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Licencia para soñar con una final de verdad
Orgullo. La Real Sociedad da otra lección de solvencia y capacidad de adaptación para ganar al Celta y meterse en semifinales de Copa
Lo ha vuelto a hacer este equipo. Superarse a sí mismo y regar de ilusión todo un territorio. Encontrar la senda de la prosperidad en medio de la adversidad y reforzar el orgullo de un fenómeno, la Real Sociedad, cada vez más lleno de significado. El binomio de compromiso y fútbol ha alcanzado cotas superlativas. La última, una semifinal de Copa al ganar con toda solvencia al Celta 1-2. Da igual que a los tres días de la grave lesión de Aihen el único lateral izquierdo de la plantilla (Tierney) se rompa a la media hora de juego. Se coloca ahí a un canterano del filial (Aramburu), para más inri lateral derecho, y que siga la fiesta. Preciosa metáfora de un club que sigue apuntando hacia arriba –va a por otro título– sin dejar de mirar abajo.
La pericia de un entrenador que ha gestionado con maestría una mermada plantilla, la casta de unos jugadores inconmensurables en el esfuerzo y hasta el acierto de una dirección deportiva a la hora de reaccionar a los contratiempos han desembocado en la antesala de otra final, esta vez verdadera, con la afición. Todo realzale tiene hoy licencia para soñar.
El choque con el cuerpo de Merino en el primer gol es la pelea de toda una generación extraordinaria de futbolistas. La fe de Oyarzabal dentro del área pequeña, es la de toda una hinchada que se prepara para conmemorar a sus héroes en una semifinal que vivirá uno de sus dos capítulos en el Reale Arena. Vuelve el espíritu de Miranda. Saben a lo que me refiero quienes vivieron en Anduva aquella tarde noche. Equipo y afición fundidos en la autenticidad de un escenario que rezumaba sencillez y cercanía entonaron al unísono un 'sí se puede' que quedó instalado en el imaginario txuri-urdin y no se ha esfumado aún. Vuelve aquel mismo idilio con la fantasía de una final. Está ahí. A dos pasos. Y si algo ha acreditado esta Real es que su especialidad es pisar firme allí por donde pasa. Con o sin brillo, pero firme. No pudo ser más claro Rafa Benítez en la previa del partido: «No soy tonto, es muy difícil». Sabía por qué lo decía.
Imanol ha conseguido que los niveles de competitividad de esta plantilla rayen la excelencia. Que su equipo muerda aunque no le queden apenas dientes. Que encuentre los vericuetos de la victoria donde parecían cerrársele los caminos. Menos mal que estaba tieso el equipo tras el derbi. La respuesta denota la personalidad de este grupo: tres victorias a domicilio, dos de ellas en Copa para meterse en semis.
Semifinal, el 7 y 28 de febrero
Se ganó sin alardes al Buñol, se sufrió más de lo debido ante el Andratx y la victoria contra el Málaga fue discreta, como si el fútbol no quisiera fluir en esta competición, pero llegó el desafío de El Sadar y el equipo dio un puñetazo en la mesa. Nortasuna. Había amor propio y pundonor en aquella obra reivindicativa que truncó la estrategia de los más gafes. El dichoso bache –ojalá todos fueran así– quedó definitivamente enterrado ayer en Vigo y en el horizonte asoma un mes de febrero de ensueño.
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El sorteo de las semifinales, a doble partido, tendrá lugar el viernes y a estas alturas, no es la Real el rival más apetecible para aquellos teóricos favoritos que entre hoy y mañana deben acreditar su nivel. No son tontos. No es el equipo txuri-urdin el más dotado de millones y figuras, pero ha forjado un alma campeona difícil de resquebrajar. La ida se disputará el 7 de febrero y la vuelta, el 28. En medio queda el Parque de los Príncipes y la cita con la épica en los octavos de la Champions. Increíble. Pero es verdad. A soñar.
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