Un hibisco en el balcón

Si echa un vistazo a los balcones o terrazas cercanos y además admira las plantas, podrá ver que desde el pasado domingo algo ha cambiado ... en ellos. De repente han aparecido nuevos ejemplares que no solo advierten de que fue la celebración del Día de la Madre, sino también que la primavera está en plena explosión de colores. Si ve un hibisco naranja, sí, el de las flores que llevaban las hawuaianas en el pelo, es el mío. Sin embargo, llama la atención que los jardines de la ciudad no hayan tenido el mismo efecto que el Día de la Madre, pese a que no hay nada como pasear entre parterres floridos, cerca de un verde en el que crecen variedades que sirven para levantar el ánimo. Y eso que pasear por las calles donostiarras necesita algún tipo de estímulo, porque ver tantos locales con las persianas cerradas, ver tanto 'se vende' y tanto 'se alquila', enmana una tristeza difícil de consolar. «Mira, 'Crinda' sigue abierto», dice una mujer con una alegría que da la sensación de que está a punto de celebrarlo con champán. La mítica tienda de caretas y disfraces de toda la vida sigue ahí en la zona de Reyes Católicos, imperturbable, resistente a los malos tiempos, pendiente de los cumpleaños, sin carnavales cerca. Y sobre todo rodeada de escaparates sin vida, tristones, con pinta de no tener futuro. Puede que no sean hibiscos, pero pongan flores fuera.