¡Marchando un café de Casa Nicolasa!

1977 Los cafeteros, preocupados: la taza sube ¡a diez duros!

MIKEL G. GURPEGUI

Miércoles, 15 de febrero 2017, 06:52

Un euro con veinte, 1,30, 1,40, 1,50... Tomar un café con leche en una cafetería o bar donostiarra no es cosa barata. ... Tampoco lo percibían así hace cuarenta años. Un largo artículo sin firma que publicó DV en febrero de 1977 se refería al aumento de precio y recordaba unos cuantos aspectos sobre la historia del café. El subtítulo lo decía todo. «Un café: ¡diez duros!». No se líen: hablamos de duros, no de euros. La tacita había subido hasta las 50 pesetas, para preocupación e irritación de los cafeteros.

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«A pesar de las airadas protestas, a pesar de la convocatoria de la Asociación de Amas de Casa a la huelga de los consumidores, el café ha aumentado de precio (...) y aquí no ha pasado nada». Otra subida aceptada con resignación.

«El alza, por muy espectacular que haya sido, se incluye en el cuadro general de los precios que se han disparado y el del café se ha aceptado con la conveniente e inevitable resignación -apuntaban en 1977-. Suponemos que habrá descendido el consumo de esta reconfortante bebida, convertida ya en artículo de lujo al alcance de no todos los españoles. Leemos en la revista Sábado Gráfico de Madrid: 'En muchos bares y cafeterías una simple taza, que sólo lleva de cinco a siete gramos de café, ha llegado a costar inmediatamente después de la subida 50 pesetas'. Según la Administración, la subida de precio no debería incrementar la taza de café en más de 2,50 pesetas. Entre estos dos límites, el abuso y lo legal y lógico, es previsible un término medio de aumento que no nos hace la menor gracia, pero que acabaremos por acatar sumisamente».

«Vínculo de unidad nacional»

Por cierto, que el artículo de hace cuatro décadas apuntaba la naturaleza del café como «vínculo de unidad nacional», ahí es nada. Así lo había afirmado Antonio Gala: «El café era una de las pocas costumbres nacionales; quiero decir de todo el territorio nacional. Es una pena que, cuanto más necesitados andamos de nexos y de unión, (...) se racione el café».

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