Lamp termina un bolso con su máquinade coser, una vieja pero bien conservada Alfa.Estamos en la calle San Francisco. Hace sol. IÑIGO ROYO

Ciudadanos | Lamp Faye

«Tengo mucho sol, mucho color en mi cabeza; no me lo guardo, quiero sacarlo»

El primer costurero de Dakar con tienda propia y taller de confección en nuestra ciudad

Begoña del Teso

San Sebastián

Miércoles, 27 de agosto 2025, 06:10

Último lunes de agosto. Mediodía en la calle San Francisco. Al lado de la heladería Papperino y de Sukalde. Cerca de la iglesia, frente a la plaza Cataluña. Lamp Faye, costurero de Dakar, hermano de Alin Badara que hace unas pulseras hermosísimas de hueso y madera, ha sacado ya sus colgantes, sus sombreros, sus pantalones (diseño propio) al sol. Dentro de su tienda taller Sen-Africa se toma un café Touba, ceremonioso, azucarado, riquísimo, en compañía de Moustafá Diop, un amigo que parte pronto para Albacete. Estamos en la zona con mayor porcentaje de senegaleses por metro cuadrado. El restaurante Mapenda de Lat Mbaye no queda lejos. Tampoco el taller informático de Eric. Charlamos. En la etiqueta de los bolsos, pantalones y vestidos, junto al nombre de Sen África, el dibujo de una máquina de coser, una Alfa. Charlamos.

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– ¡Color! Se diría que todos los colores de África estuvieran concentrados en esta tu tienda-taller.

– Sí, he traído desde Senegal todo el sol que se refleja en el Lac Retba, el lago salado que queda a unos 35 kilómeros de nuestra ciudad.

«No puedo estar sin hacer cosas, no me gusta aburrirme. Si no coso, toco la kora o el yembé. O pinto. Voy al bazar chino, compro un juguete para niños, una especie de bastón de plástico, y me fabrico una flauta»

– ¿Ese que el alga Dunaliella salina vuelve rosa porque fabrica un pigmento rojo para absorber la luz del sol?

– Ese lago, sí. El rosa de sus aguas es uno de los colores que tengo en la cabeza, de los que me he traído de África y que no quiero que se me queden dentro. No quiero guardarlos, quiero convertirlos en ropa, en abanicos, en gorros. Quiero sacarlos a la calle. Quiero que os vistáis con ellos, con los colores brillantes y llamativos de África. Colores que transmiten alegría, la luz de un continente.

– Orgullo también diría yo, orgullo de ser africano.

– Claro que sí. Quiero que conozcáis la riqueza del arte, de las artes, de África. Por eso tengo también máscaras tradicionales en las paredes. Por eso en el escaparate hay un yembé.

– ¿Ese tambor, ese instrumento de percusión dicen que creado por herreros que poseían ciertos poderes, hecho de piel de cabra y madera de mahogany? ¿Lo tocas tú?

– Lo toco. Allá en Dakar tenía un grupo de música. Aquí todavía no. También toco la kora, que tiene 21 cuerdas y una cubierta hecha de una calabaza ahuecada que se recubre con piel de cabra. Hago muchas cosas porque no quiero estar sin hacer nada. Cuando no coso preparo ¡abanicos!. Tradicionales de Senegal. No son como los vuestros. Y si no, pinto. Mira este cuadro de un rojo amanecer. O anochecer. Y en este, inacabado, alguien va solo por un camino, casi una carretera. Las farolas están apagadas porque ya es de día pero la luna, redonda, sigue ahí.

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– ¿Te pusiste a coser cuando llegaste aquí o eras ya costurero en Dakar?

– Siempre lo he sido. Cuando vine trabajé en un restaurante pero yo no quería eso. Yo quería hacer lo que siempre he hecho, coser. Y lo he conseguido, aquí estoy. Trabajando con estas telas de algodón.

– Se llaman Wax,¿verdad? y son un tejido de algodón estampado con acabado de cera. Dicen que en realidad provienen de Indonesia y los Países Bajos pero los hicisteis vuestros, como los marroquíes convirtieron el té chino en té moruno a la menta...

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– Son absolutamente nuestros. Como lo son los llamados bogolan o los kente. Y fueron las mujeres las que crearon este universo de vestidos, blusas, pantalones cargados de sol, colores y luz. Cuando se ponen por primera vez resultan algo duros. Basta con meterlos en agua para que se ablanden. Te he dicho que son telas de luz y alegría. También de felicidad. Somos felices en África.

– ¿Seguro?

– Sí. Hay problemas y la gente se va. Sin embargo te aseguro que en mi país, hemos mejorado. Lo peor suelen ser los gobiernos pero tras las protestas y la represión, nuestro nuevo presidente, Bassirou Diomaye Faye, ha prometido un cambio radical.

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–Felicidades. Es joven, de izquierdas, panafricanista. Ah, gracias por el café. Es un honor tomar una taza de Touba en vuestra compañía.

– En mi país si eres buena persona todo el mundo te saludará en la calle aunque no te conozca. Te sonreirá. Te invitará a comer y luego, tras haberles dadolas gracias, podrás marcharte. Sin más. Las puertas quedan abiertas.

– ¿Y si no soy buena persona?

– Nada que hacer. Tú por tu lado y nosotros por el nuestro. Mejor no cruzarte con gente que no guarda ni colores ni luz en su cabeza, en su corazón. Yo me hago a un lado, yo no entro al lío.

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– ¿Cuándo te sientes muy pero que muy a gusto en tu tienda?

– Cuando viene alguien con una idea en la cabeza, una idea para hacerse una blusa, un vestido y me doy cuenta de que duda si yo seré capaz de diseñarlo, de cortarlo, de hacer el patrón, de coserlo. Entonces reconozco que me crezco. Porque sé, realmente sé, que voy a hacerlo incluso mejor de lo que él o ella pensaba.

– Orgullo de costurero africano.

– Algo de eso hay, sí. Me siento también muy a gusto sentado fuera de la tienda, viendo a los niños jugar. Al sol. En la plaza.

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