Elena González: «Me vi frente al quirófano y no salí corriendo de milagro»
A LA Espera DE un corazón compatible ·
Elena González lleva cinco meses mentalizándose y a la espera de un corazón compatible, tras un intento fallido en mayoHace relativamente poco que Elena González ha empezado a sentirse capaz de pronunciarlo: «Estoy esperando un trasplante de corazón». Esta frase puede no decir más ... que otras para quien es ajeno a una experiencia como la suya, pero tiene un trasfondo de difícil digestión para las personas que esperan un trasplante de órganos. Y eso pese a que ella, ironías de la vida, formó parte del primer equipo encargado de la extracción de órganos en el Hospital Donostia en 1984. Ahora es capaz de decir esa frase de corrido y con cierta naturalidad, pero tuvo que verse en la entrada de quirófano, a punto de ser intervenida con un corazón que finalmente no fue compatible, para asumir que esta es su historia y ella, la protagonista. «Al principio no podía ni decirlo en voz alta. Asumirlo asusta, pero valoro que es un paso de gigante de la medicina el dar a personas como yo otra oportunidad de seguir viviendo», confiesa.
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El pasado año, la pandemia redujo las donaciones de órganos en un 20% a nivel mundial, si bien el sistema vasco de trasplantes logró frenar dicha caída, y realizó 243 operaciones, solo 20 menos que las efectuadas un año antes. Esta mujer donostiarra de 64 años entró en el programa el pasado mes de marzo y desde entonces continúa a la espera de encontrar un corazón que sea compatible.
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Su primer diagnóstico se remonta unos años atrás. Fue en 2016, cuando una compañera de trabajo le animó a hacerse un electrocardiograma. «No me encontraba bien, estaba demasiado cansada, con dolor...». El resultado fue una miocardiopatía arritmogénica del ventrículo derecho, que «es el encargado de llevar el oxígeno al pulmón, y en consecuencia al resto de órganos», resume Elena, que durante años ha trabajado como enfermera en el Materno-Infantil del Hospital Donostia.
Desde un inicio le trasladaron la gravedad del diagnóstico, que el tratamiento dependía de su evolución, pero que «todo apuntaba a que la única solución era el trasplante». Tres años después, en 2019, llegó la insuficiencia cardíaca «con edema». «Iba a trabajar y me temblaba todo, no podía con mi alma, me caía... Me gusta mucho andar, pero si un día me venía arriba, al día siguiente estaba para el arrastre».
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Esta enfermera formó parte del primer equipo de extracción de órganos en el Hospital Donostia en el año 1984
Esa sensación de fatiga le fue empeorando durante el año de la pandemia, y una nueva visita al cardiólogo finalizó de la manera que más temía. «Me derivaron al hospital de Valdecilla, en Santander, que es donde Osakidetza tiene conveniado los trasplantes de corazón. Todo me parecía una película, como si no me estuviera pasando a mí», confiesa.
En septiembre del 2020 empezaron las pruebas y no fue hasta el 31 de marzo de este año cuando Elena entró oficialmente en la lista de espera de un corazón, que ya le advirtieron, suele rondar los 6 meses. «Me indicaron que tenía que estar disponible porque en cualquier momento del día o de la noche puede aparecer un donante compatible, y me pueden llamar para ir».
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Esta sanitaria sobrellevaba la situación como podía, «como si le estuviera sucediendo a otra persona, como si no fuera conmigo». Hasta que el pasado 12 de mayo por la tarde, el tiempo de espera promedio se rompió y recibió una llamada de la unidad de trasplante de Cantabria. Había un corazón compatible. «De pronto, ese día me vi en la ambulancia de camino a Valdecilla, posteriormente en la puerta del quirófano y me di cuenta de que era real, que estaba a punto de que me trasplantaran el corazón. Me entró tanto miedo que no me fui corriendo de milagro».
Elena aguardaba en una pequeña sala antes de pasar a quirófano. Empezó a ver movimiento en el pasillo y vio al cirujano que se le acercaba. «Entonces me dijo que el corazón no estaba en condiciones y que se cancelaba la operación. Que me fuera a casa». ¿Decepción? «En absoluto. Sentí alivio. Sí que lo sentí por mi familia, por el esfuerzo del equipo médico para prepararlo todo, pero creo que fue una oportunidad para prepararme mejor, asumir lo que me van a hacer, que voy a ser dependiente del transplante y de una medicación, y lo que va a suponer para mi familia. En ese momento me di cuenta de que no estaba suficientemente mentalizada», explica.
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Donar, el acto más noble
Esta donostiarra sigue obediente las instrucciones del hospital y continúa a la espera de que un día suene el teléfono. Más concienciada y en cierto modo más tranquila y agradecida por la solidaridad de quienes en momentos difíciles acceden a la donación de órganos. «Sin donantes, sin personas y familias generosas, los demás no tenemos razón de ser. No puede haber acto más noble y de una calidad humana mayor que la donación», se congratula.
La pandemia redujo un 20% la donación mundial de órganos. Euskadi hizo 243 trasplantes, solo 20 menos que en 2019
En la misma línea, la Asociación de Enfermos y Trasplantados de Corazón y Pulmón de Euskadi (ATCORE) subraya que Euskadi, pese a la pandemia, «se situó a la vanguardia internacional de la donación de órganos», lo que «es de agradecer, porque esta implicación, en situaciones tan complicadas, permite salvar vidas». Sin embargo, desde la entidad no pasan por alto que a raíz del Covid-19 el número de donaciones se ha visto reducido, lo que «se traduce en que las personas que están a la espera, tienen mayor riesgo de fallecer o tener peor calidad de vida».
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