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Segura silencia de noche las campanas de la discordia
Las quejas de algunos vecinos ante el Ararteko obligan al Ayuntamiento a eliminar el repique nocturno entre las 23.01 y las 6.59 horas por superar el límite de decibelios que marca la ley
Desde 1700 las campanas de la iglesia de Segura no han dejado de sonar. Se trata, por tanto, de una tradición con más de 300 años de historia que ha permitido a sus vecinos crear un vínculo emocional «muy fuerte y difícil de expresar con palabras» a lo largo del tiempo. Pero no todos comparten la misma idea. O al menos cuando su tañido es de madrugada. Por ello, el pasado 29 de diciembre algo cambió para siempre en este municipio del Goierri de 1.400 habitantes tras las quejas de algunos residentes ante el Ararteko.
En ellas manifestaban no poder conciliar el sueño debido al ruido, un hecho que obligó al Ayuntamiento a actuar de oficio. Así, el pasado mes de julio el consistorio solicitó un informe técnico a una empresa de medición y el resultado del mismo, que ha tenido un coste de unos 1.400 euros, reveló que el sonido superaba el límite de decibelios que marca la ley en horario nocturno, lo que requería eliminar el repique entre las 23.01 y las 6.59 horas pese al descontento de la gran mayoría de sus habitantes.
«Me ha dado muchísima pena la decisión que se ha tomado, sobre todo por el esfuerzo y amor que hemos puesto algunos en dar continuidad a una tradición centenaria», asegura Laureano Telleria. Él es una voz autorizada para hablar del tema y una eminencia en Segura, donde además de estar considerado como uno de los organizadores de la Semana Santa y un impulsor de numerosas actividades, ha sido su campanero durante 42 años desde que allá por 1977 diera relevo a su hermano. En 2019, con 84 años, subió por última vez las 163 escaleras que llevan hasta lo más alto del campanario de la iglesia para dar cuerda al reloj. «He hecho el cálculo de las veces que he subido esas escaleras en forma de caracol y me salen más de 5.000», confirma al hablar de una misión que inicialmente realizaba el alguacil de la localidad y que después fue responsabilidad del vicario hasta que la familia Telleria recogió el testigo.
«Me ha dado mucha pena que se haya tenido que tomar esta decisión. Puedo asegurar que el 90% del pueblo está en contra»
Laureano Telleria
Campanero durante 42 años
A sus 88 años, Laureano nos abre las puertas de su segunda casa, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, y nos cuenta los secretos de la que ha sido su labor y pasión durante más de cuatro décadas. «El reloj tiene ahora 124 años, es de 1899», destaca, y como ocurre con cualquier otro dispositivo, «este también había veces en las que fallaba e incluso se paraba, por lo que requería una atención especial», añade en voz baja mientras enciende las luces del templo para mostrarnos sus encantos.
«Los martes y los sábados, después de trabajar, a eso de las ocho de la tarde, venía aquí a darle cuerda al reloj», añade sobre una operación que le llevaba aproximadamente «un cuarto de hora». «Subía las escaleras, levantaba cada uno de los tres pesos que tenía el reloj para darles cuerda y volvía a bajar». Así, todas las semanas. Sin vacaciones, ni excusas. «Recuerdo una noche que estaba con mi mujer a punto de irme a dormir cuando, de repente, me di cuenta de que no había subido a darle cuerda al reloj. Así que me vestí y fui aunque estuviera a oscuras», relata entre risas.
Actualmente, lo que más lamenta Laureano es no haber encontrado relevo generacional, porque eso ha provocado que desde hace 4 años hasta esta parte las campanas suenen de forma automática. A pesar del cambio, todavía hay otras tradiciones campeneras que se mantienen. Entre ellas el 'Goizeko Ave María' y el 'Gaueko Ave María'.
'Aingeru kanpaia'
Uno de los actos más emocionantes que sigue vigente en Segura es la forma de anunciar el fallecimiento de uno de sus vecinos. Cuando alguien muere, las campanas repican veintiún veces y, tras un parón de cinco segundos, lo hacen tres veces más si se trata de un hombre y dos si es una mujer. «Con esa información y el boca a boca enseguida nos enteramos todos de a qué vecino hemos perdido», concluye Telleria. Algo similar sucede cuando fallece un niño. Conocida como 'Aingeru kanpaia', las campanas primero suenan doce veces y luego otras cuatro. «Esto no cambiará nunca».
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