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Vía crucis a Izaskun, pasión tolosarraAfalta de procesiones ya desaparecidas, el Vía Crucis a Izaskun ha vuelto a ser el exponente más sentido de la Semana Santa en Tolosa, Ibarra, y otras localidades de la comarca. Las personas que participan en esta peregrinación, coinciden al señalar que la espiritualidad compartida de recordar el camino de Jesús a la cruz, en un lugar simbólico como es Izaskun y su ermita, es la causa principal de su atracción.
Una sociedad cada vez más laica ha influido en una participación que va disminuyendo paulatinamente. Este año, unos 150 fieles han participado en este recorrido religioso. Todos los consultados coinciden al afirmar que ir al Vía Crucis sigue siendo una experiencia «enriquecedora e introspectiva, incluso para los no tan creyentes».
El párroco de Tolosa, Jesús Mari Arrieta, sitúa el origen de esta práctica en el S.IV, cuando la monja Etheria viajó a Tierra Santa y vio que la comunidad cristiana celebraba este día recorriendo los pasos de Jesús, allí donde habían ocurrido. Y así surgió esta procesión en lugares que recuerdan el Calvario de Jesús, y que el viernes, con salida a las 7.30, completó el recorrido desde Santa Clara a Izaskun.
El Vía Crucis de Izaskun es una tradición relativamente moderna, aunque hay divergencias en cuanto a su origen, y también desconocen éste en la parroquia Santa María. Algunos piensan que la primera salida se hizo en los años setenta del pasado siglo, aunque otras fuentes sitúan el inicio de esta costumbre en los años 50.
«La gente va en silencio, con sus reflexiones, me gusta acudir cada año», decía Juan Martín. «Soy muy creyente, siento que sigo el calvario de Jesús hacia la cruz», exponía Marisabel. «Yo recuerdo los años de la transición, íbamos cientos de personas y había también un cierto objetivo de compromiso social además del propiamente religioso», recordaba Joxemari. «Realizamos una oración muy profunda, participativa y de gran humildad. Luego subimos a Uzturre para completar la experiencia», señalaba María.
Los vecinos de Tolosaldea subieron a pie, animados por la megafonía que iba recordando las catorce estaciones de Jesús a lo largo de todo el camino: Jesús es condenado a muerte, carga con la cruz, cae por primera vez, encuentra a su madre, el cirineo ayuda a Jesús, Verónica limpia su rostro, cae por segunda vez, consuela a las mujeres, cae por tercera vez, es clavado en la cruz, muere en la cruz, es bajado y sepultado. Estas escenas de la pasión y muerte de Cristo fueron recordadas, tanto en euskera como en castellano, en cada una de las paradas y, al mismo tiempo, se realizaba una lectura meditativa, que animaba a la reflexión personal, para terminar con un canto penitencial.
El párroco de Santa María, Jesús María Arrieta, expone que este trayecto supone una contemplación de fe y afectiva del recorrido hacia el Calvario. Pero al mismo tiempo, para muchas personas, dice, «implica una reflexión interior al meditar sobre los catorce momentos, porque tiene mucha incidencia en la actitud personal».
Después del Vía Crucis, el Viernes Santo, continúa por la tarde con el Oficio, pero no se celebra ninguna Eucaristía, ni tampoco el sábado hasta la noche, «porque deben ser momentos de silencio, de reflexión y de ayuno incluso espiritual. Lo importante es celebrar la muerte del Señor», concluye el párroco.
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