Illarramendi hace una indicación en el transcurso del partido de ayer en Zamora, que supuso su reaparición en un partido oficial siete meses después. ACERO
El seguimiento

Asier Illarramendi: cuando lo importante no se ve

Reaparece siete meses después con personalidad, con un fútbol medido y pocas concesiones a la galería

Álvaro Vicente

San Sebastián

Jueves, 16 de diciembre 2021

Ayer no era lo que se veía sino lo que se sentía, los intangibles. Como esa certeza subjetiva de que con Illarramendi los resultados mejoran ... aunque eso no tenga que ver con el juego, no al menos siempre. No hay otro como él en la Real. Ninguno es capaz de anticiparse a lo que sigue después. Illarramendi coge el sitio, acaricia el balón y el fútbol siempre mejora. Él siempre está, siempre ofrece una salida a sus compañeros. El problema es que ayer lo hizo a cuentagotas porque fue ubicado en una posición, la de interior izquierdo, en la que el balón pasó menos por esa zona de lo que le gustaría a un tipo que tiene tendencia a estar siempre cerca de donde se cuece el partido. Y porque en el descanso se quedó en la caseta. Imanol no le quiso forzar más después de diecisiete meses de ausencia desde que el 16 de mayo tuviera que abandonar lesionado el campo, en Anoeta contra el Valladolid.

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Ese regreso con cautela del capitán a un partido oficial es calcado al que trazó el entrenador con Illarramendi en su anterior reaparición tras lesión. Entonces fue en el Arcángel, el 20 de enero de este año, cuando Illarramendi reapareció 45 minutos tras 507 días sin ser titular. Es una lástima pero en los últimos tiempos hay que echar mano de la hemeroteca más veces de lo que sería aconsejable para recordar cuándo fue la última vez que jugó Illarramendi.

En Zamora, Illarramendi jugó a la misma altura de Guevara por delante de la defensa con Guridi en posiciones más adelantadas. Se supone que con este dibujo Imanol quiso taponar todo espacio entre líneas dificultando que el rival pudiera incrustar jugadores ahí. Al jugar dos mediocentros casi a la misma altura, los contrarios se movieron por delante de ellos y no a sus espaldas. La cosa salió bien porque el Zamora apenas inquietó por dentro. La Real no concedió pero tampoco sacó provecho por más que trató de estirar a los laterales por banda para generar superioridades. Rico, activo ayer, se asoció con Illarramendi en dos o tres ocasiones en la primera parte. No muchas más. Entre la niebla, a Illarramendi le contabilizamos algo más de treinta pases. Pocos, casi ninguno, verticales; casi todos, horizontales. Lo que mejor hizo fue estar siempre bien posicionado en esa banda izquierda en la que Rico y Nais trataron de conectar sin mucho éxito.

Posición

Ocupó las zonas importantes del campo y eligió un estilo sobrio, sin riesgo ninguno

Guevara fue quien se incrustó entre los centrales. En otras circunstancias habría sido Illarra el pivote y Guevara el interior, pero la falta de ritmo de competición seguro que algo tuvo que ver en esa decisión. En una posición u otra, el resultado fue el esperado: la Real, Illarramendi, jugó con personalidad, con un fútbol medido y pocas concesiones. Jugó posicionada, ocupando las zonas importantes del campo y eligió un estilo sobrio. Ahí reside la clave, la diferencia de categoría. El balón salió con velocidad, los pases fueron fuertes, los controles, mejores, y el partido cayó a favor de la Real como fruta madura.

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Reaparición

La última vez que volvió a ser titular después de lesión, el 20 de enero en Córdoba, también jugó 45 minutos

No importa que la niebla solo dejara ver lo que ocurría en una banda, la de Illarramendi, porque solo lo que ocurrió en esa zona permitió adivinar cuál iba a ser el desenlace. El observador imparcial no sería capaz de explicar por qué, pero el aficionado realista, que conoce a su equipo, a Illarramendi, más allá de lo razonable, siente que iba a ser así. Partidos como el de ayer lo confirman.

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