El poso
En el segundo palo ·
Imanol ha logrado sedimentar en el equipo unas virtudes que hacen lógicas las aspiraciones europeasAquí la felicidad. Quién nos lo iba a decir. A la Real le sobra la última jornada porque ya tiene amarrada una plaza en la ... Europa League. Un exitazo. Tres temporadas seguidas en Europa. Ver para creer. No recuerdo un lunes como ayer. El WhatsApp echaba humo.
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La Real dio una brillante lección de madurez, carácter y sobre todo buen juego en un estadio en el que solo habían ganado Osasuna y Barcelona esta temporada en Liga y donde grandes de Europa las han pasado canutas. Hay que ver la capacidad devastadora que tiene el buen toque de balón, el buen criterio. Así ganó la Real, con Silva y Zubimendi dando una lección de pausa y sus compañeros buscándose y asociándose, y con la mejor versión de Isak. Así la Real gobernó el partido, ganando los duelos, rascando, y dejó al bueno de Unai Emery con un problema gordo.
Normal que los jugadores de la Real celebraran el triunfo haciendo un piña y dando botes antes de retirarse a los vestuarios. Estaban encantados y con razón. Gusta superar a un rival directo en su campo el día en el que estaba en juego una plaza en la Europa League. Hay buen rollo, dinamismo y ambición. Esta energía positiva la sienten, a estas alturas, todos los jugadores, incluidos los que han interpretado un papel menos grato hasta la fecha.
El subidón es evidente, pero es más gratificante detenerse en el proceso de mejora de la Real
El subidón moral que aportan estas conquistas es evidente, pero mucho más gratificante es detenerse en el proceso de mejora de la Real. Partido a partido, en el equipo txuri-urdin se han ido sedimentando una serie de virtudes esenciales. La fe y la convicción en una idea, la seguridad, el optimismo y la ambición. Pensemos en lo ocurrido el domingo en Villarreal y seamos sinceros: era el típico partido que la Real hubiera perdido sin remisión. No estamos acostumbrados a que recaude puntos tan valiosos, pegando un puñetazo en la mesa y diciendo 'aquí estoy yo' a un rival que se le había subido a las barbas. Pues bien, esta vez no fue así. La Real volteó el marcador. Y cada vez menos deja de ser una sorpresa.
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Había algo que debería habernos hecho confiar. Me refiero, precisamente, al poso competitivo que ha adquirido este equipo. Con los años se dirá que este grupo era potente y fiable. Que tenía poso. Pues sí. Para poder calibrar con exactitud la fortaleza de un equipo hay que observar cómo se comporta cuando ya es incapaz de jugar bien. Hay un momento irremediable durante la temporada en el que el buen fútbol te abandona. La mayor parte de las veces por cansancio –físico o mental–, por lesiones de futbolistas básicos o por situaciones extradeportivas que corrompen el ecosistema de la plantilla, el juego se va deteriorando. Y es entonces, en ese momento de dificultad, cuando hay que ver las costuras de un equipo y valorar el material del que está hecho. Esta Real está hecha de otra pasta. Ha dado el salto. No siempre necesita bordar el fútbol para ganar. Esa es la evolución de este equipo, lo que ha conseguido Imanol.
Salvo Le Normand, que sí ha dado un apreciable salto, quizás ningún otro ha sido mejor esta temporada en comparación con la pasada. Quizás Zubimendi. Sin embargo, los números dicen que la Real ya tiene un punto más que en la última Liga a estas alturas y hay que remontarse muy mucho para recordar tantas porterías a cero. Ha crecido como equipo porque ha sabido jugar a diferentes cosas, con sistemas y dibujos distintos, y solo la falta de colmillo en determinadas fases ha impedido que los partidos, especialmente en Anoeta, hayan sido algo más vibrantes.
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A partir de ahí hay que prepararse para un verano en el que a la Real le van a colocar jugadores cada semana. Lo que pido es huir como sea de la mentalidad maternal y superprotectora. La ambición hay que afilarla siempre. Nunca conformarse.
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