El reto de dar respuestas a una sociedad expectante

El nuevo Gobierno Vasco que echa hoy a andar se enfrenta a una situación inédita provocada por la pandemia del coronavirus. Una crisis sanitaria, social y económica que obligará al Ejecutivo de PNV y PSE a redoblar esfuerzos para recuperar durante los próximos cuatro años a Euskadi del tremendo mazazo que está suponiendo el Covid-19. Pero junto a las obligaciones propias de la gestión, sociólogos y politólogos advierten de otro reto no menor: la necesidad de reconectar con la sociedad y frenar la creciente desafección de la ciudadanía hacia la política y las instituciones, como ha demostrado, entre otras cuestiones, la abstención histórica (47,2%) en las elecciones del 12 de julio.

Ander Gurrutxaga, catedrático de Sociología de la UPV-EHU; Eva Silván, politóloga; y María Silvestre, profesora de Sociología en la Universidad de Deusto y directora del Deustobarómetro Social, analizan para DV los cambios que ha experimentado el Ejecutivo que lidera Iñigo Urkullu, así como el escenario que acompaña el inicio de la nueva legislatura. Con sus matices, coinciden en la necesidad de aprovechar los cambios en los paradigmas que traerá el Covid para, al mismo tiempo, transformar las formas de hacer política y el funcionamiento de las instituciones y la Administración pública. Les retan a hacerla más cercana a una ciudadanía que quiere, más que nunca, soluciones a sus problemas y preocupaciones del día a día, certidumbre y transparencia.

Las dos mujeres comparten, además, su crítica a la decisión de desgajar Emakunde de Lehendakaritza e incluirla en el departamento de Políticas Sociales, Justicia e Igualdad.

Advierte al nuevo Gobierno de que la mayoría absoluta es un arma de doble filo. Por un lado, aporta la tranquilidad de saber que será capaz de sacar adelante todas las iniciativas que presente, pero al mismo tiempo, ya no tendrá disculpas si no acierta en sus decisiones o no cumple alguna de sus promesas. Por otro lado, esa mayoría reta al resto de partidos a hacer una oposición responsable y constructiva, a ser capaces de articular propuestas alternativas que convenzan a la población y no a limitarse a ser «agentes de producción de ruido». Respecto a la composición del Ejecutivo, considera que la creación de dos vicelehendakaritzas y la presencia de la secretaria general del PSE, Idoia Mendia, aportan una imagen de gabinete «fuerte y compacto». Gurrutxaga advierte que la gran pregunta que el nuevo Gobierno deberá responder ante la sociedad vasca es «qué ha aprendido» de la situación que hemos vivido y «qué va a hacer para que no se repitan algunas situaciones», como las lagunas detectadas en el sistema sanitario, en las residencias o el derrumbe del vertedero de Zaldibar. En este sentido, urge a la Administración a explicar con nitidez qué cosas han podido fallar y qué va a hacer para subsanarlas, porque «la sociedad está expectante, necesitada de transparencia y certidumbres». No solo respecto a la política sino, sobre todo, ante sus expectativas de vida. Advierte de que «vivimos en una encrucijada en la que no estamos tan mal como algunos quieren hecer ver, pero algunos referentes se han debilitado», como la idea del progreso continuo o la movilidad social ascendente. «Hemos visto que somos más frágiles de lo que creíamos y ello obliga a los gobernantes a aportar seguridad y certidumbre, a crear las condiciones para que el ciudadano confíe en que puede tener un desarrollo vital». Por ello cree que el Ejecutivo debería centrarse en «buscar soluciones a los problemas reales de la ciudadanía» y no dedicar energías a cuestiones como la reforma del Estatuto, que «en ningún estudio aparece entre las preocupaciones de la gente».

Define el nuevo gobierno como «fuerte y muy político» gracias al «gran peso» que tienen los dos vicelehendakaris, Josu Erkoreka e Idoia Mendia. La presencia de esta, con una cartera «de calado» y con «impacto en la ciudadanía» como Trabajo y Empleo, permitirá al PSE ganar relevancia y, al final del mandato, capacidad para hacer valer sus políticas. Descarta que los relevos en Educación y Sanidad obedezcan a un castigo a la gestión de las anteriores consejeras, sino más bien a cierto «agotamiento» y «sobreexposición» y a la necesidad de «afrontar retos nuevos con caras nuevas que tengan capacidad de transformación». Respecto al paso del área de Medio Ambiente a Industria, tampoco lo ve como una desautorización a Iñaki Arriola, sino más bien como un ejercicio de racionalidad política, en un momento en que la tendencia a nivel mundial es vincular desarrollo económico y sostenibilidad y priorizar la economía verde. Junto a las incuestionables reformas en las áreas más afectadas por la pandemia, Silván cree urgente reformar la Administración pública en su conjunto. «Tenemos una administración creada en el siglo XIX para atender las necesidades del XX pero que no está siendo capaz de dar respuesta a los desafíos del XXI», recalca. Por eso apunta como reto del nuevo Ejecutivo promover la transformación de un sector público «demasiado burocratizado, lento e incapaz de seguir el ritmo de la sociedad a la que presta servicio».

Coincide con Gurrutxaga en percibir en Euskadi una sociedad «demasiado desapegada de la política y desafecta de las instituciones», lo que interperla al Gobierno (y al conjunto de partidos) a «reconectar con los ciudadanos» y a llevar a cabo políticas públicas «alineadas con las preocupaciones de la sociedad», si no se quiere correr el riesgo de que crezcan los discursos populistas que plantean «soluciones fáciles pero irreales a problemas compejos». Para ello insta al Ejecutivo a apoyarse en expertos y en la sociedad civil para incorporar opiniones nuevas en el desarrollo de la acción de gobierno. Una manera de que la ciudadanía entienda que la política «no es solo de los partidos, sino que la sociedad también puede influir».

Por último, llama la atención sobre la decisión de situar Emakunde en la consejería de Políticas Sociales, Justicia e Igualdad, «perdiendo» así el carácter «transversal, autónomo e independiente» que tenía hasta ahora con su adscripción a Lehendakaritza. «Parece un paso atrás», remarca.

Percibe una sociedad vasca «preocupada» por la crisis sanitaria y por las consecuencias económicas y sociales que esta acarrea, al tiempo que «expectante y demandante» con el Gobierno. También «cierta desconexión y desafección hacia la situación política», por lo que de la capacidad del nuevo Ejecutivo de dar respuesta a las inquietudes y necesidades de la población dependerá su reconocimiento. Intranquilidades ligadas al temor a un colapso del sistema sanitario, al funcionamiento del sistema educativo, a la recuperación económica y del empleo... Por ello advierte de que «no se entendería que en el actual escenario los partidos se pusieran a debatir y se enzarzaran sobre el nuevo estatus. «Una cuestión importante y pendiente, pero ahora mismo no urgente», remarca.

Como a Silván, le «preocupa» la nueva adscripción de Emakunde a una consejería. Recuerda que desde su creación en 1988, el Instituto Vasco de la Mujer estaba adscrito a Lehendakaritza, y eso le otorgaba un «lugar de privilegio» para poder llevar a cabo políticas de igualdad transversales. «Es un claro retroceso cuando Euskadi era la única comunidad cuyo instituto de igualdad no dependía de una consejería», remata.

Respecto a la composición del gabinete, comparte que los cambios al frente de Sanidad y Educación pueden deberse más a cuestiones personales que a una valoración del desempeño del cargo. Las dos vicepresidencias, en su opinión, tienen «un claro contenido político» y escenifican el nuevo reparto de poder y de responsabilidades en el gobierno.