Daniel Innerarity: «El riesgo real es que se estanque la democracia, no que haya un golpe fascista»
El director del instituto Globernance sostiene que «la dicotomía izquierda-derecha ha dejado de ser el eje dominante, pero aún tiene sentido»
«En Europa no existe un riesgo de vuelta del fascismo, pero sí de debilitamiento y estancamiento de la democracia». Así opina el filósofo Daniel ... Innerarity (Bilbao, 1959), que hoy pronuncia una charla en San Sebastián organizada por el instituto Globernance y la revista Galde –en Museo San Telmo, a las 19.00 horas– junto al filósofo Santiago Alba Rico sobre la actual crisis de civilización. Premio Nacional de Investigación Menéndez Pidal 2022, analiza en DV las claves de este paisaje de incertidumbre.
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–'Crisis de civilización' es el título de su charla. ¿Cuál es su tesis?
–No solo hay unas cuantas crisis sino que el mundo está en una situación crítica. No es que haya un contagio, es que hay una sociedad contagiosa en lo financiero, en lo sanitario, en la pérdida de diversidad, en la polarización... Estamos sometidos a mayores incertidumbres de las que estábamos acostumbrados y para las que habíamos diseñado las instituciones.
–¿Las próximas generaciones van a vivir peor que sus padres?
–Todo dependerá de la respuesta que demos al cambio climático, que es la crisis de mayor envergadura. El género humano ha sido capaz de demostrar a lo largo de la historia que ha respondido con ciencia, con tecnología y con innovaciones políticas y jurídicas a cada uno de problemas que ha ido teniendo, a veces en medio de procesos duros, largos, costosos y con grandes sacrificios. Pero, por lo general, los humanos hemos sido capaces de generar respuestas a sus problemas. Ante la acumulación de problemas que hay, en especial el climático, unido a que carecemos de incentivos para trabajar en favor de las generaciones futuras, nos estamos agotando en la satisfacción de las necesidades inmediatas, es decir, establecer una prioridad que es la actual generación frente a las futuras generaciones.
–¿Ve a las democracias liberales en peligro?
–Sí, pero no en el sentido en el que se suele afirmar. Veo a las instituciones políticas, también las de la democracia liberal, diseñadas para un mundo que no existe y, por tanto, con una enorme disfuncionalidad, una incapacidad de entender la nueva lógica de los tiempos, con nuevas tecnologías y nuevos espacios políticos, las sociedades son más plurales y más interdependientes. Y eso no lo sabemos gestionar muy bien. Muchas veces se entiende la crisis de la democracia o la debilidad de la misma frente a una especie de golpe de Estado. Las instituciones democráticas tienen en general capacidad de defenderse de lo que se llaman golpes externos. El problema son aquellas amenazas que nos generamos a nosotros mismos.
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«El debate identitario del autogobierno tiene sentido si va unido al desarrollo económico y a la cohesión social»
–No hay riesgo de golpe pero la democracia peligra...
–Eso es, las democracias no van a ser eliminadas por un golpe neofascista sino más bien por una enorme debilidad y estancamiento a la hora de generar acuerdos, avances, reformas...
–¿El auge de la extrema derecha es la vuelta del fascismo?
–No lo veo así, siendo como es un fenómeno muy preocupante, que nos va a hacer retroceder en algunos países. El ejemplo claro es que todos esos líderes de extrema derecha, que se habían presentado a sí mismos como partidarios de salirse del euro, han revisado sus posiciones.
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–En este tiempo pesa cada vez más la guerra en Ucrania. ¿Qué sociedad va a salir?
–Esta guerra ha vuelto a recuperar una vieja dialéctica amigo-enemigo a la que ya no estábamos acostumbrados. Eso cohesiona, por ejemplo, en que surja un eje europeo de defensa. Pero hay otra mirada. Al ser una guerra que se hace en un contexto de interdependencias es la primera que se desarrolla en ese marco. Ese tipo de estrategias tienen un efecto bumerán, hacen daño también a quienes las llevan a cabo. Uno deja de recibir gas ruso, y por tanto, reduce el dinero que recibe Rusia, pero lo debemos comprar en otro mercado a precio más caro.
«Las instituciones de la democracia liberal tienen una gran incapacidad para entender la lógica de los tiempos»
–¿La pregunta pertinente sería cómo paramos a Putin?
–Es un personaje muy imprevisible y en un entramado institucional muy opaco. Hacer adivinanzas sobre el futuro en ese contexto es algo que a un filósofo le sobrepasa.
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–En este paisaje tan versátil, ¿tiene sentido la histórica dicotomía izquierda-derecha?
–Yo sigo convencido de que sí, pero con dos matices. Esa dicotomía ya no enfrenta a los partidarios del mercado con los partidarios del Estado, porque se ha producido una simbiosis, hay un terreno común en cuanto a cómo articular esas dos variables. La otra variedad es que no es el eje dominante, no es el único eje, sino que aparecen otros que tienen que ver con la identidad, las mujeres, el medio ambiente, la gestión del corto y del medio plazo. Hay muchos más ejes de confrontación en la sociedad y de división que el existente entre derecha-izquierda. Los conflictos se solapan. Por ejemplo, las más pobres suelen ser las mujeres negras. Y esto también se une a que hay una cierta necesidad de articular antagonismos a efectos de ganar unas elecciones.
La «excepción siniestra»
–Con la economía en el centro de gravedad de la discusión pública en Euskadi, ¿el debate identitario ha perdido peso?
–Pues habría que entrar a preguntarse qué es el debate identitario. El autogobierno vinculado a la gestión propia de recursos para realizar una política económica menos dependiente de Madrid, eso tiene muchísimo futuro.
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–La paradoja es que en esta Euskadi estable y en paz, el contexto externo es cada vez más inseguro...
–Es que no existe ninguna isla en Europa. Probablemente el mayor aislamiento que hemos tenido ha sido precisamente la presencia del terrorismo, eso sí nos convertía en una excepción siniestra dentro de Europa. Pero tengo claro que no hay ningún sitio mejor que Europa para hacer frente a las crisis que sufrimos, pese a los problemas que existen.
–Y en el que todavía se escucha a los filósofos...
–(Risas) Bueno, me gusta que se nos escuche, eso no quiere decir que nos tengan que hacer demasiado caso. Somos una voz más. Cuando hay que tomar decisiones sobre asuntos complejos lo más razonable, siempre, es oír muchas voces y formar equipos de diferentes disciplinas.
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