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Vista del Gran Casino, en 1900, y delante junto al mar la piscifactoría donde pocos años después se levantaría el edificio que hoy conocemos.

Un club ligado al devenir de la ciudad

Real Club Náutico de San Sebastián ·

Un libro recoge sus 125 años de historia, testigo de momentos políticos, sociales y deportivos clave

Dani Soriazu

San Sebastián

Lunes, 24 de enero 2022, 06:51

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La crónica de los 125 años de historia que acumula a sus espaldas el Real Club Naútico de San Sebastián es también la de la Donostia de finales del XIX y del pasado siglo XX. El devenir de la entidad, con el edificio racionalista de Aizpurua y Labayen como su máxima expresión, también refleja distintos momentos políticos, sociales, económicos y deportivos que ahora han sido recogidos en un libro escrito por José María Urkia Etxabe.

La fundación. El relato, que se nutre de las actas del propio club y otras fuentes documentales, comienza con la fundación del mismo en 1896 por un grupo de balandristas. En aquel entonces San Sebastián ya despuntaba como centro neurálgico del veraneo en España y gozaba de la simpatía de la familia real y las élites políticas, económicas y culturales del país. Destacaba su urbanismo, su clima, el paisaje, sus casas de baños... Y también el empuje de actividades deportivas como la náutica –la tradición de regatas en La Concha era importante desde 1891– donde el club encuentra el germen de su creación.

Años gloriosos. «Aquellas primeras décadas del club fueron muy brillantes», asegura Urkia, quien consigue retratar una Belle Epoque en Donostia se prolongó hasta los años 30. En el libro se describe cómo los efectos de la guerra de Cuba y la crisis colonial de 1898 fue aprovechada por San Sebastián para su promoción, con la contribución del club náutico, para que la gente estuviera entretenida. Al año siguiente recibiría la protección de la Corona con la concesión del título de Real Club Náutico. Esos años, con el apoyo institucional del Ayuntamiento y el económico del casino, alcanzó un nivel elevado de fama a nivel internacional por la organización de todo tipo de eventos (regatas de vela, de remo, canoas automóviles...) y su intensa actividad social.

Una fotografía antigua de 1909 en la que se ve a los 'Yachtmen' en el salón del RCNSS. ARCHIVO RCNSS

La Gran Guerra. El veraneo donostiarra y el club capearon el efecto la I Guerra Mundial y la mal llamada 'Gripe Española'. La primera, pese a que asoló Europa, fue momento de cierta explosión cultural y económica, ya que la neutralidad española favoreció la llegada de grandes fortunas a la capital guipuzcoana que escaparon de la contienda. «En vísperas de la Gran Guerra, San Sebastián tenía unos cincuenta y tres mil habitantes. Al finalizar la contienda eran cincuenta y ocho mil», recoge en el libro Urkia para dar cuenta del oasis que representaba la ciudad en aquel contexto bélico.

Ecos de otra pandemia. La pandemia de 1918, sin embargo, sí que tuvo efecto, si bien la ciudad trató de minimizar su impacto en la cifra de veraneantes y la prensa en general trataba de no alarmar a la población. «Prevalece el sentido lúdico de la ciudad, es una apuesta de sus gobernantes, que mantienen abiertos cafés, cines e iglesias, a pesar de las críticas de algunos», tal y como recoge la prensa. Urkia aprovecha para comparar la vivencia actual del covid con la del siglo pasado: «Se dice que (el virus) llega de Goizueta e Irun, viene de Francia (...). Se pide el cierre de la frontera francesa. El doctor Larumbe, cronista del curso epidémico, señala (...) la dejadez de las autoridades, escasez de medios, falta de recursos eficaces, pues se ensayan de todo tipo, desde desinfectantes, alcohol, ron, limones, romero, dientes de ajo…».

Foto del embarcadero que se construyó en 1908 para dar servicio al club. ARCHIVO RCNSS

El resto del siglo. Tampoco sufrió el Náutico dificultades especiales durante la II República, todo lo contrario fue escenario principal de la visita del presidente Alcalá Zamora a San Sebastián en 1932, del artista Pablo Picasso en 1934 o el ministro alemán de Hitler, Heinrich Himmler, en 1940. El franquismo mimó al club durante sus primeras décadas para que siguiera siendo un punto de referencia del veraneo donostiarra. En 1951 y 1955 tuvieron lugar las famosas regatas trasatlánticas de La Habana - San Sebastián. «El club de hoy en día se parece y no se parece al de entonces. Sigue latente ese pulso entre potenciar lo social y lo náutico. Pero San Sebastián siempre ha tenido el handicap de no haber tenido puerto deportivo, y eso le ha limitado mucho», apunta Urkia.

La Casa-Botes. En el recorrido cronológico también se devuelven a la memoria aspectos desconocidos por muchos como la antigua Casa-Botes, estructura flotante que desde la creación del club fue una de las primeras sedes y escenario principal de actividades. Se instalaba en medio de la bahía, al abrigo de la isla Santa Clara. Durante el invierno se recogía, bien en el Muelle, a orillas del Urumea, en las márgenes de Loiola o en el puerto de Pasaia. «Pareciera un jardín flotante», se describía, y ahí acudía la Familia Real a presenciar regatas o recibir distinciones.

Jóvenes socios del club se arrojan al agua desde la Casa-Botes, la sede flotante del club en sus primeros años, hasta que se inauguró en tierra, en 1905, una nueva ubicación para la misma. CASTLE

Primera sede en tierra. A medida que el Club crecía y desarrollaba su actividad, se vio la necesidad de encontrar una ubicación de mayor rango. Se planteó entonces el proyecto de nuevo edificio en el lugar donde se encuentra ahora la sede y donde había un local de piscifactoría. Se inauguró en 1905. En 1908 se dio por finalizada la construcción del embarcadero para el club, considerado como prioritario, diseñado por el ingeniero Alberto Machimbarrena.

Imagen actual del edificio que alberga la sede del RCNSS, inaugurada en 1929 y obra de estilo racionalista de los arquitectos Aizpurua y Labayen. LUSA

La gran obra racionalista. Más adelante se ejecutaría la ampliación, obra de los arquitectos Aizpurua y Labayen. El RCNSS presentó el proyecto de nuevo edificio para su aprobación pero el entonces alcalde, Jose Antonio Beguiristain suspendió el acuerdo fundándose en que el proyecto «causa un notorio perjuicio a los intereses de la población». También se encontró con la oposición de los vecinos de la calle Ijentea, «que no admiten la construcción por razones estéticas, reducen la vista a sus viviendas y aducen que es un 'capricho del club'». Un grupo de concejales que se oponían al proyecto en curso, lo consideraban «antiestético» y «un mazacote». El proyecto, con sus modificaciones, se inauguró finalmente el 15 de agosto de 1929.

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