Grafitean el protegido caserío Katxola un día después de limpiarse de pintadas sus fachadas
El monumento vasco, edificio con grado A en el Peppuc, fue repintado el lunes de blanco y agredido de nuevo en la noche del martes al miércoles
Hastío e indignación. Tanto el Ayuntamiento como la asociación de vecinos de Aiete comparten una sensación de impotencia ante el nuevo ataque sufrido por el ... caserío Katxola. No es una agresión más. Esta histórica construcción está catalogada como monumento del País Vasco y cuenta con la máxima protección urbanística municipal (grado A en el Peppuc). El año pasado la Guardia Municipal llevó al juez a los autores de un grafiti similar. Los vecinos del barrio creen que los atacantes viven en las inmediaciones y son los mismos que actuaron el año pasado. El lunes los servicios de limpieza borraron las pintadas y estas no han tardado en volver ni 48 horas.
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«Esto es indignante, una vergüenza», declaró ayer el concejal de Mantenimiento, Miguel Ángel Díez, «parece que les ponemos el folio en blanco para que vuelvan a pintar de nuevo». El trabajo de lijar, imprimar y aplicar dos capas de pintura plástica se realizó el lunes por el Servicio de Mantenimiento de Edificios. La factura fue de 732 euros. Pero hay cosas peores que el coste: la sensación de que no merece la pena restablecer la imagen de este edificio porque a la primera de cambio vendrá alguien con un aerosol a mancharlo de nuevo.
La ubicación realmente recóndita de este caserío lagar y el escaso tiempo transcurrido desde su limpieza hasta la nueva agresión hacen pensar a los vecinos que los autores viven en las inmediaciones, vieron cómo se restauraban las fachadas y actuaron nada más terminar de recuperarlas. En la asociación Lantxabe piensan, incluso, que los autores podrían ser los mismos que fueron detenidos hace un año en una agresión parecida. «Fueron puestos a disposición de la jueza, pero no sabemos nada más, ni sus nombres ni si les condenaron por estos hechos», señalaron fuentes del colectivo.
En el Ayuntamiento tampoco pudieron informar sobre el caso. Cuando están implicados menores las reservas a informar aumentan. Lo que sí ha podido saber DV es que entre las medidas que se barajaron aplicar a los grafiteros estaba la de repintar las fachadas del caserío, una medida que finalmente se descartó por los «riesgos laborales» en que podían incurrir los menores.
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Pero lo de aplicar pintura más que un riesgo parece una disciplina que dominan a la perfección. En las inmediaciones de Katxola hay un frontón municipal que ha sido restaurado ya «tres o cuatro veces». Hoy es casi imposible distinguir la chapa entre tanta pintura. Cunde el desánimo tanto entre los usuarios de las instalaciones como en los servicios de limpieza y en los propios vecinos.
El pasado mes la cifra de grafiteros detenidos ascendía a 44 desde comienzos de año. La Guardia Municipal les aplica la Ley de Seguridad Ciudadana, e impone multas a partir de 600 euros. Si además incurren en alguna figura delictiva (daños) inicia un procedimiento penal. El problema es que hay que cogerles in fraganti.
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El caserío Katxola se construyó en el siglo XVIII y es desde 1996 bien cultural con categoría de monumento. Entre 1999 y 2000 se trasladó desde el paseo Oriamendi a la cercana calle Paraíso. En 2002 se cedió su uso a la asociación de vecinos de Aiete que lo ha utilizado como centro cultural y desde 2010 sirve como centro de producción y interpretación de la sidra conectando con sus orígenes como caserío lagar.
«Estamos desmoralizados; no se puede hacer nada»
Es una de las joyas del barrio y los vecinos lo tienen en mantillas. Lograron su catalogación como bien cultural con categoría de monumento y después pelearon para su restauración y recuperación como centro de interpretación de la sidra. La asociación Lantxabe ha utilizado Katxola desde 2002 como centro cultural y, tras la construcción de la casa de cultura bajo los jardines del Palacio de Aiete (2010), se ha volcado en la capacidad del caserío para mostrar cómo se produce la sidra.
Así, se explica cómo el presidente de Lantxabe, Félix Pérez, sienta el nuevo ataque a Katxola «como si hubieran grafiteado mi casa». «Sentimos impotencia. Tenemos la sensación de que actúan con plena impunidad. Les detienen y lo vuelven a hacer».
Los vecinos sospechan que «son chavales de por aquí» porque nadie de la otra punta de la ciudad se ha enterado de que el caserío ha sido repintado por los servicios municipales. «¿Qué grafitero va a venir hasta Katxola a pintar? Esto lo ha hecho alguien de por aquí». Y hay una convicción de que «deben ser los mismos que detuvieron hace un año, porque las pintadas son idénticas a las de entonces». En el barrio «no sabemos quiénes son» pero las sospechas apuntan a grupos de menores de edad que se juntan en las inmediaciones para hacer botellón y que merodean por la zona del anfiteatro.
«Lo que hacen con el frontón es tremendo. Lo restauran y lo vuelven a grafitear. También han pintado el topaleku... Tengo tan baja la moral que ya no sé si se puede hacer algo. Se ríen de la legalidad. Estoy muy desmoralizado. Tiro la toalla».
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