La carta de amor del Urumea vuelve a sus dueños
Fermín y Regina ·
Esta pareja que lleva 54 años casada recupera la carta que se escribieron en 1965 tras publicarse en DV que había aparecido en la orilla del ríoEl mero hecho de que una carta de amor escrita en Madrid, en abril de 1965, apareciera flotando intacta en la orilla del Urumea, ... invitaba a fantasear con la historia en blanco y negro de una pareja. Sería una relación marcada por la distancia, obligada a dejar constancia en cada folio de sus sentimientos más profundos, condenada a respetar los eternos tiempos de espera del correo postal y habituada a abrir el buzón a diario, con la esperanza de encontrar un sobre a su nombre en el interior.
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'Querido Fermín', empezaba la declaración de amor que escribió Regina a su novio. Aquella carta, que fue encontrada por casualidad durante un paseo en canoa por el río, a la altura de Astigarraga a finales de este septiembre, contenía en cada una de sus tres caras una mezcla de costumbrismo, melancolía y romanticismo. Unas pinceladas que bien podrían servir de arranque para el guion de cualquier película, pero cuyo argumento gana aún más al saber que la historia tiene segunda parte, que Fermín y Regina siguen juntos e igual de enamorados que entonces y que, además, han conseguido recuperar aquella misiva. «Qué curioso fue ver nuestra carta publicada en el periódico. Fue una gran sorpresa leerlo, pero rarísimo que apareciera en el río», exclaman Fermín Gallurralde y Regina García, al otro lado del teléfono.
«El Expreso de las 7.30 tenía un vagón de Correos. Echaba ahí las cartas y le llegaban al día siguiente. Era rapidísimo»
Fermín
«La distancia la llevábamos bien, pero si un día no llegaba carta... ¡Aquello era una auténtica tragedia!»
Regina
El pasado viernes, DV publicó la historia de este inusual hallazgo en la orilla del Urumea. Durante una de las actividades de limpieza del fondo del río y paseos en canoa que organiza la empresa Arrauning, aparecieron flotando entre las hojas dos cartas. «El papel de una era de peor calidad» y estaba más desgastada, pero la otra estaba en perfecto estado, señalaba en aquel artículo Unai Elizasu, propietario de la empresa, quien contaba que se podía leer perfectamente que Regina, que vivía en Madrid, le escribía a su novio Fermín -todo parecía apuntar a que era donostiarra-, a quien relataba lo que había hecho y cuánto disfrutó con él esos días que habían pasado juntos.
Al tratarse de una carta escrita hace 55 años, lo último que se esperaba era que nadie la reclamara, pero nada más lejos de la realidad. Actualmente, los protagonistas de esta historia llevan 54 años casados y residen en Madrid, aunque también pasan largas temporadas en Donostia. Una de sus hijas, que vive en la capital guipuzcoana, les puso en canción tras leer el artículo, como también lo hicieron dos amigos que les relacionaron con todo lo que se contaba. «La verdad es que me parecía que todo coincidía, también hablaba de dos chicos de San Sebastián que estaban en Madrid en aquella época, pero tenía alguna duda de si éramos nosotros, porque me parecía todo tan raro...», comenta Fermín. «Pues yo no tenía ninguna duda. Esa letra y esa firma son las mías», asevera Regina con total seguridad.
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El inicio del romance
Corría el año «60 o 61», y los padres de esta mujer madrileña regentaban el Hostal Filo, donde además residían. «Era un hotel pequeño, pero muy céntrico y muy conocido en Madrid. Un cuñado de Fermín estuvo allí estudiando y cuando le tocó a Fermín venir a estudiar, lo mandaron allí también, porque sabían que iba a estar bien cuidado», cuenta ella.
Por aquel entonces, él tenía 20 años y se disponía a estudiar la carrera de aparejador, mientras que ella, con cuatro años menos, estudiaba hostelería «con gente reconocida». «La chispa no surgió de forma instantánea, porque era muy jovencita, pero como estuve viviendo allí tres cursos, poco a poco nos fuimos conociendo», comenta el donostiarra, que se quedó prendado de «sus ojos, su cara, su forma de ser... Todo». A Regina lo que más le gustaba de Fermín «eran sus ojos, siempre han sido muy bonitos. Y me gustaba también que era muy detallista, y que de pronto, me regalaba alguna cosa inesperada».
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Una antigua carta de amor en el Urumea
A los años, cuando el apuesto donostiarra iba a regresar a San Sebastián, empezaron a salir, por lo que vivieron separados la inmensa mayoría de los cuatro años de noviazgo, antes de casarse en el 1966. «Nos mandábamos cartas prácticamente todos los días. Por eso quizás no me acuerdo del día que escribí esa carta expresamente, porque hay cientos como esa», señala Regina.
Reconocen que el distanciamiento lo llevaron relativamente bien, «pero si un día no llegaba la carta... ¡Aquello era una auténtica tragedia!», subraya la mujer ante la risa cómplice de su marido. Fermín recuerda cómo «cada vez que le mandaba la correspondencia iba a la estación de tren y en el Expreso que salía a Madrid a las 7.30 horas metía la carta en un vagón que ponía Correos. Así, para la hora de comer del día siguiente ya la recibía. Era rapidísimo».
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Aquellos eran tiempos de guateques, twist y vinilos, en los que «como ahora» había que estar a las diez en casa. «Nos gustaba mucho bailar. Íbamos al baile a la playa de Ondarreta con música en vivo», y esos buenos momentos que pasaban juntos aparecían después reflejados con papel y bolígrafo en las cartas que se intercambiaban. «Nos decíamos cosas muy bonitas, es verdad, aunque me dio un poco de vergüenza leer todo eso en el periódico», reconoce Regina, quien señala que «nos las seguimos diciendo más de 50 años después». «Lo de 'Pocholo' ahora me lo dice con más razón», bromea Fermín.
Esta pareja, que celebró las bodas de oro con sus hijos y nietos hace cuatro años, ha conseguido recuperar aquella carta que apareció intacta entre las hojas, flotando en la orilla del Urumea y que la empresa de alquiler de canoas tenía expuesta en un corcho en su local. Parece que así se cierra el círculo de historia, pero aún queda un enigma por resolver. ¿Cómo llegó la carta al río? «Los de antes eran papeles muy buenos, pero cómo llegó al Urumea es algo que no nos lo podemos explicar» señala la pareja aún sorprendida.
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