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La batalla del relato sacude el verano de una Euskadi sin ETA

Los episodios de tensión callejera están lejos del pasado violento pero avivan el choque en el nacionalismo en un contexto de inquietud electoral

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 7 de septiembre 2025, 00:04

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El verano vasco se ha visto sacudido por algunos momentos de tensión en la calle. Los incidentes registrados en las fiestas, si bien están lejos de la violencia, sí son un termómetro de los altibajos del proceso de normalización de la convivencia en Euskadi. Jeltzales y socialistas han reprochado a EH Bildu por alentar una retórica agresiva que blanquea el pasado. A su vez, la izquierda independentista asegura que sus vías son políticas y que airear ese imaginario responde a una apuesta del PNV por erosionarles en un momento en el que tienen el viento a favor. Una pugna que tiene como telón de fondo los comicios municipales y forales de 2027 y la lucha por la hegemonía PNV-Bildu en un escenario en el que el señuelo de un adelanto electoral activa las luces de inquietud. Y reabre la batalla del relato sobre lo que ha sucedido en Euskadi en los últimos 50 años y lo que se va a contar a las nuevas generaciones ahora que ha desaparecido el terrorismo de ETA.

El acoso a los ertzainas y los policías municipales en los recintos festivos, determinada escenografía radical y algunos incidentes en las protestas contra Israel en la Vuelta a España han encendido la temperatura. La polémica por las pancartas sobre Txiki y Otaegi –dos de los cinco últimos fusilados por el franquismo– ha puesto la guinda de un duelo por una narrativa que aún escuece.

¿Se ha despertado el gen borroka en una parte de la ciudadanía vasca, la más afín a la izquierda abertzale trece años después del fin de la violencia? El sociólogo Braulio Gómez, codirector del Deustobarómetro, no lo cree. En su opinión, lanzar esta afirmación es un juicio político interesado que obedece a un juego muy simplificado. «Existe una reacción de un sector de la juventud vasca que ya no tiene que ver con el discurso de EH Bildu ni con la estrategia de la izquierda independentista de apostar por las vías institucionales, democráticas y estrictamente políticas. «Es otra cosa, es una reacción extrema, que puede hacer compatible pegar a los inmigrantes y pegar a la policía, que plantea una respuesta antisistema, que expresa una furia de los menores de 25 años que nos cuesta analizar, y que tanto puede envolverse en la bandera de la falta de vivienda como en la del conflicto de Gaza». Pero eso no tiene que ver, a su juicio, con el guion borroka del pasado.

Para Gómez, esta respuesta enlaza con una rebeldía juvenil en la que «EH Bildu cada vez conecta menos, porque las encuestas dicen que su electorado ha entrado en una zona de confort y que su proyecto 'atrapalotodo' por caer bien a todo el mundo empieza a tener límites para seguir creciendo».

En ese contexto se enmarca el pulso que libran EH Bildu y Sortu, por un lado, y los jóvenes de GKSpor el otro, una fractura que se hace especialmente visible en el mundo juvenil y que no se libra en el terreno clásico del independentismo, sino en la de la contestación y la ruptura con un determinado establishment y en una guerra frontal en las redes sociales. Y en esa impugnación pueden entrar tanto los jóvenes ligados al Movimiento Socialista –con un discurso obrerista y una encendida retórica antifascista– como el populismo de ultraderecha crítico con la democracia liberal. En estos caladeros más radicales se está gestando la desafección hacia la política convencional. Algunos episodios de hostilidad hacia la Ertzaintza tienen como telón de fondo esta rivalidad entre EH Bildu y GKS por la visibilidad y el control del espacio público.

La falta de ruptura

El catedrático de Filosofía Daniel Innerarity, sin embargo, no coincide del todo con el análisis del director del Deustobarómetro. Porque, según reflexiona, una cosa es que la estrategia política de la izquierda independentista vaya por unos derroteros y esté asentada, y otra que subsista, como cree, una cultura profunda con demasiadas inercias aún ancladas en el pasado y numerosos prejuicios que todavía no han desaparecido. «En este país no ha habido una ruptura generalizada, una deslegitimación aceptada por todos, también por la izquierda abertzale de la violencia mal llamada de baja intensidad. Tampoco la ha habido con la violencia asesina, pero con la primera, en concreto, la izquierda abertzale no ha roto particularmente, con lo que tiene pocos argumentos y poca ejemplaridad para expresar su rechazo, lo vimos con la afirmación de Arnaldo Otegi a propósito de que la Ertzaintza tenía que ganarse el respeto».

Testimonios

«Lo ocurrido en verano no quiere decir en absoluto que se haya despertado el gen borroka en Bildu»

Braulio Gómez

Deustobarómetro

«Mientras ese sector de la sociedad considere aceptable y no haya roto con esa kale borroka las nuevas generaciones de esos entornos ideológicos no tendrán ningún freno para, en cuanto les parezca, proceder a ella con cualquier motivo. No han interiorizado todas las nuevas generaciones del país que la violencia, por pequeña que sea, es absolutamente inaceptable», piensa Innerarity. Y es que, siendo legítimo el derecho a la protesta, más aún el que va en contra del genocidio que está cometiendo Israel con la población gazatí, como cree, «en una democracia se puede protestar de cualquier cosa pero no de cualquier manera».

«Ha cambiado la estrategia, pero aún no ha llegado la deslegitimación violenta, por pequeña que sea»

Daniel Innerarity

Filósofo

En una posición similar se posiciona Fabián Laespada, profesor de la Universidad de Deusto y uno de los históricos promotores de Gesto por la Paz de Euskal Herria. Laespada admite el cambio social y político operado en los últimos años pero reflexiona críticamente sobre la falta de pedagogía activa desde dentro de la izquierda independentista en relación a lo que en su día fue el empleo del terrorismo y de la coacción para forzar los mecanismos democráticos de la política. «Es evidente que todos los partidos vascos no son quienes fueron ni lo que fueron hace 20 años», sostiene, «y que han cambiado imagen, estrategias y personas». Para Laespada, la izquierda abertzale, «sin embargo, sigue siendo una fuerza más refractaria al cambio, y por mucho que sus dirigentes actuales vistan, se expresen y escuchen otras nuevas melodías, mantienen un discurso monolítico con respecto a su pasado, y en consecuencia a su responsabilidad en la estrategia de la violencia ejercida por ETA y padecida por miles de vascos».

«El hacha duerme afortunadamente, pero la serpiente asoma de forma astuta en las paredes»

Fabián Laespada

Profesor de Deusto

Laespada lo tiene claro. «Ahora se manejan con una dialéctica más amable, pero su semántica permanece porque no han sido capaces de expresar el rechazo claro y directo de su pasado violento. De alguna manera, la épica violenta permanece. La lectura crítica y sincera de error, de haber provocado tanto dolor no llega, no la afrontan». Mientras no rechacen nítidamente sus métodos agresivos que conformaron su tarea de eliminación del adversario «seguirá la culebra metida en su esencia. Afortunadamente el hacha duerme, pero la serpiente asoma en forma de presencia astuta en las paredes de nuestras calles».

«Como no hay una ruptura ética con su pasado, no hay mimbres para un proceder democrático, pacífico y respetuoso con la pluralidad de la sociedad vasca. Mientras mantengan su discurso de 'lepoan hartu ta segi aurrera', cambiarán de look, pero el instinto coercitivo permanecerá», afirma.

Además, el que fue promotor de Gesto Paz analiza el emergente fenómeno GKS. «Les ha crecido un enano que viene pegando fuerte, lo que provoca en el mundo de Sortu bandazos; se ven en la necesidad de regenerar eslóganes del pasado, y, como sucede en la extrema derecha, achican espacios que habían desatendido a base de argumentarios radicales», asevera.

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