Homenaje a Aitzol, el sacerdote euskaltzale tolosarra fusilado por los franquistas

Los encargados de recibir los diplomas de reparación en nombre de las familias fueron los descendientes de los asesinados de manos del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una ceremonia -el primer reconocimiento oficial del Ejecutivo a las víctimas de la represión franquista- cargada de una fuerte emoción en la que no faltaron las lágrimas. No acudieron representantes del PP, sí las tres vicepresidentas y el ministro de Presidencia, Félix Bolaños. En nombre del PNV acudió su portavoz en el Congreso, Aitor Esteban.

'Aitzol' era el apodo de José de Ariztimuño, un destacado referente euskaltzale, promotor del movimiento Euskalzaleak, periodista, escritor, miembro del PNV -del que se considera que es uno de sus ideólogos en aquellos tiempos- y un gran divulgador de la causa del euskera y de la cultura vasca en los convulsos años 30, mediante la organización de certámenes literarios, representaciones teatrales y concursos de bertsolaris. Amigo íntimo del que meses después sería el primer lehendakari de Euskadi, José Antonio Agirre, Ariztimuño también fue promotor de ELA-STV.

Nacido en Tolosa el 18 de marzo de 1896, fue fusilado en Hernani el 17 de octubre de 1936, con 40 años. Fue fundador de la revista Yakintza y dirigió la sociedad Euskaltzaleak. Publicó, entre otros libros, 'La muerte del euskera' en 1931, y en 1935 'La democracia en Euzkadi'.

Refugiado en Iparralde, regresó en octubre del 36 y fue detenido en alta mar en el barco 'Galerna' que le trasladaba a Bilbao. Fue encarcelado en la prisión de Ondarreta, salvajemente torturado, y fusilado en las tapias del cementerio de Hernani. Otros testimonios apuntan que, tras ser acribillado a balazos, los falangistas remataron a navajazos su cuerpo.

Su sobrino nieto, Aitzol Azpiroz, que recogió el diploma, valoró positivamente la iniciativa. «Es la primera vez que una ley estatal reconoce que una persona fue asesinada por el mero hecho de defender la cultura vasca», aseguró.

De la Sota, a su vez, fue una de las figuras económicas y políticas más importantes del PNV antes de las Guerra Civil y un símbolo del papel emprendedor de los industriales vascos de primeros del siglo XX.

Tuvo un gran protagonismo en la creación del PNV. Falleció en Getxo en agosto de 1936, tras negarse a exiliarse pese al golpe. Su fortuna -una de las mayores de la época y que incluía una poderosa flota de barcos- fue incautada en 1939 por el Gobierno franquista por sus ideas nacionalistas vascas y su alineamiento con la República. Solo parcialmente recuperarían algunos de los bienes expropiados en su día por la Ley de Responsabilidades Políticas. Sus familiares recibieron el diploma con visible emoción.