La historia de la barandilla, de un vistazo
Hay un lugar en la ciudad, junto al palacio de Miramar, desde el que pueden contemplarse los tres modelos que han rematado el paseo de La Concha a lo largo de los años
La barandilla de La Concha es un icono de San Sebastián. Diseñada por Juan Rafael Alday y estrenada en 1910, se ha convertido en una imagen reconocida internacionalmente y el objeto más fotografiado por los turistas. Sin embargo, no es la primera barandilla que remató el paseo, ya que antes hubo otros dos modelos, no tan exuberantes, de los que todavía hoy se conservan tramos originales. Hay un único lugar en Miraconcha, junto a la entrada al palacio de Miramar, desde el que es posible contemplar las tres de un vistazo.
Jon Etxezarreta, miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, ha buceado en el Archivo Municipal en busca de datos sobre la barandilla primigenia, la más desconocida y de la que menos referencias y documentos gráficos existen. Según cuenta, esta barandilla blanca, austera y de hierro fundido, está compuesta por dos barras finas horizontales y empalmes con piezas redondeadas más gruesas de elaboración sencilla. Corresponde con la balconada o balcón de hierro que, «por vía de muestra y a iniciativa propia», colocó en 1882 don Ulpiano Campión en los miradores de lo que sería el actual Balcón del Bicentenario «para evitar desgracias por algún posible accidente al carecer de pretil de protección». En 1889, ante el interés por su mantenimiento manifestado por el Ayuntamiento donostiarra, la cedió como donativo por las 50 pesetas que costó su instalación. La barandilla también se dispuso en otros puntos del litoral como el paseo de Salamanca y el Paseo Nuevo.
Las reliquias originales, montadas en 1890, perduran desde entonces en tres tramos de escaleras que suman unos 100 metros en total, así como en un enclave concreto del paseo de la Fe situado sobre Miraconcha que ocupa otros 30 metros de longitud. «Y no se localiza en ningún otro lugar», advierte.
De la primera barandilla, instalada a partir de 1882, se conservan tramos en escaleras y miradores que suman 130 metros
José Goicoa, arquitecto municipal, fue el autor del segundo diseño, que se empezó a colocar en 1895 y hoy luce en el Urumea
En concreto, uno de los tramos está situado en las escaleras más cercanas al palacio de Miramar por su puerta oriental, que antiguamente conectaban la zona peatonal de Miraconcha con el paseo de La Concha. Este acceso hacia la playa se tapió y condenó en 1988 y se reconvirtió en un pequeño mirador.
El segundo de los tramos con barandilla original son las escaleras que acceden desde la zona baja del paseo de Sanserreka al trecho peatonal del paseo de Miraconcha, y que tiene conectados ramales de barandilla más moderna. El último tramo con barandilla primigenia serían las escaleras que van desde Miraconcha al paseo de Duque de Baena, a la altura de la entrada al tramo peatonal de acceso a la puerta oriental de Miramar, y precisamente donde comienza el paseo de Sanserreka.
El paseo de los Baños
Etxezarreta relata cómo la barandilla ancestral del recién urbanizado sector occidental del entonces llamado paseo de los Baños –entre La Perla y el túnel del Antiguo– fue sustituida de forma paulatina. Primero, por un murete de mampostería de protección –al menos desde 1893– similar al resto del paseo de La Concha, para proseguir con una barandilla de color verde asegurada a ese pretil base, dotado cada cierta distancia de pedestales de sujeción, sobre los que se erguían artísticas jardineras de hierro fundido, también de color verde. Diseñada por José Goicoa, arquitecto municipal entre los años 1870 y 1909, se colocó en el paseo de La Concha en 1895, mientras que la barandilla original quedó relegada a los miradores salientes del paseo y a las escaleras o rampas de acceso a la playa expuestas al oleaje. Esta segunda barandilla, al ser sustituida por la actual, se trasladó entre otros lugares al paseo de Francia, así como al tramo peatonal de Miraconcha, donde permanece desde entonces.
La barandilla vigente, que representa dos círculos concéntricos que adornan varias coronas de laurel –«la más emblemática de las tres»–, se instaló por tramos entre los años 1910 y 1920 por todo el paseo de La Concha, desde el Náutico hasta el túnel del Antiguo, y posteriormente también en la zona de Ondarreta, cerca de Miramar (1929) y al lado de la rampa del Tenis (1949), así como en diez pequeños miradores del paseo de Miraconcha. «Eran los años en que la ciudad vivía el apogeo de la Belle Époque y la reina María Cristina acudía a veranear a San Sebastián», cuenta Etxezarreta.
El Ayuntamiento decidió renovar todo el frente playero, con un proyecto integral de remodelación del paseo de La Concha, y encargó su diseño a Alday, arquitecto municipal entre 1909 y 1950. La ampliación del paseo –incorporando el voladizo sostenido por 96 columnas– fue sufragada por la Junta para el Progreso de San Sebastián, financiada en parte con los beneficios del juego en los casinos de la ciudad y costó 5.700 pesetas. El rey Alfonso XIII presidió la inauguración oficial en 1916.
«El Peppuc debería proteger también los diseños anteriores»
El catálogo municipal de patrimonio (Peppuc) otorga a la barandilla de La Concha, diseñada por Juan Rafael Alday, un grado F de protección, consideración que «debería extenderse también a los dos modelos anteriores, la segunda barandilla de José Goicoa (1895) y la original de 1882», advierte Jon Etxezarreta, miembro de Aranzadi y autor de un trabajo de investigación sobre la materia, quien agradece al concejal de Mantenimiento Urbano, el socialista Miguel Ángel Díez, su empeño en preservar las reliquias existentes en las mejores condiciones. La barandilla de Alday está reconocida como un elemento de interés urbano relevante. Así, la Guía de Arquitectura de Donostia-San Sebastián (Arsuaga & Sesé, 1996) y que publicó el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro le prestaba atención dentro del conjunto dedicado al paseo de La Concha, La Perla y la Caseta Real de Baños.
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