La fiesta más atípica
Historia ·
Nada será como siempre este 20 de enero, pero en el pasado pueden hallarse precedentes de excepcionesEn este año en que nada será igual en la fiesta del 20 de enero, la atípica entrega del Tambor de Oro a Esther Ferrer ... en París y el domingo anterior al día de San Sebastián ha marcado la primera ruptura con la tradición. Si bien el Reglamento de Honores y Distinciones del Ayuntamiento donostiarra no indique nada al respecto, asociamos la concesión del galardón a un tiempo, el mediodía del día 20, y un lugar, el Ayuntamiento, porque desde su creación en 1967 siempre se había entregado en tal momento, con una única excepción, y en el mismo lugar, la Casa Consistorial donostiarra.
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Eso sí, sin salir de las paredes del primitivo Gran Casino, la entrega se movió ligeramente a lo largo de su trayectoria. En sus inicios, cuando el galardón premiaba a varias personalidades relacionadas con la ciudad pero poco populares, se hacía una ceremonia sencilla en el despacho de Alcaldía o en la sala de la Permanente. Desde la segunda mitad de los años 70, para darle mayor realce, la entrega es trasladada a veces al Salón de Plenos, monumental espacio que desde 1980, salvo la excepción parisina de este año, nunca había abandonado.
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También en el horario las variaciones habían sido mínimas, apenas de media hora. Si en la primera edición, la de 1967, los tambores de oro se dieron en un acto que empezó a las 12:30 en la Alcaldía, al año siguiente la ceremonia de entrega se programó a las 12 del mediodía, simultáneamente al inicio de la Tamborada Infantil. Sin embargo, la coincidencia no era práctica y desde 1969 el horario se mantuvo en las 12:30 del gran día, lo que permitía que, en época más reciente, algunos receptores con tirón popular, como Marino Lejarreta o La Oreja de Van Gogh, pudiesen asomarse a los balcones de la Casa Consistorial para saludar a las tropas infantiles (y en ocasiones ser jaleados por ellas) minutos antes de vivir la ceremonia de concesión.
En dos ocasiones, los distinguidos no pudieron venir y otros recogieron el Tambor de Oro en su nombre
Hasta el caso de Esther Ferrer, el horario de entrega solo había tenido una excepción, la que protagonizó en 2011 Xabi Alonso. El ex futbolista de la Real Sociedad y actual entrenador del 'Sanse' jugaba entonces en el Real Madrid. El 20 de enero caía en jueves y, casualmente, al Madrid le tocó disputar tal día un partido de Copa. Hubo gestiones para que permitieran al tolosarra recoger el premio por la mañana y volver a tiempo para el encuentro nocturno, pero en el club merengue se negaron. La fiesta se acercaba y seguíamos pendientes de lo que decidieran Florentino Pérez y José Mourinho. Se pensó hacer la entrega por videoconferencia (fórmula también barajada este año con Ferrer). Al final, el Madrid permitió a Alonso venir a Donostia el día 19 a condición de que pernoctase en la capital. Así que, por una vez, el Tambor de Oro se entregó la tarde de la víspera, intercambiando su horario con las Medallas al Mérito Ciudadano.
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El 19 de enero de 2011, Xabi Alonso vivió la fiesta intensa pero brevemente. Entrenó en Madrid, donde cogió un avión con destino a Hondarribia a las 15:30, con vuelta a las 20:30. Entre medias, a las 6 de la tarde empezó el acto de entrega. No pudo quedarse a cenar, pero fue feliz.
El hermano bertsolari
Cuando se supo que Esther Ferrer no podría venir a San Sebastián, hubo quien propuso que alguna otra persona recogiera el Tambor de Oro en su nombre. Para esto hay precedentes en la historia de la distinción. En 1978 fue premiado Luis Coronel de Palma, embajador español en México, pero no pudo acudir. Primero se dijo que por enfermedad, pero luego matizaron en DV que «sus obligaciones no le permiten asistir al acto, lamentando no poder hacerlo, máxime cuando está perfectamente repuesto de la indisposición que sufrió». Claro que también se dijo que recogería el premio de su parte un hermano suyo y al final lo hizo Javier Arbide, concejal y vicepresidente de la Caja de Ahorros Municipal.
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Poco después, en 1980, hubo otro receptor ausente. Jesús Lopategi, pastor emigrado a Estados Unidos y organizador allí de fiestas vascas, no acudió y recogió el Tambor de Oro en su nombre su hermano Jon. Como este era bertsolari, cerró el acto con unos bertsos de agradecimiento.
En la trayectoria del Tambor de Oro encontramos hasta un caso de recogida en diferido, un año después. Entre los distinguidos por el CAT en 1977 estaba el director del casino de Biarritz, Paul Barrière. Como informó nuestro diario, durante la ceremonia, sin darle importancia, «el alcalde señaló que a causa de la gravedad que atravesaba un amigo y socio de Mr. Barrière, galardonado con el 'Tambor de Oro', no pudo desplazarse éste a San Sebastián, por lo que en fecha a señalar se hará la entrega».
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Aquella fecha acabó siendo 365 días más tarde, el 20 de enero de 1978, en que el director del casino recogió el premio anunciado un año antes, en una ceremonia extraña en la que solo Benito Castejón, delegado de Educación Física y Deportes, estaba en su lugar. De los tres tambores de oro entregados aquel día, uno era del año anterior, el de Barrière, y el otro, el del ausente embajador que recogió un concejal.
Izada discreta y sin música, como hace un siglo
Que este año se vaya a izar y arriar la bandera en la plaza de la Constitución discretamente nos retrotrae a hace un siglo, cuando era una formalidad lógica que la enseña local ondease en el entonces Ayuntamiento durante la fiesta patronal.
La costumbre que las sociedades populares fueron adoptando de marcar el inicio y el fin del día festivo subiendo y bajando banderas en sus sedes a los sones de Sarriegui hizo que también en el Ayuntamiento se hiciera a las cero y 24 horas del 20 de enero. Parece que fue así por primera vez en 1924, aunque como no se le dio importancia no apareció mencionado en la prensa.
Sí sabemos que el acto, en el que apenas reparaba un grupo de curiosos, pronto se hizo notar y ya en 1927 acudió la Banda Municipal de Txistularis a reforzarlo. No sería hasta 1935, cuando la tamborrada de Gaztelubide se sumó al acto (que ya realizaba el alcalde) y se adivinó el momento intenso y multitudinario en que se convertiría. Desde 1957 se le sumaría la arriada con la Unión Artesana 24 horas después.
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