Con eso soñábamos en los circos de nuestrainfancia; una acróbata (Dominika) colgadade unas cintas a nueve metros sobre el suelo. LOBO ALTUNA

Ciudadanos

«Las cintas aéreas son tan largas para que reboten y absorban la acrobacia»

Dominika Krzynowska 1O de septiembre. Domingo. 17 horas de la tarde. Beraun ¡Hola Circo!

Begoña del Teso

San Sebastián

Domingo, 3 de septiembre 2023, 07:15

Seguimos explorando y descubriendo lugares fantásticos más allá de Correos, de Elkar, del bar Igela, de Azeri Jana Catering, de Look & Film. Es decir, en la punta de Igara. Al fondo. En la misma calle Iribar, al lado de la academia de Jiu jitsu brasileño del maestro Jakub Alchinowicz (la fiesta de inauguración con la visita confirmada de grandes artistas marciales internacionales será el sábado 9) encontramos una escuela de acrobacia aérea, danza aérea y de suelo más arte del malabarismo que resulta ser la delegación donostiarra de las inmensamente famosas cinco divisiones de la varsoviana Gimmastyka powetzna School. La de aquí se llama, sencillamente, Hola Circo. Y sí, el domingo 10 montan espectáculo acrobático en Beraun, en la plaza.

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– ¡Tú eres la hija de Andrzej Rudnicki y Jolanta Rudnicka!

– ¡Sí! ¿Los conoces?

«Hay quien viene a las clases circenses por mantenerse en forma, pero la mayoría viene por la magia. Por hacer lo que cuando eras pequeña viste hacer bajo una carpa y siempre soñaste con que eras tú quien lo hacía»

– ¡Claro! Grandes acróbatas circenses, referentes del circo clásico en Polonia.

– Ellos, sí. Trabajaron en muchas compañías, con muchas familias de circo. De aquellos circos que iban de un lugar para otro. Circos con elefantes, payasos, tigres y equilibristas. Yo viví esa vida. Yo cuidaba esos animales y te diré la verdad, los tratábamos muy bien. Entre otras cosas, porque una fiera hambrienta o enferma no hace feliz al espectador. Pero llegó un día en que me di cuenta de que su lugar no era una jaula. Para entonces mis padres se habían retirado, nos habíamos afincado en Varsovia y yo me había matriculado en un colegio 'normal', no rodante. Pero sí, mis padres eran muy buenos en las artes clásicas del circo. Las que yo aprendí cuando descubrí que en Varsovia había una... ¡escuela de circo!

– Espera, eso lo contamos después porque me he dado cuenta de que tu marido, Kacper Krzymowski, es el fundador de Fight Academy Mantis y maestro de la escuela Kung Fu Donosti.

– Sí. Un apasionado del Kung Fu tradicional que para él consiste en trabajar el cuerpo y la mente para prepararse para una pelea libre y real. De hecho, Kacper y yo nos conocimos porque él practica Kung Fu y yo, Taekwondo. Las artes marciales nos unieron. Hoy se encarga de la gerencia de Hola Circo y de la administración de nuestras cinco escuelas de acrobacia aérea que tenemos en Polonia. Sin olvidar el Kung Fu, claro. Tenemos unas niña, Zoe, que ya empieza a colgarse de las cintas y hacer trucos en la colchoneta.

– Volvamos a donde interrumpimos tu historia. Te matriculaste en aquella escuela de circo...

– ¿Cómo no hacerlo? Los dos primeros años las asignaturas eran todas las artes del circo. Aprendías a ser clown, equilibrista, funambulista. Hacías malabares. Por cierto, ¿ves esas pelotas muy usadas que tengo junto a mi colección de payasos de porcelana?

– Sí. Se dirían antiguas y usadas.

– Tendrán más de 30 años y son las que utilizaban mis padres en cada función, en la pista.

– La carrera de artista circense dura en Polonia cuatro años. En los dos últimos has de encontrar tu arte, espacio, herramienta. ¿Por qué cintas y no el trapecio?

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– Amo el trapecio. Con locura. Pero las cintas y las telas son mil veces más vistosas y te ofrecen cien posibilidades más de juego que el trapecio que no deja de ser una barra (mágica) sujeta por dos cuerdas. Cuando yo vi las telas supe que había encontrado mi mundo, mi espacio. En el circo contemporáneo. Que no solo busca el asombro del público por medio de la fuerza o la habilidad del artista sino que intentamos expresar nuestros sentimientos, dialogar con los espectadores. Que escuchen nuestra respiración. Que sientan nuestro cuerpo.

– Impresiona ¿eh? En tus actuaciones usas muchos elementos. Aros de metal, por ejemplo. Parecen hula hops pero no lo son.

– No, resultarían demasiado fragiles para colgarte de ellos en el aire. Con el cuello. Es hierro.

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– ¡Del cuello!

– A veces. Sí. Tienes que entrenar mucho. Hacer mucho físico. Calentar bien. Estirar mejor. Y conocer tu cuerpo. El mío ha cambiado. No solo con los años. También con el nacimiento de Zoe. Para una acróbata aérea los abdominales son fundamentales y cuando eres madre, esos músculos se abren. No me importa. Zoe merece haber perdido algo de musculatura. Lo compenso con la sabiduría que da la edad.

– Nuestro título parece sabio, sí.

– Bastante. Mira, las acróbatas más jóvenes, las que empiezan llenas de ímpetu e ilusión usan telas más cortas. Las mías miden más de 9 metros y al final están anudadas. Las mías, de alguna manera, al estar así preparadas absorben y expanden hacia el exterior la fuerza que ejerzo en mis giros, con mis figuras. De la otra manera, es tu cuerpo quien recibe de vuelta la fuerza empleada. A mí no me parece bueno ni sano.

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– No hará ni un año que os instalasteis aquí. ¿Cómo? ¿Por qué?

– Fuimos a Barcelona a un curso del gran Emiliano Ron al que llaman 'Master Rope' porque es el mejor con las cuerdas. Volvíamos a Polonia por aquí. Nos maravilló. Pensamos, ¿por qué no? Y aquí estamos. Tenemos amigos, alumnos. Hemos formado una comunidad acrobática. Somos felices.

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