A cuenta gotas. Las transferencias que está recibiendo el Gobierno Vasco en los últimos años se producen con una lentitud exasperante. No deja de sorprender ... que 43 años después de que se aprobase el Estatuto de Gernika el Gobierno central de turno -en este caso el de Sánchez- ejecute a ritmo de moviola el trasvase de un puñado de competencias, entre ellas la emblemática de Prisiones, mientras que una veintena de materias siguen a buen recaudo en la siempre alambicada estructura ministerial. ¿Y el calendario del Gobierno Sánchez? Parece que puede sufrir nuevos retrasos porque a final de octubre se deberían transferir 25 materias más, pero estas expectativas se enfriaron ayer al anunciar Iceta que antes de final de año firmarán otro puñado de competencias. La velocidad de crucero con que Moncloa se comprometió a colmatar el Estatuto se ha convertido en una inquietante lentitud endémica. Nada nuevo.
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Diez años después del fin de la violencia de ETA, Euskadi recepciona la gestión de Prisiones en medio de una avanzada fase de acercamiento de presos de la organización terrorista. Los ejecutivos central y vasco lo desligan, pero sin duda ambas iniciativas encauzarán la situación de los presos etarras. Prueba de ello fue la indisimulada satisfacción de Arnaldo Otegi.
El Gobierno Vasco gestionará las cárceles desde octubre, consciente de que muchos ojos pondrán la lupa en el modelo vasco que aplicarán a los presos, incluidos los de la organización terrorista. Todo un reto.
Mientras, el Gobierno central sigue atascado con el estado de alarma y sumido en un inadmisible desbarajuste por las diferentes situaciones autonómicas. Un estado de la confusión que no merecen los ciudadanos.
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