Ictus ocular: qué es y cómo detectar sus señales
Los accidentes cerebrovasculares del ojo son más frecuentes a partir de los 50 años y pueden ser un aviso de futuros infartos
J. F.
Sábado, 30 de agosto 2025, 07:27
Un evento vascular poco conocido, pero con gran potencial para afectar a nuestra salud, está captando la atención de los profesionales sanitarios: el infarto o ictus ocular, también denominado accidente cerebrovascular del ojo, o más precisamente, oclusión de la arteria central de la retina. Este suceso, que puede causar una pérdida de visión a veces definitiva, es un «fuerte indicio de un estado degradado de las arterias» y podría preceder a otros eventos cardiovasculares más graves.
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¿Qué ocurre en un infarto ocular?
Los especialistas explican que el infarto ocular se produce cuando un vaso sanguíneo que alimenta la retina se obstruye o se desgarra. Al igual que en un infarto cerebral, la causa principal suele ser un coágulo de sangre que bloquea la circulación sanguínea, pero en este caso, ocurre en las venas o arterias de la retina. Esta obstrucción es crítica, ya que priva de inmediato a las células de la retina de oxígeno y nutrientes, lo que puede llevar a su muerte rápida.
Pero no solo los coágulos son los culpables. También puede ser provocado por un derrame ocular, una hemorragia subconjuntival, que genera un edema en la zona afectada. En cualquiera de estos escenarios, el resultado es el mismo: los tejidos visuales dejan de funcionar correctamente, poniendo en serio riesgo la capacidad de ver.
¿Quiénes son los más afectados?
Si bien es una patología que cualquiera puede sufrir, el infarto ocular afecta mayoritariamente a personas mayores de 50 años. La prevalencia aumenta significativamente después de los 65 años, y llama la atención que las mujeres parecen ser más propensas a padecerlo en este grupo de edad.
Señales de alerta ante el ictus ocular
El signo más típico es una pérdida repentina de la visión en un ojo, ya sea total o parcial. En ocasiones viene acompañada de alteraciones como visión borrosa, campo visual reducido o visión distorsionada. A diferencia de otras patologías oculares, un ictus ocular es completamente indoloro y no causa enrojecimiento.
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Otra pista clínica importante es la dilatación anormal de la pupila, que no reacciona con normalidad a la luz. Este fenómeno, llamado abolición del reflejo fotomotor directo, suele ocurrir unos minutos después de la oclusión vascular. Sin embargo hay que tener en cuenta que algunos trastornos como la migraña oftálmica, el glaucoma agudo o el desprendimiento de retina pueden causar síntomas similares. Solo un examen del fondo de ojo por un oftalmólogo puede confirmar o descartar un ictus ocular. En cualquier caso, una disminución repentina de la visión siempre debe considerarse una emergencia médica.
Causas y factores de riesgo
Los factores de riesgo de un ictus ocular son los mismos que los de un ictus cerebral . Estos incluyen: hipertensión, diabetes, colesterol alto, ser fumador, trastornos del ritmo cardíaco o trastornos de la coagulación. Además, el daño a las arterias carótidas internas o a la arteria oftálmica también puede provocar una oclusión retiniana.
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En caso de infarto ocular, es fundamental realizar una evaluación médica completa para identificar la causa exacta y prevenir una recurrencia. También se ha demostrado que un ictus ocular puede ser una señal de alerta de un futuro ictus cerebral. Aproximadamente el 1% de las personas que han sufrido este tipo de ictus desarrollarán un ictus clásico en los días o meses posteriores. De ahí la importancia de una mayor monitorización cardiovascular.
¿Cómo reaccionar a un ictus ocular?
Si experimentas uno o más síntomas sugestivos de un derrame cerebral ocular, debes buscar atención de emergencia inmediata. El médico realizará un examen de fondo de ojo, lo que permitirá analizar la retina y realizar un diagnóstico rápido. El tratamiento varía según la causa identificada: eliminación de un coágulo en caso de oclusión o cauterización si se rompe un vaso. Cuanto antes se administre el tratamiento, mayores serán las posibilidades de preservar la visión.
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Después de cierto tiempo, el daño se vuelve irreversible. También se puede ofrecer rehabilitación visual o funcional, particularmente en caso de secuelas duraderas. Las sesiones de terapia ocupacional pueden ayudar a adaptarse a la visión deteriorada, particularmente en la vida cotidiana. Finalmente, es imperativo tratar las causas subyacentes para evitar un nuevo episodio, ya sea ocular o cerebral.
Más allá del impacto directo en la visión, los expertos subrayan la importancia de un diagnóstico temprano y revisar periódicamente la salud cardiovascular general. Un infarto ocular no es un evento aislado; es una señal de que las arterias pueden estar en un estado deteriorado, alertando sobre la posibilidad de sufrir otros episodios cardiovasculares en el futuro. Por ello, es fundamental reconocer los signos y buscar atención médica inmediata ante cualquier síntoma visual brusco.
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