Recámara vasca a fuego lento
Giro pragmático ·
El nacionalismo vasco alientala reorientación posibilista de un sector del soberanismo catalánEl periodista catalán Joan Rusiñol, autor de un libro que compara el procés con la realidad vasca, opina que Euskadi y Cataluña, históricamente, han jugado partidas simultáneas, pero mirándose de reojo y haciéndose la zancadilla. Los nacionalistas vascos siempre han estado entre bambalinas. Sobre todo desde que en 2017 se pusiera en jaque el modelo autonómico con la operación de desbordamiento de la legalidad estatutaria puesta en marcha por Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. Lo sabe perfectamente Gorka Knörr, que en su día fue secretario general de EA y que ayer mismo vivió el último día en su cargo como delegado de la Generalitat en Madrid.
Los partidos nacionalistas vascos, paradójicamente, han alimentado la reconducción pragmática de un sector del soberanismo catalán que ahora se desmarca de la vía unilateral y rupturista. EH Bildu ha mantenido en los últimos tiempos una fluida interlocución con ERC, con Junts y con las CUP, que se ha plasmado en el movimiento soberanista de Llotja de Mar. Pero EH Bildu tiene sobre todo sintonía estratégica con ERC. Hay quienes incluso sostienen que Arnaldo Otegi ha influido en el viraje pragmático de Junqueras.
No obstante, el PNV y el lehendakari Iñigo Urkullu también reivindican su cuota de protagonismo. El segundo, en un papel de mediador durante la crisis abierta tras el referéndum del 1 de octubre de 2017, con una alternativa que pretendía evitar la Declaración Unilateral de Independencia y la aplicación del artículo 155 de la Constitución. El compromiso no salió adelante. Todas sus gestiones las depositó por escrito en unos cuadernos que después llevaría a los archivos del Monasterio de Poblet. El independentismo catalán vio con un considerable recelo la vía Urkullu para evitar la ruptura. El más crítico era Puigdemont, aunque casi siempre en privado.
Euskadi y Cataluña son realidades distintas. La existencia de ETA y el Concierto Económico han sido determinantes en explicar las diferencias. El PNV lo ha sabido leer desde un primer momento. La descomposición del espacio convergente les dejó sin aliados convencionales. Lo intentaron con Marta Pascal, después con el PDeCAT. Los jeltzales también han mantenido un cauce de comunicación con Junqueras, que recibió en su día las visitas de Urkullu y la de Andoni Ortuzar y Joseba Aurrekoetxea, del EBB, en la prisión de Lledoners.
Mientras, Puigdemont ha seguido desde Waterloo los movimientos. Desde EH Bildu se insiste en que «jamás hemos sido partidarios del cuanto peor, mejor», en discrepancia con la línea dura de un sector de Junts. Los contactos con Puigdemont en Bruselas y con Marta Rovira, en Ginebra, revelan unos hilos nunca rotos del todo. Algunos vascos que recibía el expresident le obsequiaban con un queso artesanal. Habrá complicidad culinaria, pero solo los republicanos se han convertido en verdaderos compañeros de viaje.
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