La historia le es favorable
En la interminable y creativa disputa por la hegemonía del fútbol vasco, la Real sumó otra victoria gracias a su acierto
En un minuto se descosió el derbi. Después de un primer tiempo de aroma clásico, bien jugado, áspero pero bueno, con sabor, el regreso del descanso zanjó el asunto en dos detalles que definen la situación de ambos equipos. El Athletic no supo aprovechar un regalo en la primera jugada y la Real respondió con su segundo gol. La diferencia abismal entre encajar el empate nada más volver de los vestuarios o doblar la ventaja dejó el partido temblando y a merced de la Real. La falta de claridad del Athletic ante el gol y la aparente facilidad de los blanquiazules en el momento de la verdad abrió un hueco insuperable, una distancia que la Real no consiguió sin esfuerzo.
En un ambiente festivo, alegre y cordial, el Athletic llegó a Anoeta con un equipo de alfombra roja. Jugó con todos sus senadores, Muniain, Ander Herrera, De Marcos... Solo faltaba Raúl García. Frente al despliegue de la Real, Valverde apostó por la sabiduría, por los cientos de partidos en Primera y las miles de cosas aprendidas en ese viaje. Le costó a la Real hacer valer su superioridad técnica, soltar su potencial, poner las máquinas a tope.
El duelo fue interesante, porque cuando se enfrentan dos concepciones siempre surgen las preguntas. Los grandes veteranos del Athletic no estarán en el mejor momento de sus carreras, pero algo saben del negocio. La Real mostraba su superioridad técnica y todo parecía indicar acabaría rompiendo el partido a su favor, pero se notaba que había respeto. A falta de juego, galones, debió de pensar Valverde. En un derbi, donde tanta veces los intangibles resultan decisivos, no era un disparate esa idea. La Real se puso por delante en una jugada que no tuvo nada, ajena al relato del juego.
Pero el primer minuto del segundo tiempo acabó con cualquier disquisición teórica. El Athletic falló y la Real no. Un Kubo sometido hasta entonces con mano de hierro por el zarauztarra Yuri Berchiche –que puso dos centros de gol desaprovechados por Guruzeta e Inaki Williams–, cazó un balón y giró por completo la inercia del derbi. La Real no soltó la presa y Oyarzabal, suplente ayer, acertó a la primera. La superioridad de la Real en las áreas fue total.
El partido fue de guante blanco, con lances duros pero limpios. Se metió bien la pierna. Extrañaron los pitos a Muniain, personificación de la elegancia deportiva en la derrota en la final de Copa. En la interminable y creativa disputa por la hegemonía del fútbol vasco, la Real se anotó otro triunfo. El tiempo histórico le es favorable desde hace varias temporadas, pero la rivalidad continúa y es motivo de orgullo.
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La ovación
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