Primero pensó que la gran solución para la pandemia iba a ser que vacunaran a los más mayores de su familia y que después del ... confinamiento de principios de 2020 volvería a su puesto de trabajo en la hostelería. Aunque lo de llevar a todas horas el trapo y el hidrogel agravara su tarea de servir martinis y calamares. Pero ya ha perdido la cuenta de cuántas veces ha dejado ese trapo para irse a casa y no volver hasta que vuelve a ser reclutado por su jefe. Cuando cambien los horarios, cuando los técnicos o los políticos aboguen por otras medidas... No se sabe cuándo. Ni por qué, ni que se gana, aunque sí cuánto se pierde. Él es una parte de la sociedad donostiarra que convive con las medidas drásticas, que se queda sin trabajo o que ve cómo merman sus sueldos. ¿Habrá que recurrir una vez mas a la teoría de que la hermosa postal que muestra esta ciudad oculta a la ciudadanía que no levanta cabeza? Él vuelve a casa, no piensa contar cuantas veces ha tenido que regresar sabiendo que, de momento, no volverá. Es optimista, tiene confianza en que las cosas cambiarán. ¿Cuándo? No lo sabe. «Oye aita, seguro que esto acabará alguna vez?» «Claro que sí», dice a su hijo, mientras recuerda que dejó limpias todas las mesas y prefiere no mirar a su mujer.
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