MÚSICA

El piano se hizo dueño de Andoain

Casi 4.000 personas han disfrutado del Piano Jaialdia, celebrado este fin de semana en Bastero

MARÍA JOSÉ CANO

Lunes, 21 de febrero 2011, 09:52

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Escaparates con motivos pianísticos, menús especiales en los restaurantes y una marea amarilla de jóvenes han transformado radicalmente durante este fin de semana la imagen de Andoain. El Piano Jaialdia, que se ha celebrado por sexto año consecutivo, ha vuelto a triunfar con una fórmula basada en el voluntariado y la motivación.

Las seis profesoras de piano guipuzcoanas que forman la asociación Seiasle, que por verdadero amor al arte crearon y trabajan en el festival, se mostraban ayer tremendamente satisfechas. «No podemos crecer más. Este año hemos contado con 870 alumnos y es nuestro tope. En la edición anterior ya se quedó gente fuera y esta vez, de nuevo, no han podido participar cerca de cincuenta jóvenes».

Motivación como premio

La razón de éxito del Piano Jaialdia, que se ha convertido en un referente en el mundo musical vasco y especialmente en el guipuzcoano, es su planteamiento, alejado de la rivalidad que exigen los concursos. Sólo por el hecho de participar, todos los chavales reciben un diploma y una medalla, aunque eso sí, ésta puede ser de oro, plata o bronce, dependiendo de la calidad de su intervención.

Para Arantxa Rodríguez, profesora de Doinua Musika Eskola de Legazpi, esa es una de las razones por las que no se pierde esta cita anual. «Desde que empezó, he traído alumnos. Lo he hecho porque pienso que el piano es muy solitario y los estudiantes no tienen muchas oportunidades de tocar ante los compañeros. Este festival les permite escuchar a otros. Además, a los niños y a sus padres les hace mucha ilusión venir y tener su momento de gloria». La profesora de Legazpi, junto con otra compañera del mismo centro, ha presentado este año a quince alumnos, pero en otras ocasiones ha acudido a Andoain con más. «Lo más complicado es mantener el interés en los chavales cuando se acercan a la adolescencia. En esas edades es más difícil que quieran participar».

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Un centenar de voluntarios

Los pañuelos amarillos han sido este año la seña de identidad del festival. Todos los chavales recibían uno al llegar a Bastero, pero los organizadores, el jurado y los voluntarios también se han identificado con esta prenda. La labor realizada por los voluntarios ha sido, una vez más, la principal causante del buen funcionamiento del Jaialdi. «Son unas cien personas, sin las que no podríamos llevar a cabo este trabajo», destaca Arantza Alberdi. «Los voluntarios asumen distintas funciones. Están en la entrada de Bastero, donde hay una mesa de información y dos de recepción, -una para cada sala, auditorio y salón de actos-. En ambas se desarrollan las actuaciones de forma simultánea. En las mesas se recibe a los participantes, se reparten las entradas a sus familiares y los chavales pasan a disposición de la organización. Posteriormente, otros voluntarios, los 'hamelines' (como el flautista del famoso cuento) los acompañan en grupos a los auditorios. Allí hay nuevos voluntarios que los colocan en orden alfabético para que salgan a tocar de una manera ágil».

Beatriz Amondarain lleva cinco ediciones como voluntaria. De sus tres hijos, el mayor, Pablo, toca el piano. «Este festival es una maravilla y una motivación para los niños, que pueden mostrar en público el esfuerzo que realizan a diario». Ella lo tiene claro, el año que viene volverá. «Es sólo un fin de semana y por colaborar, cualquier cosa», señala. Maite Perurena, profesora en Oiartzun y miembro del jurado, resalta «la experiencia, muy buena, el descubrimiento de nuevos repertorios y la apertura a todo tipo de niveles». Las integrantes de Seiasle destacan la participación de discapacitados por primera vez este año y la celebración de la Semana del Piano en Andoain y añaden: «el año que viene, repetimos».

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