Esfuerzo. Luca, Dani y Tukso, en uno de los talleres que tiene Ortzadar en su sede de Ategorrieta. Gorka Estrada
Escuelas de Segunda Oportunidad

Del fracaso escolar a una inserción laboral del 70%

Prórroga académica ·

Los centros de Segunda Oportunidad en Euskadi acogen a 2.094 jóvenes que no encajaron en el sistema ordinario de educación

Eneko P. Carrasco

San Sebastián

Domingo, 30 de junio 2024, 00:22

Hay trenes que pasan solo una vez en la vida. Eso reza el dicho. Por suerte, la mayoría lo hace dos, tres o hasta cuatro ... veces, porque cuando existe la voluntad de hacer algo y el entorno te acompaña, las oportunidades acaban surgiendo. Este podría ser el lema de las Escuelas de Segunda Oportunidad, creadas a nivel estatal en 2016 para acoger en sus aulas a aquellos jóvenes que han protagonizado fracasos escolares en su etapa formativa. Chicos con trastornos de atención, chicas con problemas de autocontrol, estudiantes que han repetido en más de una ocasión... Todos aquellos que fueron, «de manera injusta», desahuciados por el sistema educativo -así lo relatan las propias víctimas- viven una especie de prórroga académica en estos espacios, que en Euskadi acaban con el 70% de ellos con un título académico y con un empleo a los seis meses de terminar su formación.

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Jesús Velasco es, además de profesor, el responsable de innovación de Ortzadar, una de las 10 escuelas de 'Segunda Oportunidad' que hay en Euskadi -junto a las de Adsis, Peñascal y Micaela Portilla-, y cuyas aulas están repartidas en Donostia en dos sedes, una en Ategorrieta y otra en Martutene. Él mejor que nadie sabe qué es lo que sienten estos jóvenes que llegan a sus aulas rechazados por el sistema ordinario de educación, en el que por diversos motivos no terminaron de encajar. «Una de las cosas que más me gusta hacer en mi actividad profesional es mirar con respeto y admiración los procesos formativos de cada uno de los que llegan a Ortzadar», cuenta Velasco, a quien le brillan los ojos cuando se refiere a estos jóvenes, «en los que hay que creer». Para Velasco, la filosofía del centro se resume en «querer ayudarles y creer en ellos. A partir de estas dos premisas, podemos potenciar sus capacidades y descubrir que están preparados para aprender».

Siguen estudiando

En el País Vasco hay un total de 2.094 jóvenes atendidos en estas Escuelas de Segunda Oportunidad, de los cuales la mitad son adolescentes de entre 16 y 18 años. «Una de las cifras que más orgullo nos provoca es la del 70% de tasa de éxito en lo referente a la inserción laboral en el País Vasco», subraya el responsable de innovación de Ortzadar, quien explica que esta cifra se extrae de los datos obtenidos seis meses después de que los alumnos saliesen del centro con su titulación. En Ortzadar esta estadística escala hasta el 82% de alumnos que, una vez superado el ciclo académico de la FP básica, siguen estudiando o entran directamente al mundo laboral. Ambas medias, vasca y de Ortzadar, superan a la estatal, que es de un 61%, siguiendo así la línea de la FP vasca, que lidera todos los rankings en cuanto a tasa de éxito académico e inserción laboral en España y Europa.

82% de los jóvenes

que estudian en Ortzadar siguen su formación académica tras sacarse un título en este centro donostiarra

El centro de Ortzadar, además, está inmerso en «un proceso de muchos años para que todas nuestras formaciones -divididas entre las sedes de Ategorrieta y Martutene- confluyan en un mismo entorno», avanza el responsable de innovación. Ese edificio podría estar ubicado en el barrio de Martutene, en la zona de Campos Elíseos, pero es un proyecto aún «con cabos por atar», explican desde el centro.

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Según datos facilitados por el Gobierno Vasco, la tasa de abandono escolar en Euskadi es del 5,6%, «una media que se sitúa por debajo de la española y la europea». Para rescatar a esos jóvenes del olvido y de la frustración, una de las medidas que se adoptan en este tipo de espacios es «un acompañamiento continuado -especialmente el primer año- al alumno», afirma Velasco. «Queremos que sepan que estamos pendientes de ellos, que nos preocupamos por su situación», indica, y detalla que «utilizamos recursos especializados, dos tutores -uno más técnico y otro psicoeducativo y orientador-, reuniones...». En Ortzadar se realizan dos coordinaciones diarias entre los docentes para adecuar las estrategias educativas para ese acompañamiento. Según Velasco, al personal de Ortzadar lo definen «cinco 'Cs': complementariedad, coordinación, comunicación, confianza y compromiso. Esto es lo que perseguimos en el día a día y lo que nos permite seguir fuertes para superar los baches que nos podamos encontrar en el camino».

8.000 alumnos

Antes de ser profesor Jesús Velasco trabajó ocho años en servicios sociales del Ayuntamiento de Donostia. «Me atraía mucho poder combinar el trabajo psicosocial con el educativo y la educación formal con la no formal... Y, bueno, aquí sigo, porque me gusta mucho lo que hago», cuenta este educador donostiarra de 38 años.

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«Tengo muy claro que a dar clase, sea el entorno que sea, tienes que ir desde la vocación»

Jesús Velasco

Responsable de innovación en Ortzadar

En todo este tiempo ha podido constatar que «a dar clase, sea en el entorno que sea, tienes que ir desde la vocación, no desde el deber». En este proceso se ha cruzado con miles de jóvenes con diversas casuísticas, pero se acuerda en especial de uno «con el que aún mantengo el contacto, porque aquí también les acompañamos una vez que se marchan». El joven en cuestión llegó a Ortzadar con «una mochila de fracaso muy pesada en la ESO. Entró con nosotros en la FP Básica e hizo Soldadura. Después pasó a Grado Medio y cursó Construcciones Metálicas... Y ahora trabaja en una empresa de soldadura. Cuando él viene aquí y te cuenta esas cosas... Te alegra el corazón».

Ortzadar, que forma parte de la estructura de la Formación Profesional Básica vasca, da cobijo a jóvenes de entre 15 y 29 años, sin empleo ni titulación. El germen de estos espacios educativos surgió en 1998, en Países Bajos, cuando se creó la Asociación Europea de Escuelas de Segunda Oportunidad, nacida de un acuerdo alcanzado por todos los ministros de Educación de la Unión Europea en una cumbre que se celebró en diciembre de 1995 en Madrid.

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De aquel proyecto piloto nació también en 2016 la Asociación Española de Escuelas de Segunda Oportunidad, bajo la cual hay en estos momentos 46 centros con cerca de 8.000 alumnos y 960 profesores. En la actualidad Ortzadar forma parte de la directiva estatal «representando a los centros que hay en Euskadi», cuenta Velasco. De hecho, el pasado 10 de mayo estuvieron en la convención que se organizó en Madrid sobre estos centros, en la que expertos en la materia y docentes de esta red hablaron sobre soluciones contra el abandono escolar temprano y el desempleo juvenil.

Los protagonistas

Tukso Sukheet FP Básica de Mantenimiento de Vehículos

«Eché de menos que me hubieran apoyado más en el colegio»

Tukso Sukheet llegó a Gipuzkoa hace ocho años, procedente de Mongolia. No sabía ni una sola palabra de castellano ni de euskera, y con estas dos pesadas losas arrancó su andadura en un sistema educativo ordinario «en el que nunca encajé y del que acabé harto... Me sentía solo». Este joven guipuzcoano de 19 años se retrotrae a su etapa escolar y tuerce el gesto. «Hubo años en los que iba por ir a clase. No tenía buena relación con los profesores y nunca encontré la motivación necesaria para afrontar un desafío de esa magnitud», admite.

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Esa desventaja de no saber castellano ni euskera al llegar al territorio con 11 años le costó repetir un curso, y de ahí en adelante «todo fue cuesta arriba. Volví a repetir... Estaba en clase con chavales dos años más pequeños y luego en el colegio tuve también algún problema que otro por mi condición de extranjero», recalca. Tukso se vio involucrado en peleas, se quedaba dormido en clase... «Me invitaron a irme», asegura, «y ahí es donde me hablaron de la posibilidad de ir a una Escuela de Segunda Oportunidad». El cambio, remarca él, «fue enorme. La historia ya no es la misma para mí desde que estoy aquí», afirma con una mirada rebosante de confianza. Ha completado con éxito la FP Básica de Mantenimiento de Vehículos, pero quiere más. «Me gustaría hacer un Grado Medio en Ortzadar», cuenta. «Reconozco que tuve parte de culpa en mi fracaso escolar, pero también eché de menos algo más de comprensión entre los profesores», concluye.

Luca Carelle FP Básica de Soldadura y Calderería

«Los profesores no me entendían, pero no les guardo rencor»

Luca Carelle fue al mismo instituto que Tukso, en Hondarribia. A sus 16 años tiene una pesada mochila de fracaso escolar a sus espaldas, de la que ahora está empezando a aligerar la carga «a base de motivación y la confianza que me están dando los profesores en Ortzadar», subraya. Ir a clase en Secundaria era un suplicio para él, «porque no me importaba absolutamente nada lo que me estaban contando... Y eso si iba». Se marchó del colegio porque «ya era la segunda vez que repetía y el ambiente con los profesores no era el mejor, así que decidí irme», relata. Hoy, con un título de FP Básica de Soldadura bajo el brazo y con la expectativa de hacer el curso que viene un Grado Medio en Don Bosco, se acuerda de «algunos de esos profesores, uno o dos, que sí mostraron interés en mí y en mi situación». Del resto prefiere no hacer comentarios y asegura que «no entendían lo que me pasaba, pero no les guardo rencor».

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Luca faltó muchas horas a clase «por decisión propia, no porque me expulsaran o cosas por el estilo. Directamente no iba o estaba las dos primeras horas y luego me piraba», rememora. En casa le apretaban para que se encarrilase en los estudios, «pero yo no les hacía ni caso... Esta situación lo que generaba era una tensión que no favorecía a nadie», reflexiona. Ahora, en Ortzadar, «ven que me lo tomo muy en serio y me están dando más confianza y más espacio». Luca lo resume de esta manera: «Ahora salgo de casa contento».

Daniel Vicioso FP Básica de Soldadura y Calderería

«Siempre que había un problema me miraban a mí»

Daniel Vicioso dejó el colegio con 15 años, en 3º de la ESO. Aburrimiento, frustración, desinterés... La mezcla de estas sensaciones derivó en un cóctel perfecto llamado fracaso escolar, del que ha podido escapar ahora, en Ortzadar. «Pensaba que estudiar no me servía para nada, por eso no encontraba motivación. Además, cargaba con una etiqueta de problemático, por la que cada vez que pasaba algo yo era uno de los principales sospechosos», apunta este joven donostiarra de 18 años, natural del barrio de Intxaurrondo. «Si alguien pensaba en el colegio que a mí me hacía gracia que me cargasen con todas las culpas, estaba equivocado. Eso a mí me pesaba», relata. Las horas que se pasó en el despacho del director le hicieron ver que «ese no era mi sitio».

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Repitió un curso y cuando iba a pasar por el mismo proceso, decidió marcharse. «En casa el ambiente no era el mejor. Estaban hartos de mí y de los problemas que tenía en el colegio. No sabían qué hacer conmigo... discutíamos mucho», recuerda con amargura. Con todo, desde su llegada a Ortzadar «soy otra persona. Soy más responsable, estoy más motivado y en casa se respira mucha más tranquilidad». Tras haber aprobado la FP Básica de Soldadura, ahora tiene pensado hacer un Grado Medio, «y si me va bien, puede que también haga un Grado Superior en Don Bosco», cuenta esperanzado. «¿Por qué no voy a poder trabajar en CAF dentro de unos años?», se pregunta.

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