Criticaban las «desvencijadas carrozas fúnebres»
1946 Se decía que «forman un bochornoso cortejo de opereta que resalta cruelmente en la seriedad del acto»
MIKEL G. GURPEGUI
Martes, 1 de febrero 2011, 04:28
Publicidad
Cuando los vemos hoy en viejas fotografías nos parecen impresionantes aquellos carruajes fúnebres tirados por caballos. Pero, claro, había carruajes y carruajes. O sea, elegantes carrozas en las que hacer el último viaje como un rey o «desvencijadas carrozas fúnebres tiradas por unos caballos con unos penachos cuyas plumas no sirven ya ni para hacer cosquillas». Así se comentaba en EL DIARIO VASCO hace la friolera de 65 años. Lo hacía Angel Azcona en la sección 'Ecos de sociedad' el 1 de febrero de 1946, en un artículo que reproducía una conversación con su amiga Mari Juana:
«- Siempre estáis vosotros diciendo que este pueblo es un dechado de perfección -me decía ayer Mari Juana- y la triste realidad es que, aun siendo desde luego una ciudad culta, limpia, bonita y, por lo tanto, agradable, existen en ella algunos servicios públicos que no guardan desgraciadamente relación con la categoría de Donostia. ¿Has visto tú esas desvencijadas carrozas fúnebres tiradas por unos caballos con unos penachos cuyas plumas no sirven ya ni para hacer cosquillas? Tanto el fúnebre carruaje como los landós de acompañamiento y sus caballerías forman un bochornoso cortejo de opereta que resalta cruelmente en la seriedad del acto».
El articulista, Angel Azcona, daba la razón a la tal Mari Juana, aún cuando ésta se ponía vehemente con el tema: «¿Crees tú dignos de San Sebastián esos levitones de disparatadas tallas, mugrientos y remendados, color de ala de mosca, y esas chisteras que, asimismo, ridiculizan a quien las lleva? Aquí, por lo visto, no os acordáis más que de los vivos. Así como tan finamente decís adiós con vuestras mejores galas a un huésped ilustre, así igualmente debéis acompañar a un convecino a su última morada».
La crítica se extendía también a los traslados realizados dentro del cementerio de Polloe. «Y ya metidos en tan macabro tema, he de decirle -continuó con indignación Mari Juana- que también en el cementerio se da otro espectáculo que dice poco en favor de un pueblo. Encierra su pequeña filosofía y tal vez, la última ironía de la vida. Me refiero a cuando el féretro es trasladado desde el depósito a la tumba. Se sirven para ello de un carrito llorón y destartalado, tirado por un hombre de blancos cabellos que ¡apenas puede con sus muchos años!».
Publicidad
La imagen de un empleado de pelo blanco empujando un carrito en mal estado con un ataúd nos puede resultar sugerente. En 1946 no les hacía ninguna gracia y Angel Azcona se despedía de la crítica Mari Juana «pensando que lo peor del caso es que estos detalles no pueden pasar por alto al ser menos observador. ¡Saltan a la vista! ¡Y cuestan muy caros!».
El mismo día, DV incluía la necrológica de una menor, que viajaría en aquel carrito «llorón y destartalado»: «Ha subido al Cielo la niña María del Carmen Oyarzábal y Uría, hija de nuestros querido amigos los señores de Oyarzábal. Ayer tarde se verificaba el traslado de la criatura al cementerio de Polloe, testimoniándose en el acto el dolor que esta nueva desgracia familiar ha causado entre las numerosas amistades de los desventurados padres».
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión