Sirimiri: Protección para las palmeras de Anoeta

El lector José Antonio escribe: «El viernes, a las 20 horas, dejé mi bicicleta en la esquina de Arrasate con Fuenterrabía, junto al contenedor de basuras y tú te la llevaste rápidamente. Pude encontrarme contigo perfectamente, pues fui al cajero de la esquina y no tardé ni 4 minutos en volver. Viste que estaba apoyada en su pata, con mi nombre puesto, personalizada con colores, con el bidón con agua y registrada en el Ayuntamiento. Devuélvemela, por favor, que ahora me es muy útil, y a ti poco dinero te van a dar por ella, pues has visto que es muy básica, de poco valor y con algunos años ya».

Nos envía estas líneas Miguelo Pérez: «Es muy curioso lo que pasa en algunos bares de Lorea y, supongo, en otros muchos barrios. La gente toma un cafelito y se apropia del DV durante 30 ó 40 minutos. Lo normal sería leerlo 10 ó 15 minutos y dejar que lo lea más gente. Yo les pondría un calambre que se activase al pasar un tiempo prudencial. Hay quienes, incluso, van en pareja y se lo leen todo. De la misma manera que si no eres suscriptor no te dejan leer toda la noticia... Pues eso, que el periódico, el DV, en los bares es para que todos podamos echar un vistazo, no para que solo lo lean unos pocos».

Expone Ignacio Javier Larrañaga: «En total desacuerdo con Santi Apaolaza en su artículo 'Verde Berio'. Las praderas de los jardines urbanos son ornamentales y requieren de siegas continuas para que permanezcan verdes y tupidas. Dejar la hierba que crezca sin cortarla produce el encañamiento de los tallos y el correspondiente amarilleo y lignificación de la planta. Al segarse queda una pradera amarilla como los campos de cereal después de la siega. Creo que el concepto de lo que la mayoría de la gente entiende por una pradera en el norte, no tiene que ver nada con lo que el señor Apaolaza plantea. Existe actualmente una corriente de naturalización de los espacios verdes pero pienso que esa filosofía puede ser aplicable en zonas más periurbanas y rurales y no en plena ciudad».

Señala Jose Mari: «Aplausos a la gestión que realizan los agentes municipales en el Txofre. Han venido estos días varias veces a levantar de los soportales a un vagabundo sucio y atemorizante que duerme en la plaza y deja sus cartones-colchón, desperdicios, basuras y bolsas de vete a saber qué como si fuera su dormitorio, durante todo el día. Sólo falta que le ingresen en algún centro y deje de convertir esta plaza del Txofre en una pocilga».

El lector S.D. se adhiere a «las quejas publicadas en DV durante los últimos días sobre los pisos turísticos. Los ciudadanos de Donosti tenemos la impresión de que por parte del Ayuntamiento existe un descontrol absoluto sobre las viviendas turísticas. Las molestias corren a cargo de los ciudadanos y los pingües beneficios, a cargo de estos nuevos rentistas del siglo XXI que se basan en la especulación y la falta de escrúpulos. Continúen ustedes por este camino que elecciones vendrán».