El remo en el cordón umbilical

Xabat y Jone Pastor no son los primeros hermanos en la Bandera de La Concha. Tampoco los únicos. Irati e Izaskun Iñarra compartieron las tostas de San Juan el pasado domingo, Amaya y Estibaliz Gezala ejercieron de entrenadora de Hibaika y proel de Hondarribia. Mikel e Imanol Iradi fueron suplentes en Donostiarra, y hasta hace nada Eli y Ane Pescador se jugaban la bandera con Hibaika y San Juan.

Los hernaniarras Xabat y Jone Pastor, de 21 y 17 años, bogarán hoy en la primera tanda a bordo de la Torrekua y la Madalen, respectivamente. Son remeros por tradición familiar, dado que su aita y un tío eran entrenadores en las categorías inferiores de Hernani Arraun Taldea y «en casa hemos vivido el remo desde pequeños».

Por primera vez coinciden en La Concha dado que Jone debuta con Hibaika, donde ha recalado al no haber podido sacar trainera Hernani, donde militó los dos últimos años. En 2018 como patrona, dado que «era cadete pero necesitaban una patrona», y en 2019 como remera, donde «la responsabilidad es menor que en la popa», sonríe. Por edad, no pudo estar en la clasificación de la Maialen en 2017.

Aunque Hibaika fue sexta en la primera jornada, «desde entonces siento un poco de nervios por la regata, ya que La Concha es especial. Tenemos cerca a Hondarribia y Tolosaldea, y trataremos de subir algún puesto».

También es sexta la Torrekua, que acabó «con un punto de rabia» porque al acabar a solo 11 segundos de Santurtzi el primer día «no esperábamos vernos tan lejos de la bandera. Fue un palo», describe Xabat, que se inició en alevines como patrón, al no tener la edad mínima de infantil.

Hoy tratarán al menos de «ganar la tanda y ver dónde acabamos. Aunque seamos sextos en la Liga, nunca habíamos sido tan competitivos y nos gustaría poder demostrarlo en La Concha».

Xabat y Jone conviven en la vivienda familiar, por lo que han compartido de cerca la lucha contra el coronavirus en casa y en sus respectivos clubes, a los que se añade Hondarribia, donde rema la novia de Xabat, Ane Mendizabal. «Durante los tres meses confinados solo nos veíamos por videollamada», indica.

Durante esos tres meses, se turnaron con el ergómetro. «La ventaja era que si uno estaba desmotivado, se animaba al ver al otro entrenar», confiesan. Dejan atrás un año «difícil» con la ilusión de coincidir en muchas Conchas «con ambiente de verdad».