«Soy pobre, pero rico en amigos. Los vascos sois muy buena gente»
Ashok Lama RumbaDe Pokhara a Donostia detrás de un sueño pero sin perder de vista sus raíces nepalíes
Jorge F. Mendiola
Sábado, 27 de septiembre 2025, 07:18
De Pokhara, Nepal, donde hizo buenas migas con unos cuantos montañeros y turistas vascos. Ashok trabajaba como guía y gracias a la ayuda de su amigo donostiarra Txema Ramos y otros reunió el dinero para montar un hotel en su ciudad. Tan agradecido estaba que le llamó hotel Donosti y colocó una ikurriña en la fachada. Le iba bien hasta que la pandemia paralizó el mundo, llevándose sus ilusiones por delante. Entonces tomó la decisión de cumplir otro sueño: trasladarse a Gipuzkoa con su familia.
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– ¿Ya había venido a Donostia antes de mudarse?
– Muchas veces. La primera fue en 2015 y desde entonces intentaba viajar todos los años. Aquí veía a Txema y todos los amigos que había hecho en Nepal. Y aprovechaba para hacer promoción: 'Visit Nepal, beautiful Nepal. Bueno, bonito, barato', le repetía a todo el mundo.
«Tras la pandemia tuve que cerrar mi negocio en Nepal y me vine con mi familia. Ahora trabajo en el hotel Londres de camarero y preparo cócteles. Mi hijo pequeño, Amets, entiende nepalí pero si le hablas te responde en castellano o euskera. Y no quiero que olvide sus orígenes»
– ¿Qué le empujó a cambiar de aires?
– Yo tenía un buen trabajo, negocio propio. Pero en Nepal las condiciones para los niños no son las mejores. No hay médico, ni educación, ni jubilación... Hay que pagar por todo.
– Su vida no habrá sido fácil...
– He pasado por muchas cosas. Trabajo desde los 13 años. Cuando llegué a San Sebastián no tenía visado y estuve unos años como ilegal. Sufrí bastante. Sabía que sería duro, un país nuevo, una cultura diferente, el idioma, la comida... Era cambiar totalmente de vida. Pero solo miraba por el futuro de mis hijos. Yo siempre digo que soy pobre, pero rico en amigos. Los vascos sois muy buena gente.
– ¿Cómo salió adelante?
– Mientras conseguía regularizar mi situación hice un montón de cursos: de vinos, de hostelería... Aprendí castellano y también algo de euskera. Cuando me dieron los papeles hice una entrevista en el hotel Londres y, tras unos meses de prácticas, me contrataron. Tengo mucha experiencia en hostelería y quería trabajar en un hotel elegante.
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– ¿A qué se dedica?
– Soy camarero, preparo cócteles... Los jefes me dicen que soy un máquina, un crack. Querían un trabajador como yo.
– ¿Y su mujer?
– Ella está estudiando castellano, pero es más tímida que yo y le cuesta soltarse. De momento, tiene un empleo a media jornada porque también cuida a los niños.
– El pequeño se llama Amets...
– Cuando iba a nacer, le pedí a mi amigo Txema una lista de nombres en euskera con su significado. Me envió como cien y nos gustó Amets, sueño. Ya ha cumplido 11 años.
– Será casi más donostiarra que nepalí...
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– Entiende su lengua materna, pero no la habla. Le preguntas y te responde en castellano o euskera. Me dice: 'Aita, no quiero volver a Nepal. Solo de vacaciones'. Vivimos en Amara, va al colegio en Riberas de Loiola... Para nosotros, todo aquí es perfecto.
– ¿Y la mayor?
– Akriti tiene 18 años y quiere ir a la universidad.
– ¿Le apena que empiecen a olvidarse de sus orígenes?
– No quiero que eso ocurra. En Donostia vivimos más de 150 nepalíes, están naciendo niños y es importante que conozcan su cultura, sus tradiciones.
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– Han creado una asociación para fomentar el espíritu de comunidad.
– Todo comenzó cuando una compatriota falleció en Bilbao y quise ayudar a la familia en la repatriación, que es un proceso complejo y costoso. Contacté con otros nepalíes porque sentía la necesidad de ayudar a los demás como me habían ayudado a mí mis amigos de Donostia.
– ¿Y qué se encontró?
– Gente que parecía triste, que se pasaba la vida yendo de casa al trabajo y del trabajo a casa. No socializaban ni se comunicaban. Por eso me decidí a impulsar la Asociación Cultural Donostiako Nepaliak (ACDN).
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– Y le tocó ser el presidente.
– Hicimos varias reuniones y vinieron unas 70-80 personas. Algunas llevan aquí 15 o 20 años, mucho más tiempo que yo. Todos me animaban a seguir adelante pero nadie quería asumir la responsabilidad, así que me puse al frente de la asociación.
– ¿Es verdad que le ha entregado una carta al alcalde?
– Sí, sí. Coincidimos en un acto y me contó que él de niño también fue a Ikasbide, como mis hijos. Charlamos unos minutos y me dijo que si podía ayudarnos en algo, estaba a nuestra disposición.
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– ¿Qué le pidió?
– En la carta le explicaba lo de la asociación y nuestros objetivos. Queremos celebrar nuestras fiestas más arraigadas y queridas, Dashain y Tihar –como las Navidades aquí–, para que nadie llore ni esté triste porque no puede reunirse con su familia, que está lejos en Nepal. Pero para eso necesitamos un local.
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