Los tres rasgos que comparten las personas con ansiedad, según la psicóloga Ángela Fernández
Aunque muchos de ellos están socialmente valorados, la experta advierte que, llevados al extremo, pueden convertirse en trampas mentales que alimentan el malestar emocional
L. G.
San Sebastián
Miércoles, 29 de octubre 2025, 12:32
La psicóloga Ángela Fernández ha identificado tres rasgos de personalidad que suelen repetirse en las personas con mayor tendencia a sufrir ansiedad. Aunque muchos de ellos están socialmente valorados, la experta advierte que, llevados al extremo, pueden convertirse en trampas mentales que alimentan el malestar emocional.
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Fernández señala que las personas con ansiedad suelen ser muy responsables, autoexigentes y perfeccionistas. «Tienen estándares muy altos y buscan hacerlo todo bien, lo que se traduce en una gran rigidez mental», explica. Este tipo de comportamiento se refuerza desde la infancia, cuando padres y educadores alaban la responsabilidad y el rendimiento académico.
Sin embargo, la psicóloga recuerda que la flexibilidad es esencial para reducir la ansiedad: «Todo está bien en su justa medida. Si quieres trabajar tu ansiedad, tendrás que aprender a ser flexible contigo mismo».
«Ser amable no significa tolerarlo todo»
Otro de los rasgos comunes es el exceso de amabilidad y complacencia. Son personas generosas, cooperativas y empáticas, pero que a menudo tienen dificultades para poner límites. «Tienden a enfocarse tanto en los demás que descuidan su propio bienestar», comenta Fernández. La solución pasa por practicar el autocuidado y aprender a decir «no» sin culpa: «Ser amable no significa tolerarlo todo».
El tercer rasgo es el neuroticismo, una característica asociada con la inestabilidad emocional y la alta reactividad. Quienes puntúan alto en este rasgo suelen sentirse nerviosos, impulsivos y afectados por pequeños contratiempos. «Un ruido, una mala contestación o un plan que se frustra puede afectarles más de lo normal», explica la psicóloga.
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Para estos perfiles, Fernández recomienda incorporar actividades que fomenten la serenidad, como la meditación, el ejercicio moderado o los paseos tranquilos. «Esa práctica continuada favorece una mayor estabilidad emocional», añade.
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