«Ama, no temas, es un 'fake'»
Los 'spam' engañosos, las llamadas comerciales o los trámites digitales ahondan la brecha tecnológica con nuestros mayores. Urge una respuesta que alivie su miedo
«Pásalo!! Todos tus contactos se deben enterar. Están llamando al teléfono y preguntando si eres 'Fulanito de tal'. Te dicen que les confirmes el ... número de cuenta y el DNI. ¡Cogen tus datos del padrón municipal! No les respondas, es un timo». Encuentro a mi madre leyendo en su móvil en voz alta el último mensaje que le ha llegado en el Whatsapp del grupo de baile. Una vez termina esas líneas se queda un par de segundos reflexionado, escudriñando un poco más el wasap, como quien examina entre sus manos una moneda antigua. Levanta la cabeza y me mira, sabiendo que, mientras yo estaba inmerso en otro buceo insípido en mi teléfono, he escuchado y atendido a lo que ella estaba leyendo. Consigo descifrar en su ojos esa especie de S.O.S. de una persona que anhela un consejo sobre cuál es el siguiente paso a dar. Huérfana de recursos digitales y de un patrón claro, se debate en la disyuntiva de obviar ese mensaje o erigirse, propagando ese 'spam', en salvadora de decenas de sus contactos que podrían estar en peligro si reciben la llamada de un número desconocido y se atreven a descolgar. «Ama, eso es un 'fake', no le hagas caso», trato de tranquilizarla y espantar así ese miedo.
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Frunce el ceño tratando de descifrar ahora qué significa 'fake', ya que lo ha visto en muchas ocasiones en la televisión, pero los anglicismos son muy traicioneros. «Que no pierdas el tiempo con eso, que cada día se inventan una campaña de engaños diciendo que un extraño va a llamar a tu puerta». Ahora sí que me entiende: «Si yo no les hago caso», me suele responder, aunque esos mensajes le dejan un runrún que necesita una opinión amiga. Sé que ella todavía tiene los reflejos para poder diferenciar ese tipo de mensajes que solo buscan extender el miedo –los comúnmente conocidos como mensajes o noticias 'asustaviejas'– de los que realmente deben alertar de un temor real o una campaña de 'phishing'. Pero, ¿y el resto?
Parte de la sociedad es huérfana de recursos digitales y no es capaz de distinguir un 'fake' de un peligro real
Sin duda conviene hacer una reflexión sobre lo aislado y atemorizado que se siente ese colectivo de personas mayores que se creen a pies juntillas lo que leen en esos mensajes virales, las fotos trucadas, y que reciben decenas de llamadas de comercializadores de gas, electricidad o telefonía móvil cada semana. La brecha tecnológica se convierte también en un abismo en el que no se sabe discernir la verdad del engaño. Tampoco los magacines de televisión ayudan a reducir ese miedo a que a la vuelta de la esquina puedas caer en una estafa del amor o de que se encuentren la casa okupada al regreso de hacer la compra. Se genera una angustia innecesaria. Son cuestiones a las que se debe prestar atención sí, pero no son una pandemia o un práctica tan extendida como para atemorizar a todos los octogenarios e invitarles a poner una alarma de seguridad en sus domicilios.
Lo que hay que tratar de hacer es que nuestros mayores no vean la tecnología como un terreno hostil y eso parte de la base de que se vayan cumpliendo las promesas de las instituciones y que la evolución técnica no convierta sus vidas en una yincana agotadora. Que nadie les despierte en la siesta o les llame a partir de las 8 de la tarde para embaucarles y que cambien de tarifa de electricidad, cuando hace unos meses se les anunció que esas llamadas intrusivas de comercializadores iban a desaparecer. ¿En qué quedó aquella ley que prometió prohibir realizar llamadas con fines comerciales salvo que exista un consentimiento expreso por parte del usuario?
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¿En qué quedó la ley que prohibía las llamadas comerciales sin consentiemiento previo?
O que no se conviertan de golpe en morosos y deban abonar una multa por no tener un dispositivo de telepeaje en sus vehículos que les permita circular en una autovía o autopista de pago que no disponga de barreras de peaje y que, por ello, deban buscarse una defensa reclamando al Ararteko.
Todavía quedan muchos pasos que dar para allanar el camino y que los mayores pierdan el miedo a la tecnología y puedan identificar sus peligros. Todo esto sin tener en cuenta los posibles efectos en la evolución de la IA, que puede también hacernos perder el norte a los que nos consideramos nativos digitales. ¿Estamos preparados para ese reto?
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