Ciudadanos | Izaskun Rueda Sancho
«Por el circo, todo. Duermes en una furgo, haces semáforos... todo»Tan cerca del Doka, del bar Oliyos en el 24 de Escolta Real, Zirkun Zirko Eskola
Abrió en Semana Santa. Fue entonces cuando puso la pista, las colchonetas, los trapecios. Cuando apoyó contra la pared de la oficina su monociclo alto (el que llaman 'jirafa'). Abrió en Semana Santa y ya tiene cuarenta alumnas y alumnos. Entre tres años (palabra) y 12. Se lo pasan de cine, de cine circense, pero además, palabra de acróbata nacida en Txagorritxu, Gasteiz, viajada por medio mundo, habitante un tiempo de Aizarnazabal, pillan el secreto del equilibrio y la coordinación. Se entrenan en el dominio de la frustración, la superación de los miedos y el conocimiento de los propios límites. Y todo eso, antes de cumplir los 13 años.
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– Un día, paseando por Hondarribia te encontraste con un grupo de gente feliz haciendo malabares. ¿Cómo es que andabas por los dominios de la Ama Guadalupekoa, siendo de Gasteiz?
– Estaba estudiando un grado deTécnico en Conducción de Actividades Físico-Deportivas en el Medio Natural. Y sí, aquel día me encontré con un puñado de malabaristas. Me quedé a su lado. Embobada. No sabía ni quiénes eran ni qué hacían exactamente pero me hechizó. El ambiente. La actitud. Luego me enteraría que eran el colectivo, la peña, llamada Jaxen Olaf. Supe que eso era lo que, sin saberlo, siempre había querido hacer. Compartí con ellos y ellas jornadas enteras, juegos, entrenos. Viajábamos de un lugar a otro, a concentraciones de artistas circenses, malabaristas, acróbatas. Era una fiesta, una locura. Decidí que iba estudiar circo. ¿Sabes que existen estudios de FP circense?
«Yo diría que no es la mente la que asimila la acrobacia, el malabar o el salto mortal. Yo diría, en realidad lo digo porque estoy segura de ello, que es el cuerpo el que tiene memoria de artista circense»
– No. ¡Qué maravilla! Cuenta.
– Formación Profesional en Artes Circenses. No te creas que se entra así como así. Un tribunal de profesores de la Escuela (bien famosa, Carampa) evalúa la formación previa, condición física, nivel técnico, calidad de movimiento, expresividad, presencia escénica. Más aún, analizan tu potencial de creatividad, aptitud para la expresión teatral, desenvolvimiento en grupo, actitud y otras características que, según esos técnicos y artistas profesionales condicionan el acceso a e ese curso. De dos años.
– Vaya. Parece más difícil que conseguir en la EBAU la nota necesaria para empezar ingenieria biomédica espacial.
– Y tanto. De hecho, de buenas a primeras no fui capaz de graduarme. Venía de un ambiente donde el arte circense era fiestas, amistad, pasión. Nos preparábamos, claro que sí. Pero no con esa exigencia tan alta de profesionalidad. Así que arramplé con mis bártulos y decidí alcanzar nivel máximo. En otras tierras. Me fui a Chile. A Santiago.
– Como si tal cosa.
– Pues sí. Allá y luego también en Toulouse descubrí que existe la gran familia del circo. Allá donde vayas, eres uno de los suyos. Te acogen. Sientes su calor, su mano tendida, el abrazo. Me preparé bien. Fuerte. Y volví. A la Escuela Carampa, creada en 1994 por la Asociación de Malabaristas de Madrid. En 2011 obtuvo el Premio Nacional de Circo. Está en la Casa de Campo. Estudias historia del circo, dramaturgia, acrobacia, equilibrios, malabares, mástil, mástil chino, danza, platos chinos, verticales, clown...
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– Te sacaste el título, no hay duda.
– Lo obtuve, sí. Pasábamos diez horas estudiando, entrenando, practicando. No había horas en el día para poder tener un trabajillo que te ayudase a vivir. No había horas y además, el cuerpo y la mente estaban agotados. El curso valía unos 4.500 euros. Así que solo quedaba la opción de vivir en una furgoneta ( una fur-go-ne-ta no una autocaravana). Yo y un par de navarros. A otros tantos, extranjeros, los abuelos les habían regalado la roulotte. O pagado los estudios. A nosotros solo nos quedaba la opción de...
– Espera, creo que sé lo que vas a decir...¡hacer semáforos!
– Eso es. Te plantabas en uno y cuando cambiaba a rojo para los coches hacías malabarismos. No es que sacaras una fortuna. Pero ya te lo he dicho, por el circo, cualquier cosa. Es dulce veneno.
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– ¿Y qué ha pasado desde aquellos semáforos a este local tan guapo y casi con lista de espera?
– De todo. Hasta una pandemia, no sé si te acuerdas. Con Jaxen Olaf había actuado mucho en Vizcaya. Tenía contactos. Decidí abrir local allá. En Romo. Estaba a gusto. Bien. Pero no tenía más de 60 metros cuadrados así que cuando la Covid, no se podía mantener la distancia de seguridad. ¿Recuerdas que había estudiado el grado de Actividades Físico-dDeportivas en el Medio Natural?
– Ajá ¿Y?
– Que empecé a hacer circo con mis alumnos en parques y bosques. ¡En invierno! Aparte de todo lo que has escrito ya por ahí, el circo te hace resistente a más no poder. Los circenses somos resilientes desde antes de que existiera esa palabra. Volví a mi local pero, la vida me trajo a Gipuzkoa. He estado entre Irun y Aizarnazabal, viendo el resurgir imparable del circo. Entre nosotros. En el mundo. Busqué local en Donostia y me vine. Tengo unos cuantos espectáculos que llevo de pueblo en villa. ¿Mi especialidad? ¿La de mi cuerpo? ¡Acrobacias verticales!
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