Una joya industrial oculta en Igara
El almacén diseñado por Peña Ganchegui para la Distribuidora Farmacéutica de Gipuzkoa utiliza bloques de vidrio moldeado para la construcción de la fachada
Ana Azpiri Albistegui / Mario Sangalli
Lunes, 27 de febrero 2023, 06:59
Uno de los rasgos más significativos de la arquitectura de vanguardia en el siglo XX fue el ascenso de lo industrial a la consideración de arte. En el siglo XIX, a pesar de la incorporación de nuevos materiales como el hierro, el hormigón o el vidrio, una fábrica era un edificio de segunda que había que cubrir con una máscara de ornamentos para hacerlo presentable. En el siglo XX, en cambio, desde que los grandes silos de hormigón y las fábricas americanas fueran elevadas al Olimpo en 1913 por Walter Gropius, la arquitectura industrial pasó a convertirse en uno de los temas más significativos del Movimiento Moderno.
La importancia de la función, el uso de una geometría sin concesiones, la ausencia de ornamentos y el empleo sin limitaciones de los nuevos materiales, generaron una situación única que permitió a los arquitectos audacias formales espectaculares. En el País Vasco en general, y en Gipuzkoa en particular, ese cambio de planteamiento se hizo notar especialmente después de la guerra de 1936. Mientras los arquitectos del régimen proyectaban edificios públicos y residenciales que evocaban la España imperial de El Escorial, las fábricas se construían 'a lo moderno' porque los empresarios así lo demandaban. Los edificios de Lambretta o Alfa en Eibar, SAPA en Andoain, SACEM en Villabona, la Nueva Cerámica en Orio y otros muchos son descendientes del Movimiento Moderno y su aspecto vanguardista expresa la presencia de una industria puntera que está al día del progreso tecnológico. El papel asignado a la edificación fabril se irá normalizando con el pasar de las décadas, hasta integrarse el tema industrial de forma natural en el repertorio de los arquitectos, que abordarán su diseño como el de cualquier otra temática.
En este contexto debemos contemplar el almacén de la Unión Farmacéutica Guipuzcoana de Igara (Donostia, 1973), proyectado por Peña Ganchegui. Se trata del segundo encargo que recibió del mismo cliente (una distribuidora de productos farmacéuticos) para el mismo cometido (una nave de almacenamiento) tras el almacén realizado en Eibar en 1971. De aquel precedente hereda su elemento más característico, al que recurrirá con frecuencia en obras posteriores: la utilización de bloques de vidrio moldeado para la construcción de la fachada, siguiendo trazados curvilíneos a veces en planta y otras en sección. Combinado con perfiles de acero y elementos de hormigón, el cerramiento vítreo conforma un zócalo traslúcido, articulado mediante inflexiones motivadas por la organización funcional, que le confieren un perfil orgánico. El plinto resultante sirve de apoyo a dos lucernarios que completan con luz cenital la iluminación de las fachadas, llenando de luz difusa el ambiente interior de día y convirtiendo el edificio en un icono luminoso al atardecer.
La luz, protagonista
La luz es, sin duda, la gran protagonista de la UFG de Igara. Una luz envolvente y purificadora que crea una atmósfera saludable y protectora, coherente con el propósito de almacenar productos de farmacia. Reforzando esa idea de ofrecer un entorno controlado, su limitado repertorio de materiales reduce la gama cromática al blanco y el gris, presentes en azulejos, vidrios, hormigón y elementos metálicos. Pero lejos de resultar monótona, la propuesta ofrece a ambos lados del cerramiento un paisaje rico y variado, pautado por elementos de factura industrial que adquieren, en manos de Peña Ganchegui, una dimensión cuasi escultórica. Su interior minimalista, vinculado tanto a Mies van der Rohe como a la arquitectura japonesa, contrasta con la imagen brutalista de la fachada, resultado de un expresionismo volumétrico y material que el autor despliega con singular personalidad.
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Descripción almacén de productos farmacéuticos, resuelto con una combinación de formas y materiales que lo alejan de una concepción banal de la arquitectura industrial. Con una superficie edificada por debajo de la disponible para la parcela, su reciente venta podría suponer la desaparición de este valioso elemento del patrimonio arquitectónico vasco.
La inspirada combinación de materiales, intenciones formales y concepciones espaciales que utilizó Peña Ganchegui en la UFG de Igara dio lugar a uno de los episodios más interesantes de la arquitectura industrial española, reconocido con una amplia difusión en los medios especializados, seleccionado para la exposición sobre la Arquitectura Española de los 35 primeros años de democracia, e incluido en el registro del DoCoMoMo como una de las obras representativas de la arquitectura moderna en la Península Ibérica. Medio siglo después de su concepción, la joya industrial de Igara agoniza deteriorada y fuera de contexto, rodeada de un entorno que no ha sabido encontrar ni la escala ni la calidad de su insigne vecino.
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