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Iván Mata
Un timonel sobre aguas turbulentas

Un timonel sobre aguas turbulentas

Andoni Ortuzar ha representado la vocación política por naturaleza en un contexto social de cambio e incertidumbre

Alberto Surio

San Sebastián

Sábado, 18 de enero 2025

Andoni Ortuzar compartía mesa el pasado 6 de diciembre en Bruselas con el francés François Bayrou, actual primer ministro galo, pero que participaba en aquel evento como presidente del Partido Demócrata Europeo del que forman parte los jeltzales. En un momento dado, Ortuzar vio una llamada en su móvil, que estaba sobre el mantel, con un remitente: Emmanuel Macron. Bayrou apartó el aparato, sin cogerlo. Al minuto, se levantó discreto para hablar por teléfono. Al poco tiempo regresó con otra cara. Ese día trascendía que había sido propuesto por el presidente de la República para ser el primer ministro. La anécdota revela hasta qué punto Ortuzar ha estado en el circuito de la pasión política y ha disfrutado y sufrido de ella. La erótica del poder tiene un precio. Y el timonel sobre aguas turbulentas -un consumado equilibrista- ha perdido la apuesta que lanzó para afrontar su último viaje.

Su decisión de competir, después de 12 años, por la Presidencia del EBB después de pulsar la opinión de las bases se ha encontrado con contestación interna capitalizada por el portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, y por Markel Olano en Gipuzkoa. Y en ello se enmarca su retirada final. Lo que sobre todo preocupaba al líder jeltzale era que la inquietud se apoderase de la militancia por una especie de sentimiento de orfandad ante los cambios en cascada. Primero el lehendakari, después los recambios territoriales y ahora el EBB. El miedo al vacío en los batzokis ha sido un argumento que ha flotado en el debate, aunque nadie lo haya querido utilizar públicamente.

Ortuzar es un representante por excelencia de la generación 'boomer' que ha sentido el compromiso político con verdadera vocación. Su trayectoria ha estado unida a las luces y sombras del PNV en los últimos 40 años. El nacionalismo jeltzale logró recuperar el espacio cedido tras la aparición de Eusko Alkartasuna mediante un pacto con el PSE en las instituciones. Ortuzar lleva en su gen las siglas del PNV y el legado de los históricos. Los veteranos nacionalistas, capitaneados por Ajuriaguerra e Irujo, habían pedido al PNV que tuviera paciencia histórica frente al riesgo de volver a la dictadura. Parece que fue ayer.

Ortuzar, nacido en julio de 1962 en Abanto-Zierbena, en la Margen Izquierda vizcaína, se afilió a EGI a los 16 años. Es, digamos, un 'pata negra' del partido de pura cepa en un territorio en el que el jeltzalismo es hegemónico. Su familia era nacionalista y la tradición en su casa mamaba esta 'certeza' en un tiempo en el que la política y el compromiso nacionalista se vivían como una 'religión', con una adhesión incondicional que en los tiempos líquidos que vivimos empieza a evaporarse. Arzalluz solía decir que el nacionalismo es más un sentimiento que una ideología. Ortuzar siempre ha estado muy de acuerdo con aquella definición, que cree que refleja perfectamente el papel que tiene el nacionalismo institucional en la sociedad vasca, al margen de los altibajos en los resultados electorales.

Rivales de peso del mismo Ortuzar coinciden en que el deseo personal del mismo era hacerse a un lado hace tiempo y buscar un sustituto, pero que fue cierta presión interna la que le empujó a intentar seguir, apuesta que no ha salido bien.

El recambio de Esteban

Sin Ortuzar en la pugna el recambio más factible apunta al portavoz del Grupo Vasco del PNV, Aitor Esteban, cuya continuidad en el discurso político es evidente. Esteban, eso sí, no supone un relevo generacional. Tiene, al igual que Ortuzar, 62 años, que cumple precisamente unas semanas antes. Con muy buena imagen en Madrid en círculos de opinión y segmentos económicos, su llegada previsible al EBB tiene lugar en un contexto en el que la política española atraviesa una etapa de enorme volatilidad y el PNV se ha convertido en una pieza clave de la estabilidad de la legislatura del Gobierno de Pedro Sánchez.

Y es que el tándem Ortuzar-Esteban ha sido un factor de interlocución decisivo para Sánchez, en buena parte por su experiencia dilatada y porque comparten una interlocución natural con todos los grupos, con excepción de Vox.

La segunda variable a tener en cuenta en este debate previo ha sido las turbulencias del escenario político vasco, marcado por los movimientos de la izquierda independentista para lograr la hegemonía social y política, y también por la reflexión sobre el futuro estatus de autogobierno. Una operación de alta sensibilidad en la que Ortuzar perseguía la cuadratura del círculo: por un lado, pretender que la izquierda abertzale que se quedó fuera del consenso estatutario en 1979, por considerar que rompía el Estatuto, se incorpore al pacto.

Ortuzar ha mitigado sensiblemente el pulso histórico en su partido entre soberanistas y pragmáticos en la medida en la que ha basado su liderazgo en un equilibrio de sensibilidades territoriales e ideológicas. Representa por excelencia el 'péndulo patriótico' que acuñaron los historiadores Ludger Mees, Santiago de Pablo y José Antonio Ranz.

Con Ortuzar la mayoría de estas cicatrices dolorosas del pasado se han terminado por cerrar aunque en los últimos meses haya surgido un grupo de agraviados en algunos sectores veteranos del partido, que denuncian la ausencia de debate interno y democracia en el seno de los batzokis, y se lamentan que el PNV se haya convertido en la práctica en un 'partido de cuadros', con estructuras clientelares y un problema de imagen con las nuevas generaciones en una sociedad que ya no vive la política con la devoción del pasado. Una marea que ha terminado también por salpicarle.

Ortuzar lleva la marca de la casa. Su principal manual de supervivencia tiene que ver con el tiempo que le ha tocado vivir, aunque no oculta ingredientes que le ayudan a ello: un sentido del humor a prueba de bomba, una forma de vivir 'disfrutona' y un compromiso con el periodismo que nunca ha perdido y que se basa en el instinto. El periodismo como profesión vocacional ha marcado su vida. Tanto en el tiempo que fue redactor jefe de Política de Deia como cuando después accedió a ser director general de EITB y se dedicó a la gestión audiovisual hasta 2008.

El pasado noviembre, en una comida con todos los directores de las televisiones autonómicas de los 30 años, Ortuzar intervino como uno de los veteranos a los postres. Se le notaba relajado, que el tema de la televisión pública le apasiona. En aquel ambiente evocaba que sentarse como director general era someterse a una 'silla eléctrica' permanente, con conflictos que había que resolver en 10 minutos, con informes de audiencia que se convertían en termómetros diarios de la fiabilidad de los espectadores. Ortuzar, y eso se palpaba en el ambiente, granjeó muy buenos amigos de todos los colores. Directores de gobiernos autonómicos del PP y del PSOE aplaudieron su intervención trufada de anécdotas. A Ortuzar se le veía contento. En las horas siguientes viajaría a Argentina, donde tiene buenos amigos. «Los nuestros allá son de la Unión Cívica Radical, no son peronistas, pero siguen expectantes la gestión de Milei», aclaraba el miércoles.

La geopolítica internacional es la gran pasión de Ortuzar. La de la política europea que le lleva a reivindicar la herencia del lehendakari Agirre y el compromiso democrático con la construcción política de la Unión Europa como un proyecto de libertad basado en un avanzado modelo social. La pasión que le lleva a participar en el Partido Demócrata Europeo que agrupa a formaciones de corte centrista con la bandera europeísta.

La bandera de Europa

El PNV ha hecho precisamente bandera militante contra el auge del ultranacionalismo de extrema derecha en Europa y centra su estrategia en la deslegitimación ideológica del trumpismo y en la corriente que puede poner en cuestión a la democracia liberal en el entorno occidental. Ortuzar se muestra particularmente satisfecho de poner en el foco el balance histórico del nacionalismo institucional frente a la herencia del rupturismo de la izquierda abertzale. Para el presidente del EBB se trata de recuperar un relato democrático justo y veraz sobre lo que ha sido el pasado en este país del terrorismo de ETA y la cobertura política ofrecida por la izquierda abertzale.

El PNV hace una apuesta encendida de Europa en una coyuntura en la que precisamente debe renacer frente a la presión populista y la amenaza expansionista e imperialista de Estados Unidos. Cree que es el momento de librar la batalla de los valores en un contexto en el que la desafección hacia la política democrática y la crisis de los principios de comunidad dibujan en el horizonte cada vez más preocupantes.

Ortuzar piensa que solo desde el centro renovador y regeneracionista que representa el Partido Demócrata Europeo se puede ofrecer un futuro de esperanza viable. Frente a la crisis del motor clásico-derecha izquierda, reclama una nueva mirada que aborde la realidad de las colectividades territoriales con un espíritu inclusivo, de integración basado en el lema de la UE: Unión en la diversidad. Ese será su verdadero legado ahora que lo deja tras doce años. Dejar anclado al PNV en un centro progresista, con respuestas innovadoras, capaz de adaptarse al cambio social sin dejar la esencia de lo que siempre ha sido.

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