Jonmi, el niño de Caracas que soñaba con jugar en la Real Sociedad
En una nube. Jon Mikel Aramburu, txuri-urdin desde que era un bebé por su aita, es «todo pundonor y muy disciplinado. Lo mejor, es una persona de diez»
Imagina que naces en Caracas pero que por tus venas corre sangre guipuzcoana. Imagina también que tu aita, donostiarra de pro, lleva a la Real en su corazón. Siendo pequeño, tus padres cambiaron Donostia por Caracas. El acento, pese a que ya no vives ahí, todavía te delata. Sin embargo, tu padre, Mikel, te inculca y educa en Venezuela valores intrínsecos de un guipuzcoano como el trabajo, la sencillez y la disciplina. Imagina que 21 años más tarde, la Real, tu equipo, el que veías por televisión al otro lado del charco, te llama para su filial. El destino es caprichoso y las oportunidades aparecen cuando menos te lo esperas. Eso le ha sucedido a Jon Mikel Aramburu, lateral del Sanse y futbolista que se marcó dos partidazos en Vigo.
Su descubridor en el mundo del fútbol le encontró por casualidad. Lo hizo con Wyscout, herramienta especializada para describir futbolistas por todo el mundo. Con 17 años jugaba en el Deportivo La Guaira caraqueño. «El primer día que le vi por internet solo sacó una vez de banda. El siguiente día, dos saques de banda. Al tercero marcó gol con la zurda siendo lateral derecho. Me fijé en él por la nacionalidad española y por su nombre, tenía pinta de vasco», declara su mentor deportivo. El flechazo fue inmediato. La intención no era otra que volver a casa, a Gipuzkoa.
Varios años antes, en cambio, se le escapó el tren de su vida. A finales de 2016, la Real llamó a Mikel Aramburu para que su hijo Jon Mikel, en edad cadete, realizara varios entrenamientos en Zubieta. El primer contacto con el club de su vida fue satisfactorio y repitió al verano siguiente disputando un torneo en Iparralde. Aramburu compartió vestuario con Turrientes, Karrikaburu y Dadíe, pero el caraqueño fue uno de los más destacados llamando la atención de los técnicos realistas, que se lanzaron a por él. Intentaron su fichaje, hacerle un contrato profesional. No pudo ser. En aquellos años la FIFA se puso estricta y sancionó a varios clubes europeos de primer nivel por contratar a futbolistas menores. La Real propuso al jugador y su familia desplazarse a Donostia a vivir, pero por motivos laborales –su padre posee una importante vinoteca– la familia no abandonó Caracas.
La llamada del Real Unión
Ya con veinte años y con el salto a Europa prácticamente descartado, apareció la opción del Real Unión de Irun, que le firmó para dos temporadas. El caraqueño destacó en Primera RFEF y entonces se subió al vagón de su vida. El Feyenoord neerlandés intentó su fichaje el pasado verano, pero Roberto Olabe se empeñó en el venezolano puesto que le ve un proyecto de futbolista del primer equipo de aquí a tres años. Con contrato hasta 2026, Aramburu tiene los pies en el suelo consciente de que su equipo es el Sanse y su entrenador es Sergio Franciso, aunque lógicamente aspira a dar el salto definitivo.
«Es un chico espectacular, disciplinado y con la cabeza muy bien amueblada», añade alguien de su entorno. Imanol está encantado con él. «La primera vez que vi a Jonmi entrenar dije que le quería todos los días conmigo entrenando. Es un futbolista que se deja el alma por el equipo, y necesitamos gente de ese tipo todo el año», declaró el oriotarra tras el segundo partido en Balaídos. Algo sabía el oriotarra cuando le colocó como lateral izquierdo el martes. «Puede jugar también en el lateral zurdo porque ha jugado partidos de primer nivel en Venezuela en esa demarcación. También ha jugado la Copa Libertadores como lateral izquierdo por lo que puede encajar en las dos posiciones». No es mal comodín para Alguacil, que apunta a tenerle todo el año bajo su cobijo.
Como no puede ser de otra manera, Aramburu está viviendo un sueño, rodeado, además, de amigos. El caraqueño coincidió en su primera prueba como realista con Beñat Turrientes y a día de hoy es uno de sus principales apoyos en el vestuario. También Magunazelaia. Sin embargo, el sudamericano está sorprendido con la naturalidad con la que le tratan futbolistas como Oyarzabal, Merino, Brais, Zubeldia... En el vestuario están encantados con él, puesto que además de rigor defensivo es muy inteligente sobre el verde. La felicidad se traslada, como no podía ser de otra manera, a su aita Mikel, pero también a su madre –riojana– que ven desde la distancia como su hijo cumple un sueño. Su hermana Ainoa también es txuri-urdin, al igual que sus abuelos, guipuzcoanos pero que ahora mismo viven en Pamplona. Tan solo el tiempo dirá si Aramburu pega el salto definitivo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión