en la anchura de voz necesaria. Cumplió y punto.

La tolosarra Ainhoa Arteta tuvo un velada lucida que el público agradeció con «¡bravos1» y aplausos. En su famosa aria de la carta fue notoriamente 'increscendo' para regalar un final perfecto tanto por la rotundidad expresiva como por la entrega de una generosa emisión limpia y poderosa. En el dúo final, realmente hermoso, se comió al barítono en todos los terrenos, dejando constancia de que su forma de cantar, desde un total dominio de un registro central, está en un momento óptimo. Impactante el tenor jerezano Ismael Jordi que ofreció un Lensky preciosista y bello de timbre. Ejemplar el coro en todas sus intervenciones. El resto del elenco artístico estuvo a la altura de las exigencias de esta gran obra.

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