El zapatero que cierra harto del «¿no me cobrarás mucho, verdad?»
José Antonio Conde cierra este mes su establecimiento de reparación de calzado por la costumbre del «usar y tirar», el aumento de gastos («pago más impuestos que Netflix») y «quemado por el trato con algunos clientes»
Tiene 59 años, aprendió el oficio de zapatero muy joven junto a su padre y abrió su negocio de reparación de calzados en la avenida Isabel II de San Sebastián hace seis años tras pasar por otras ubicaciones. José Antonio Conde repasa con rapidez y cierto amargor su trayectoria profesional y los motivos por los que cerrará su tienda a finales de este mes. Un gran cartel rojo en su escaparate expone a los vecinos el qué y el por qué de este cierre que generará un local más a pie de calle con la persiana bajada. «Me encanta este trabajo, pero no hay forma de compensar los gastos y si te suben un poco más la renta del local ya es imposible», confiesa.
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Pero tras esta decisión hay mucho más, sobre todo desencanto. «Las costumbres han cambiado y la industria del calzado también». Recuerda con precisión fechas, materiales y precios para concluir que los fabricantes han bajado «mucho» la calidad de zapatos, zapatillas y botas. «Hay personas que esperan que unas de menos de 10 euros les duren unos meses y no puede ser, y hay quien se gasta 70-80 euros en calzado que cree bueno y tampoco le dura... ni en las zapaterías buenas los venden porque no saben ni lo que les traen, los fabricantes abusan del plástico», explica.
Zapatos baratos, reparaciones caras
Los zapateros, según señala, están al final de la cadena y pagan por pecadores. «Cuando nos llega calzado barato la reparación te puede costar más y si el cliente lo ha pagado caro le parece excesivo que les cobre 20 o 30 euros y le da igual que le garantice que le aguantarán cuatro o más años», lamenta José Antonio. «La gente no quiere gastar en reparar, prefiere lo de usar y tirar o tiene otras preferencias porque a quien les hace las uñas o a un camarero no le cuestionan por lo que les cobran como me pasa a mí a veces», afirma mientras atiende a algunos clientes que entran a su pequeña tienda del barrio de Amara.
La pandemia del Covid-19 supuso para Conde un punto de inflexión. «Comenzó a venderse más calzado deportivo pero bajó la calidad mucho, después ha venido lo de la subida de gastos, ¿cómo puede ser que pague yo más impuestos que Netflix?». También se queja del incremento de las rentas de los locales y que los clientes acudan en masa a comprar a grandes superficies y a grandes plataformas digitales. «Así, es imposible para los pequeños, normal que las calles se vacíen de negocios, nos están asfixiando», dice.
No oculta José Antonio que se siente además «quemado» con parte de la clientela. «Quizá me involucro demasiado, lo quiero hacer muy bien, les doy explicaciones... pero hay un momento en el que no compensa y no entiendo por qué pagamos un dineral sin pestañear por otras cosas y a otros gremios y a nosotros se nos cuestionan los precios». A las puertas de los 60 años no le queda otra que dar un nuevo giro a su vida y cerrar este negocio.
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El texto del cartel del zapatero de Amara
Estimados clientes, estas líneas van dirigidas a aquellos clientes que han sabido valorar el trabajo bien hecho y a los que no también; por todo el tiempo y esfuerzo, por un oficio que por generaciones me enseñó mi padre y que con respeto y devoción lo he desempeñado hasta el día de hoy, siempre a la última en cuanto a pegamentos, suelas, tintes, etc.. Como saben llevamos viviendo una crisis hace tiempo, uno de los motivos es por la mala calidad del calzado y su bajo precio de venta, que hace que el cliente no traiga nunca a reparar ese calzado por un buen arreglo cuesta más que el propio calzado. Así perdemos dinero. Otro motivo es la continua subida abusiva de impuestos, sobre todo a los autónomos, y la renta del local. Y el último motivo, un poco más personal pero no menos importante para mí, es la continua frase que escucho casi todos los días, «pero, no me cobrarás mucho, verdad?» Cuando vamos a un restaurante no le preguntamos lo mismo al camarero, ¿no? ¿cuando nos hacemos las uñas tampoco, no? Porque estas dos cosas duran poco, en cambio mis arreglos duran entre cuatro y ocho años... pero son prioridades... En fin, no me extiendo más, pero estas cosas hacen que me desmotive en mi oficio cada día más, hasta el punto de que muy a mi pesar, tengo que cerrar la puerta de mi negocio para siempre, sintiendo pena por personas que he conocido, tanto buenas como no tan buenas, personas que me han hecho muchos regalos por mi buen trabajo. GRACIAS. A todos gracias por haber aportado ese granito de arena para que yo pudiera continuar todo este tiempo y también disculparme si en algún momento no he tenido los trabajos hechos a tiempo. Un placer. José Antonio (zapa).
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