Nueve puntos en los primeros nueve partidos, siete goles a favor, puesto decimoquinto en Liga y un punto de seis en la Europa League. El ... comienzo de temporada de la Real ha sido sumamente decepcionante, muy por debajo de las expectativas, y eso que se esperaban curvas en el arranque con los cambios en la plantilla en un verano plagado de temores y ausencias. La imagen ante el Atlético de Madrid fue notable, esperanzadora, pero nada de eso alimenta y el punto se antoja escaso ante un supuesto poderoso ramplón y rácano. Lo que necesita esta Real que lo está fiando todo a la recuperación en Liga son puntos. Y de momento cabalga a ritmo de equipo que pelea por no descender, terreno propicio para los catastrofistas, cenizos nostálgicos, creyentes de las 'realadas' y 'haters' de Imanol Alguacil, que haberlos, haylos.
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Quien prefiera subirse al barco de la preocupación, motivos puede reunir. El que se decante por embarcarse en la motora de la ilusión, pilotada por el autodenominado 'gitano de Orio', también puede hacerlo cargado de argumentos. El rendimiento es creciente, Take Kubo está adquiriendo esa chispa que le hace único, Zubimendi es el mejor pivote de la Liga, por fin hay un francotirador como Sucic, capaz de batir a uno de los mejores porteros del mundo chutando desde fuera del área, la pareja de centrales ofrece todas las garantías y, al fin y al cabo, los puestos europeos están a cinco puntos cuando faltan 87 por disputarse. Con cinco penaltis en contra, todos muy evitables, errores infantiles que cuestan goles, algún que otro atropello arbitral y todavía 'sin 9', la Real está a tiro de dos victorias de su hábitat natural en la tabla, que son los puestos continentales. Y ya tiene hecho el rodaje de estos dos meses de dificultades.
Cabe pensar, en suma, que la trayectoria debe ser ascendente desde ahora por una cuestión de potencial y evolución. Y porque en casa roza lo imposible hacerlo peor.
Así las cosas, aprovechando la calma de este parón liguero y la convicción de una mejoría en los resultados, toca exponer realidades que a uno le dejan ojiplático.
El hecho de ir perdiendo en casa y que un jugador sustituido salga al trote no debería estar permitido, lo mismo que echar fuera de forma voluntaria un balón cuando un rival, en este caso el atlético De Paul, simula estar retorciéndose de dolor con la palmaria intención de perder tiempo.
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Tampoco es fácil de comprender que, con un 65% de posesión, el rival acogotado en su área y en plena oleada de centros –más de 30–, el entrenador decida prescindir de dos arietes puros que están calentando en la banda –40 millones de inversió– cuando el titular está aún a mil millas de su mejor versión y su máxima velocidad. Y eso que Oskarsson, cuya entrada al campo Imanol frenó con el gol de Sucic, estaba con la confianza por las nubes por su doblete ante el Valencia.
Por último, siempre respetando la libertad de expresión de todos, roza lo incompresible desear la muerte a cualquier ser humano, pero mucho a más al principal artífice de que la Real saliera de las catacumbas oscuras de Segunda, el que dio las primeras pinceladas de color a un club arruinado, fracturado y deprimido, en el que marcó 52 goles en 202 partidos, en cuyas arcas inyectó 54 millones y por el que muestra respeto y cariño cada vez que puede.
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