La alargada sombra de Waterloo
El president condiciona desde el 'exilio' en Bélgica la estrategia independentista y ejerce con ERC la misma receta que aplicaron con él los republicanos antes de su destitución
El 5 de mayo, un día después de las elecciones de Madrid, se cumplen 200 años de la muerte de Napoleón. La singular ... efemérides evoca la última derrota del emperador de los franceses en Waterloo, que marcó el principio del fin de Bonaparte. A pesar de que, incluso durante su exilio, siguió contando con el entusiasmo de sus seguidores, que no eran pocos entre los oficiales del Ejército imperial. Es en Waterloo, en este pequeño municipio cercano a Bruselas, donde reside otro 'exiliado', Carles Puigdemont, expresidente de Cataluña, depuesto por la aplicación del artículo 155 de la Constitución por la deriva independentista de su Gobierno y su desbordamiento de la legalidad. Desde allí maneja los hilos del Consell per la República, el instrumento que se ha convertido en el más conflictivo escollo entre Esquerra y Junts, que impide que se haya cerrado un acuerdo de gobierno y que amenaza con entorpecer una estrategia sólida del Govern y la definición de una hoja de ruta.
Publicidad
Y es que Esquerra se resiste a incorporar al programa de gobierno un papel institucional para un organismo paralelo como es el Consell, planteado como caja de resonancia del independentismo en el exilio y plataforma de Puigdemont en su discurso de ruptura y confrontación con el Estado. Es precisamente la misma ERC que en su momento, cuando estaba liderada por Oriol Junqueras como vicepresident, amenazaba desde la línea dura al entonces president y le instaba a no arrugarse y no convocar elecciones. Las famosas 'monedas de plata' de las que hablaba en un tuit Gabriel Rufián para advertir al todavía president que estaba a punto de cometer un acto de 'lesa traición'.
Aragonès ocupará el despacho oficial de Puigdemont, el mismo que Torra se negó a utilizar en el Palau
Las tornas han cambiado por completo y los papeles se han invertido., Los 'duros' de ayer son los 'blandos' de hoy, y viceversa, en función de los intereses. El nivel de desconfianza entre los dos partidos independentistas es alto, y ayer Pere Aragonès hizo un llamamiento a rebajar la tensión. Pero Roma, en este caso Waterloo, 'no paga traidores', dicen en el entorno del expresident, que está convencido de que el Estado español no tiene la más mínima voluntad de negociar una salida digna que restaure la dignidad que considera pisoteada desde Madrid. Después llegó Quim Torra, presidente vicario del verdadero poder en la sombra, aunque al final, cuentan quienes siguen de cerca el postprocés, ha superado en radicalidad al propio Puigdemont.
Si en los próximos días ERC y Junts logran pactar un acuerdo de mínimos –que casi nadie duda, aunque sea en el último segundo del último minuto y al borde de que suene la campana– lo harán bajo la atenta mirada del que fuera inquilino del Palau de la Generalitat. Aragonès ocupará el despacho oficial de Puigdemont, el mismo que Torra se había negado a utilizar por considerar que seguía abierta la herida del agravio tras la destitución forzada de su antecesor.
Publicidad
El líder de la oposición
Mientras, el socialista Salvador Illa se estrenaba ayer en el Parlament como líder de la oposición con un discurso pactista. Un antiguo militante del PSC, que en su día votó contra la fusión con la Federación Catalana del PSOE, reconoce que el papel de los socialistas catalanes es en este momento el único que pueden hacer para devolver a Cataluña el 'seny', el sentido común perdido por la hipergesticulación del secesionismo, con un desgaste palpable en las bases 'indepes'. Y apunta un dato. «Ha empezado un proceso duro de cambio, pero el cambio real y la pérdida de fuelle soberanista ya han comenzado, por ejemplo, en la Fundación Bancaria de Caixa, que es la que manda». ¿Aviso a navegantes?
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión