«Nunca se me ocurriría dejar este sitio»

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na conversación casual hizo que la familia de Ineke Bertelink se mudara a Bidania-Goiatz hace 52 años, y desde entonces vive «encantada» allí, asegura. Antes de aterrizar en este municipio de algo más de 500 habitantes de Tolosaldea, los padres de Ineke, junto a sus tres hijos, vivieron en Tolosa durante algunos años. Cuando llegaron desde los Países Bajos, ella y sus hermanos no hablaban castellano, pero enseguida aprendieron. «Primero fui al colegio El Pilar en Irun, interna, con 17-18 años. Muy bien, enseguida aprendí», recuerda con agrado aquella época.

A la familia le gustaba mucho la naturaleza, por lo que un día, un amigo le comentó a su padre que se iban a construir casas en Bidania. «'Si quieres te animas' le dijo. Mi padre se animó, compró una casa aquí y vinimos». Desde entonces, ha vivido «muy a gusto» en el municipio. «Nunca se me ha ocurrido dejar este sitio. Vivo aquí y para siempre voy a vivir aquí. Porque es un sitio maravilloso, precioso y me encanta el pueblo, la naturaleza, y la gente».

Quizá a más de uno se le podría quedar pequeño este pueblo que durante siglos acogió las reuniones de Juntas Generales de Gipuzkoa. «A mí no», dice tajante Ineke y añade que tampoco echa de menos su país de nacimiento. «Tengo una hija que vive en Holanda. De vez en cuando ya iremos, y estamos en contacto por teléfono, pero yo prefiero vivir aquí». Su hijo, que vive en Villabona con su familia, sube habitualmente para estar con ella.

A sus 75 años «y medio», Ineka disfruta ya de su jubilación. Durante más de 40 años trabajó de secretaria en un estudio de arquitectura de Donostia. «Iba todos los días a Tolosa en coche y luego hasta San Sebastián en tren». Ahora que ya no tiene coche, deja el garaje a sus vecinos. «Siempre nos hemos llevado bien. Qué suerte es eso», subraya.

Bidania-Goiatz es el municipio ubicado a mayor altura de Gipuzkoa, conocido por sus bajas temperaturas en invierno. Dice un dicho popular que allí se creó el hielo. «No hay problema. Te pones una chaqueta, gorro y buenos zapatos y ya está, aunque últimamente no nieva nada. Muy poquito».

En su rutina diaria no perdona sus paseos para mantenerse activa. Por las mañanas desde hace un año va al centro de día y, de vuelta a casa, aprovecha para dejar sus cosas y salir de nuevo a pasear por el polígono industrial. «Todos los días doy tres vueltas por las fábricas, en el llano. En invierno también. Es importante andar para mantener las piernas en acción». Y es que «hasta los 100 años no tengo prisa». Otra de las actividades que no perdona es la lectura de EL DIARIO VASCO. «Me encanta leer el periódico», admite. En el cruce hacia Goiatz, su casa siempre ha destacado por las flores que decoraban todo el exterior. Este año está disgustada por no tener flores, pues su hijo no le trajo en primavera como otras veces y ya está pensando en la revancha. «Ya verás el próximo año...», adelanta riendo. Habrá que verlo.