Lezo vibra de emoción con Julen Lobete

Lezo, soleado y con una temperatura primaveral, como no podía ser de otra manera, amanecía ayer como si la víspera hubiera sido festivo. Sin embargo, los Santa Cruces quedan lejos. Los más madrugadores se acercaron a los bares para echar un vistazo a la portada del periódico y confirmar que sí, que Julen Lobete, su paisano, había sido el protagonista indiscutible de la noche anterior. Banderas de la Real cuelgan en alguno de los balcones y camisetas txuri-urdin pintan la zona del parque infantil y el frontón.

«Estamos vibrando aún, no nos lo creemos. Es increíble lo que pasó ayer», sostenían unos parroquianos mientras apuraban un café. «Que Julen participe en la fiesta de la Copa y que entre en la convocatoria del primer equipo una vez más ya es algo muy grande, pero de ahí a que sea el protagonista por marcar el gol de la victoria, va un trecho. Normal que todos explotáramos. Lezo vivió una noche intensa», recordaban en animada conversación dos cuadrillas.

Muchos otros lo vivieron en Anoeta. El comentario era generalizado: «No recordábamos ver el campo con tanto ambiente. Fue el mejor día para recibir a los nuestros con el trofeo y, aunque el partido se complicó, nos llevamos una victoria gracias a nuestro Julen».

Este capítulo se cerrará con el paso de las horas porque el fútbol avanza rápido pero en Lezo el gol de Lobete ya quedará para siempre. De hecho, ya miran al futuro. «Ojalá siga igual o mejor porque se lo merece más que nadie. Siempre ha soñado con triunfar en la Real», apunta quien conoce bien al jugador.

Es la segunda vez que un jugador residente en Lezo llega al primer equipo en los últimos años. Antes lo hizo Jokin Uria, aunque como bien recordarán éste jugaba de lateral izquierdo. En lo que sí coinciden es en su capacidad de trabajo y sacrificio. Uria jugó doce temporadas en el primer equipo, desde 1985 1997, para un total de 273 partidos. Él fue uno de los integrantes de la Real que alzó la Copa en 1987 en la Romareda ante el Atlético y protagonista en la primera victoria de la Real en el Bernabéu, el 10 de marzo de 1991, cuando la Real derrotó por 2-3 al equipo blanco. Uria anotó aquel día el gol que a la postre sería el del primer triunfo liguero de la Real en El Santiago Bernabéu. Un gol para la historia.

A ninguno de los dos se les ha regalado nada. Lobete dio sus primeros pasos en el infantil del Allerru. «Se adaptaba a todo. Su gen competitivo y su olfato de gol en una plantilla que se jugaba en largo no fue un problema», confiesa uno de sus excompañeros del club lezotarra.

Luego llegó el Kostkas que, interesado en él, lo fichó para una breve etapa en la que también se cruzó el Real Unión, en cadete Liga Vasca. La Real se hizo con sus servicios en juveniles y salió cedido al Antiguoko para volver a Zubieta y subir del juvenil División de Honor al tercer equipo y de ahí al Sanse. La trayectoria de quien va subiendo todas las escaleras con esfuerzo para llegar a cumplir un sueño.

En la pasada temporada fue un fijo en el Sanse con 25 partidos en los que anotó siete tantos para empujar al equipo en su ascenso a Segunda 60 años después.

Esta temporada, en un primer momento, el plan inicial de la Real era que Lobete estuviera con el filial de Xabi Alonso, pero los continuos contratiempos en forma de lesiones del primer equipo han hecho que Alguacil haya tenido que reclutarle para la causa en nueve de las once convocatorias que llevamos.

El entrenador del Sanse solo ha podido contar con él para su once ante el Lugo, Fuenlabrada, Cartagena, Eibar y Ponferradina. Incluso ante los armeros –cuando fue suplente– tuvo que salir escopeteado en pleno descanso de partido para llegar al avión que llevó a Cádiz a la expedición del primer equipo.

En nueve ocasiones con la primera plantilla ha participado al menos un minuto en siete de ellos –dos como titular, ante Elche y Getafe–, con 243 minutos jugados hasta el momento, lo que significa que Imanol confía en él como revulsivo en las segundas partes y lo puede hacer tanto por fuera como por dentro, en un costado y en la punta de ataque.

Hasta ahora, en esta primera tarjeta de presentación, ha demostrado que sabe sujetar el balón en zonas altas y de espaldas, que arrastra para habilitar a sus compañeros –como en el gol de Aritz en Granada– y tira desmarques y rupturas inteligentes. También le caracteriza esa presión y frescura –cuando sale de suplente– en inferioridad numérica. O incluso si lo dejan todo el encuentro, como ante el Elche.

Lobete se pelea sin importar quien esté enfrente y también genera ocasiones. Y, por supuesto, también tiene gol. Le puede dar de cualquier manera. Tocó el cielo tras jugar los primeros minutos con el primer equipo y marcar en su estreno en uno de los escenarios más complicados de la Liga en el Camp Nou. Marcó con la izquierda tras pase de Barrenetxea y reafirmó su hambre de gol contra el Mallorca. Gracias a su inercia, superó a un rival, se la acomodó y le pegó con la derecha para batir a Reina.

Detrás de todo lo que rodea su ámbito profesional, en su entorno lo tienen muy claro. «Si algo le caracteriza a Julen es que es un tipo de lo más normal», insisten sus paisanos de Lezo, con quienes comparte muchos momentos. «Mientras algunos trabajamos en un taller o una empresa, él es futbolista. Esa es la única diferencia –comenta un chaval de la cuadrilla de Lobete–. Él se entrena en Zubieta, a veces con el Sanse y otras con el primer equipo, almuerza, y es de los primeros que está dispuesto en bajar a tomar algo en alguno de los bares del pueblo. Por el momento hace los mismos que el resto de los mortales. Lo único que ahora está un poco menos con nosotros al tener viajes cada semana.

En cuanto a sus hobbies, disfruta «con los amigos» y desde crío «está pegado a un balón. La bonita trayectoria de Julen no ha hecho más que empezar. Ojalá triunfe en la Real...», subraya.