David Silva, en un encuentro en el Reale Arena. REUTERS

No Silva, no party

Offside ·

La ausencia del canario en Alkmaar coincidió con uno de los partidos más espesos de la Real este curso. Su influencia va más allá de lo pensado

Miguel González

San Sebastián

Sábado, 28 de noviembre 2020, 07:18

La estancia de la Real en Holanda ha estado marcada por la muerte de Maradona. La fatal noticia camino del entrenamiento la víspera del partido ... en Alkmaar nos sobrecogió a todos. Y es que pocas veces el mundo del fútbol se habrá identificado tanto con un jugador como con El Pelusa. Con él ya no se sabe si fue antes el huevo o la gallina, porque su imagen fue más allá del propio juego. Para lo bueno y para lo malo, aunque a Maradona no se le podrá hacer ningún reproche desde lo balompédico. Fue tan grande que se comió al propio Diego.

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Junto a Pelé, el mejor futbolista del siglo XX, glosando la figura del '10' talentoso, imaginativo y habilidoso que juega en otra dimensión que el resto. En México'86 colocó a Argentina en la misma mesa que Brasil, Italia y Alemania, las grandes selecciones históricas. No fue solo levantar la Copa, sino cómo lo hizo. Cuando la presión agarrota a los mejores, Maradona disfrutaba sorteando rivales por todo el campo como lo hacía de niño en Villa Fiorito. La consecuencia fue ganar el Mundial, pero la diversión y la belleza eran innegociables. Nunca volví a ver nada igual.

La influencia del '10'. Con Maradona coincidió en aquella época Platini, protagonistas de los grandes duelos entre el Nápoles y la Juventus que separaban Italia en dos. La rica de la pobre. Después le siguieron Baggio, Zidane y Ronaldinho hasta llegar a Messi. Jugadores que marcaron el estilo de sus equipos. En la Real, quien más claramente lo hizo fue Zamora en los años de los títulos, porque representaba la idea del futbolista especial que lo mismo es capaz de iniciar que de terminar porque su talento le permite saltarse las fases del juego.

La Real actual tiene la suerte de contar con dos '10'. Oyarzabal es el líder espiritual del vestuario y la imagen del club. Lleva a sus espaldas un dorsal que heredó de Xabi Prieto y que representa unos valores y un sentimiento de pertenencia. Un número que aquí no lo va a llevar cualquier. Pero futbolísticamente el perfil del '10' se asemeja más a David Silva, ese mediapunta jugón capaz de regatear en una baldosa, de imaginar pases imposibles y de hacer mejores a sus compañeros. El jueves, en el primer día sin él, a la Real le faltó la sonrisa en Holanda. Fue más industrial y menos artesana sin la inspiración del canario.

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Puede que fuese una mera coincidencia, pero si uno echa la vista atrás comprueba que en los tres partidos que ha faltado la victoria se ha resistido: empates contra Valladolid, Real Madrid y AZ Alkmaar. Con él, el bagaje es de nueve victorias y dos derrotas -Valencia y Nápoles- en once partidos. Curioso, muy curioso.

La experiencia de sustituirle por Januzaj no funcionó del todo. Quizás tenía el listón muy alto, pero el caso es que la Real jugó menos que nunca por dentro, uno de sus puntos fuertes de esta temporada. Y Merino y Portu, piezas fundamentales en el engranaje de Imanol, ofrecieron una versión inferior. El belga no tiene nada que desmerecerle en talento, seguramente serán los dos jugadores de la plantilla más imaginativos, pero está muy lejos de él en comprensión de juego. Ésta es la clave para valorar quién puede ser el mediapunta cuando no esté. No es tanto una cuestión de calidad sino de inteligencia táctica. De saber moverse.

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La clave para sustituirle no reside solo en igualar su talento, sino también su lectura del juego

La opción de Oyarzabal. Imanol presentó el equipo más lógico en Alkmaar, aquel que solo le implicaba cambiar un hombre y no tocar el resto. No creo que fuera una mala decisión. Tiene varias alternativas y en función de las señales que le transmitan, tirará por una dirección o por otra cuando no juegue Silva. Hasta el momento, quien mejor lo ha hecho ahí es Oyarzabal, lo que hace falta es mirar la foto global del rendimiento y calibrar también lo que se pierde sacando al capitán de la izquierda.

El éxito de la Real de Imanol reside en la compresión del juego y la interpretación en la ocupación de los espacios. Esa alternancia dentro-fuera, creación-finalización que genera incertidumbre en el rival. Por nombres la plantilla es la octava de la Liga -así lo dicta el presupuesto- pero la fuerza de su juego colectivo la ha llevado a lo más alto de la Liga. Y ese juego es muy complejo y tácticamente hay que saber descifrarlo.

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Chavales como Gorosabel, Le Normand, Guevara, Zubimendi, Barrenetxea, Roberto López y compañía pasan del filial a resonar en Primera con una velocidad asombrosa. Por eso Zubieta es la envidia de las canteras. Porque los que llegan no tapan huecos sino marcan diferencia. Que Oyarzabal lleve el '10' y sea el capitán con 23 años lo dice todo. El talento integrado en una idea colectiva compleja que multiplica el rendimiento individual.

El caso es que si Oyarzabal cae en la derecha hace falta alguien que descifre las maniobras en el costado izquierdo y ahí se genera un vacío. Barrenetxea es un puñal, un estilo Portu, pero la Real rinde mejor cuando junta a cuatro talentos por dentro con Oyarzabal y abre el campo con un extremo rompedor para acompañar al 'nueve'. Si el de Eibar juega de Silva, ¿quién lo hace de Oyarzabal?

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Aguantar la presión. Hace unos días coincidí con Zamora en Ondarreta y fue inevitable hablar de fútbol. Siempre he creído que la comprensión de este juego no viene dada solo de la observación sino de las experiencias que nos trasmiten quienes llegaron a dominar. Y el héroe de Gijón es un libro abierto. En vísperas de recibir al Villarreal, y ahora que tanto se escucha si aguantaremos el liderato, me habló de la presión. «Nosotros el mejor fútbol lo jugamos antes de pelear los títulos. A finales de los setenta, cuando no contábamos para nadie. Luego la historia cambió porque la responsabilidad te atenaza. Y ganamos cuatro títulos. Pero no es lo mismo...».

La Real aún no ha traspasado esa línea. Muchos lo siguen viendo como un equipo folclórico y simpático del que acordarse cuando Barcelona y Madrid tienen problemas. Cuanto más tiempo sea así, mucho mejor. Aunque llegará un momento en el que tendrá que lidiar con la presión. Y ahí es donde emergen los artistas. Maradona, Zamora o Silva. Sin ellos se hace difícil entender sus equipos.

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