«No tuvisteis compasión con Asunta Basterra»
Los padres de Asunta se enfrentan al juicio señalados por la opinión pública. Rosario se ha ganado a las presas con regalos caros pero Alfonso, que escribe sus memorias, ha sufrido varias palizas
YOLANDA VEIGA
Lunes, 28 de septiembre 2015, 09:43
«No tuvisteis compasión, ni sentimientos, ni corazón». La frase, escrita es mayúsculas en un trozo de madera oscurecida, clavado en la tierra mojada, suena a sentencia. Al lado, otro cartel más grande: «Se pide justicia». Y cientos de flores rosas, blancas y azules, peluches, una muñeca... Es el sentido y espontáneo recuerdo de los vecinos de Teo (La Coruña) en el segundo aniversario del asesinato de Asunta Basterra, la adolescente de 12 años y origen chino que apareció muerta el 22 de septiembre de 2013 en una pista forestal, a 17 kilómetros de Santiago de Compostela. El martes empieza el juicio contra sus padres, Rosario Porto y Alfonso Basterra, que adoptaron a la niña de bebé. Son los dos únicos acusados y piden para ellos 20 años de prisión.
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En el tribunal se sentarán uno frente al otro, porque los 370 días que han pasado juntos en la cárcel de Teixeiro ella fue detenida el 24 de septiembre, tras el funeral; él, al día siguiente les han separado más que el divorcio que habían firmado antes de la muerte de la pequeña. No han pedido ningún vis a vis, hace más de un año que no se escriben cartas, Rosario ha vuelto a poner sola la esquela en los periódicos (Asunta Yong Fang. In memoriam. Te querré siempre. Mamá) y sus abogados se miran de reojo.
«No tienen el mínimo contacto», asegura Alberto Mahía, periodista de La Voz de Galicia, que sigue de cerca el proceso y sitúa «la ruptura» de la pareja en el verano de 2014, cuando los letrados de ambos presentaron los escritos de defensa y Alfonso Basterra descargó las sospechas sobre su exmujer: aseguró que el día del crimen Asunta estuvo con su madre y que él jamás administró Orfidal a la menor (el padre de Alfonso Basterra dijo en televisión que sospechaba de su nuera). La niña fue maniatada y murió por asfixia después de haber tomado una dosis masiva de tranquilizantes. Una pareja encontró el cuerpo de madrugada en una cuneta. Sus padres habían denunciado en comisaría la desaparición tres horas antes.
Con tele en la celda
Rosario y Alfonso, que hasta el asesinato de Asunta Basterra seguían siendo vecinos, se han quedado completamente solos «No tienen a quién llamar. Él tiene un hermano y una hermana... pero nada, y ella es hija única. Dicen que al principio la visitaba una amiga, pero esa amistad también se rompió. Toda la sociedad compostelana les ha dado la espalda. Solo les visitan sus abogados».
A él le defiende María Belén Hospido, una profesional discreta que no suele tratar con los medios, se excusan en su bufete. A ella la representa José Luis Aranguren, más famoso, más mediático y más caro. Está «volcado» con su defendida: «Rosario está peor que nunca», alerta. Y eso que su periplo carcelario no ha sido tan duro como el de su exmarido. Mentalmente ella es más fuerte.
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Las reclusas la apodaron la diabólica porque al principio «mostraba cambios repentinos de humor y pasaba enseguida de la risa al llanto». Además, tuvo un encontronazo con sus compañeras. Pidió por la vía oficial que la cambiaran al camastro de abajo de la litera, una cuestión que se resuelve generalmente entre las inquilinas de la celda. No la hicieron caso: la más veterana elige cama y ella acababa de llegar. Luego Charín (o Charito) cambió de estrategia. «Se ha ido ganando el apoyo de algunas presas con dinero y regalos. Si una reclusa le decía: ¡Qué bolso tan bonito!, ella se lo daba. Tiene mucha ropa de marca y ha ido repartiendo varias prendas caras que le traía su abogado a la cárcel, una pañoleta... También les ha ayudado económicamente con sus defensas», relata el periodista Alberto Mahía.
«No tuvisteis compasión»
La rutina de ambos es la de cualquier preso en régimen general: recuentos a primera hora de la mañana (se levantan antes de las ocho), a mediodía, por la tarde y por la noche (a las ocho y media ya están en la celda). Desayuno, comida y cena en horario europeo, talleres, deporte, patio... y un poco de esparcimiento, porque dicen que Rosario Porto se ha echado novio, un colombiano que lleva diez años encerrado y con el que charla de arte y música clásica.
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Alfonso Basterra, en cambio, está condenado casi al ostracismo. Apenas habla con los demás presos y emplea el tiempo escribiendo sus memorias. «Se vino abajo en la cárcel, le pusieron el protocolo antisuicidios y le han dado varias palizas. Hace cuatro o cinco meses, un preso del Este, un tipo fuerte pero tranquilo, se cruzó con él por el pasillo y de repente le golpeó». A Basterra le han cambiado de módulo varias veces por amenazas y ahora ocupa el más tranquilo, con presos mayores o con condenas por violencia de género. Ocasionalmente ha estado solo en la celda, pero la mayor parte del tiempo ha tenido compañía.
También ella. La primera compañera de celda de la madre de Asunta fue una pobre mujer acusada de matar al marido, un monstruo que la llevaba maltratando toda la vida. Luego la pusieron otras, siempre reclusas de perfil bajo, condenadas por tráfico de drogas la mayoría, tranquilas, poco peligrosas. Pese a la vigilancia, en agosto Rosario fue hallada en su cama agarrada a una foto de su hija. «Había tomado unas pastillas, parece que fue un amago de suicidio pero nadie se lo creyó», desconfía Mahía.
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Este supuesto intento de acabar con su vida tuvo cierto eco en la televisión. «Ella tiene una en su celda. Lo único que hacen es capar los aparatos electrónicos para que no puedan introducir dispositivos que les permitan comunicarse con el exterior». Rosario Porto y Alfonso Basterra saben lo que dicen los medios de comunicación sobre ellos, y será raro que el jurado no haya leído o escuchado nada sobre un caso tan mediático. «No hay semana en la que no se hable del asunto. Siempre ha estado en los papeles», confirma el periodista gallego Xurxo Melchor.
Problemas con el jurado
En las calles de Teo el asesinato de Asunta sigue todavía «muy presente». «Ya no es como al principio, pero claro que hay interés ahora que va a empezar el juicio. Ayer una clienta comentaba que pedían veinte años para los padres y le parecía poco, si es que lo hicieron ellos...», desliza la dueña de una peluquería de este municipio gallego de poco más de 18.000 habitantes.
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La culpabilidad o la inocencia de los padres de Asunta la decidirá el jurado popular que escuchará a los 84 testigos y los 60 peritos llamados a declarar en este juicio, que arranca el 29 de septiembre y se prolongará durante cuatro semanas. En realidad ya tenía que haber terminado: estaba fijado para el 23 de junio, pero hubo que suspenderlo al no poder formar el jurado. Se seleccionó a 36 personas, pero 2 no fueron localizadas y 19 presentaron «recusaciones o excusas». Los 15 restantes no eran suficentes, ya que se exige por un mínimo de 20, de los que al final se escogen 11.
Ahora hay 26 candidatos para integrar el tribunal popular, una fórmula recogida en la legislación española desde 1995 para resolver ciertos delitos, entre ellos el asesinato, que es de lo que el juez instructor del caso, José Antonio Vázquez Taín (el del Códice Calixtino), acusa a Rosario y a Alfonso.
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A los que finalmente vayan a decidir el futuro de los padres de Asunta se les exige que no estén contaminados, un requisito que parece casi imposible. «¿Pretenden que haya alguien que no haya comentado este caso durante el café o haya leído algo en los periódicos?», cuestiona Conrado Gallardo, presidente del Foro Judicial Independiente. No se pretende tanto, pero sí que no tengan una idea formada sobre la culpabilidad de los acusados. Ellos siempre han mantenido que son inocentes.
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