Partidarios y detractores de Illa, el día de su elección como nuevo president de Cataluña. Quique García / EFE

El choque ERC-Junts agrieta el bloque de investidura y aleja al soberanismo vasco

PNV y EH Bildu marcan distancias con los independentistas catalanes ante un otoño que será decisivo para clarificar su estrategia

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 25 de agosto 2024, 23:53

El nuevo curso político comienza con una percepción: el nacionalismo vasco ha marcado distancias con Cataluña, en donde el choque ERC-Junts amenaza la estabilidad ... de la legislatura española. Atrás quedan aquellos quesos curados que Arnaldo Otegi llevaba a Carles Puigdemont como regalo de un amigo guipuzcoano cada vez que le iba a visitar a Waterloo. La rentrée de septiembre va a volver a ilustrar un divorcio de PNV y EH Bildu con la estrategia del soberanismo catalán, en este momento marcada por una confrontación total entre Junts y ERC, que pugnan por la hegemonía de un espacio que, aunque ha iniciado un declive tras perder la mayoría absoluta en el Parlament, aún tiene una considerable presencia social. Ambos partidos tienen después del verano, en noviembre y octubre, respectivamente, sus congresos, claves para el devenir de la legislatura y para clarificar su estrategia.

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La Diada del próximo 11 de septiembre volverá a ser la caja de resonancia pero en esta ocasión va a escenificar un ambiente de 'guerra civil' interna entre posibilistas y ortodoxos en el seno del independentismo catalán que, salvando las abismales distancias que generaba el terrorismo de ETA, evoca el pulso entre moderados y radicales que durante muchos años ha presidido el debate del nacionalismo vasco.

El pulso entre ERC y Junts amenaza con bloquear el arranque de la legislatura de Pedro Sánchez. Con una Esquerra dividida en dos, la apuesta de Oriol Junqueras por volver a liderar el partido debilita la opción pactista, aunque paradójicamente el presidente de esta formación ha estado en la trastienda de la negociación. Y Junts es una caja de sorpresas pero no existe ninguna garantía de estabilidad. Acostumbra a llevar al límite todos los asuntos con el recurso último de dejar caer votaciones si no logra sus objetivos. En estas condiciones, resulta muy difícil la aprobación de nuevos Presupuestos Generales del Estado y tanto en La Moncloa como en el Ministerio de Hacienda se baraja ya como alternativa una nueva prórroga presupuestaria. Un escenario que incomoda a los aliados del presidente del Gobierno, en especial a Sumar, pero también a los nacionalistas vascos.

Inquietud

Tanto PNV como EH Bildu ven con gran incomodidad la hipótesis de una nueva prórroga presupuestaria

Los soberanistas catalanes deben ser capaces este otoño de diseñar un nuevo ciclo postprocés y salir de la adolescencia política de radicalidad reivindicativa como respuesta a la llegada del socialista Salvador Illa a la Presidencia de la Generalitat. Una estrategia en la que la Asamblea Nacional de Catalunya se ha convertido en un elemento de choque a favor de la construcción de un movimiento independentista unitario —y contrario radicalmente al pacto— ante el riesgo de que la actual división ahonde la frustración interna e impida al secesionismo abrirse a nuevos sectores, sobre todo entre los jóvenes. El riesgo de 'quemar' a su base social si no administra con inteligencia la nueva relación de fuerzas es real. Aunque no ha desaparecido, el debate identitario tradicional ha perdido fuelle y se ve reemplazado por los problemas sociales y económicos del día a día. La lacerante cuestión de la vivienda ha ganado por goleada la batalla al referéndum de autodeterminación.

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El último detonante que ha escenificado el divorcio entre Euskadi y Cataluña es la polémica del Concierto Económico, que los nacionalistas vascos intentan blindar. La controversia está servida en bandeja y existe cierto temor en Euskadi a que la defensa de un nuevo modelo de financiación singular para Cataluña pueda afectar colateralmente al Concierto vasco, en el ojo del huracán hace tiempo a pesar de que forma parte del anclaje constitucional.

Complicidad emocional

En público, los mensajes son de complicidad emocional con los soberanistas catalanes pero en privado se confía en que este otoño marque un punto de inflexión en su estrategia.

Mientras los jeltzales han abierto un proceso de renovación interno con el que pretenden sacudir al partido y fortalecerse internamente para conectarlo con las nuevas generaciones, los herederos de Convergència tienen que decidir una estrategia y definir qué papel va a jugar Carles Puigdemont. Hace tiempo que el mundo económico, nucleado en torno a Foment del Treball, les pide pragmatismo y capacidad de interlocución económica ante el Ejecutivo central. Es decir, una vuelta el 'seny' perdido mirando a Euskadi. Al revés que en el pasado cuando era CiU la referencia del acuerdo.

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La realidad en las izquierdas nacionalistas son también bien diferentes. Esquerra tiene que zanjar una profunda división interna y clarificar su línea de actuación. A su vez, EH Bildu –que vive un momento dulce pero debe asentarse como oposición constructiva– también se muestra muy cauta al valorar el laberinto catalán. Su relación estratégica en el Parlamento español con ERC no le impide tener una línea de comunicación muy fluida con Junts y, en concreto, con Puigdemont. También conserva canales de diálogo con la CUP y con la ANC. Pero EH Bildu prefiere no decantarse «por respeto» y porque admiten que no quiere inmiscuirse en el debate interno de los republicanos. La debilidad que encierra este escenario de división complica el margen de maniobra.

Gobierno central

El cisma en el independentismo catalán proporciona inestabilidad a la legislatura

En Euskadi PNV y EH Bildu se preparan para abrir en otoño el debate del nuevo estatus de autogobierno. Sobre la mesa empiezan a desplegarse algunas premisas que podrían permitir un acuerdo entre el PNV, la izquierda independentista y los socialistas, como es el reconocimiento nacional de Euskadi, el blindaje de competencias y el refuerzo de la singularidad del autogobierno vasco. Sin embargo, el horizonte del derecho a decidir –claramente defendido como principio democrático por EH Bildu– sigue siendo un caballo de batalla que provoca el choque drástico entre sensibilidades y tradiciones políticas. Un punto en el que el acercamiento se antoja imposible.

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Tanto ERC como Junts saben que tienen en la mano la llave de la legislatura y van a exprimir esta potencialidad hasta la última gota. El nacionalismo vasco tiene la íntima convicción de que a los soberanistas catalanes no les interesa la caída del actual Gobierno de Pedro Sánchez en la medida en la que su actual contexto de minoría parlamentaria ofrece un campo de negociación que sería imposible con una mayoría absoluta de centro-derecha, ya sea del PP en solitario o con la cobertura directa o indirecta de Vox.

La clarificación de Cataluña es una pieza necesaria en el puzle y puede tener también influencia en el debate sobre el futuro del autogobierno vasco. Tanto los jeltzales como la izquierda independentista vasca aguardan expectantes cómo puede incidir la presencia de Illa y del PSC en el debate territorial. El PNV no ha enseñado aún todas sus cartas al respecto, aun cuando no quiere regalar en exclusiva la bandera del soberanismo a la izquierda nacionalista, que le disputa le hegemonía en ese terreno. Una de las incógnitas pendientes es si en el proceso que se abre en septiembre, y que finalizará en marzo, el PNV va a incluir una propuesta de ponencia política que marcará su hoja de ruta o se limitará a surfear sobre la ola en una coyuntura que, con todos estos ingredientes, apunta a la fuerte marejada.

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