González, Díaz y Guerra, el día 26 cuando la presidenta andaluza anunció oficialmente su candidatura a las primarias para liderar el PSOE

Como una ola

Crónica sobre las fortalezas y debilidades de Susana Díaz, la última candidata socialista a las primarias

Alberto Surio

Jueves, 30 de marzo 2017, 06:28

'Como una ola', la mítica canción de Rocío Jurado sobre la pasión del amor que vino y que se fue, podría ser sin duda ... una de las melodías que definen el instinto político de Susana Díaz, la presidenta de la Junta de Andalucía que el pasado domingo anunciaba su candidatura a la Secretaría General del PSOE. Díaz optaba por un baño de masas que pretendía transmitir un inequívoco mensaje de fortaleza interna, que contaba con la presencia de todos los históricos dirigentes del partido, incluidos los dos expresidentes del Gobierno desde el inicio de la Transición.

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La absoluta exhibición de poderío de la presidenta andaluza a la hora de postularse como candidata a dirigir el centenario PSOE ha abierto un debate sobre el papel que puede tener la vieja guardia del partido a la hora de influir en el voto de la militancia.

Se confrontan dos tesis: la primera, la de quienes creen que los referentes tradicionales del partido (Felipe González, Alfonso Guerra, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba) forman parte del imaginario colectivo e inciden positivamente en la voluntad de una afiliación bastante envejecida, en la que pesa considerablemente un determinado patriotismo de partido. Y la otra, la de quienes sostienen que ocurrirá todo lo contrario, que las viejas glorias ya no suman sino que suponen un lastre del pasado que hay que empezar a administrar con prudencia.

Retrato de familia

Susana Díaz, eso sí, ha conseguido que se ofrezca la imagen de que la familia está con ella y que representa un 100% PSOE en la medida en la que el pedigrí de los veteranos le arropa mayoritariamente. Un torpedo contra Pedro Sánchez, al que se presenta como un advenedizo en la cultura del socialismo español, que está dispuesto a desestabilizar el PSOE por su ambición personal y su resentimiento tras ser desplazado como secretario general tras el traumática Comité Federal del pasado mes de octubre.

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El aval del SPD a los renovadores de Suresnes

  • No se puede desligar este fenómeno de actual tensión interna a la trastienda de la reconstrucción del PSOE al inicio de la Transición, cuando el SPD se inclinó abiertamente a favor de los dirigentes renovadores del congreso de Suresnes (González y Guerra, entre otros) frente al núcleo histórico liderado por Rodolfo Llopis, líder del Partido Socialista del exterior, que tenía a Toulouse como centro de operaciones. El respaldo de la Fundación Ebert a González fue explícito. Los socialdemócratas alemanes se decantaron finalmente por los renovadores como la alternativa más eficaz para frenar al emergente eurocomunismo en el sur de Europa. El impacto de la Revolución de Abril, en Portugal, fue determinante para que los socialistas alemanes hicieron una apuesta por intentar frenar la consolidación de los partidos comunistas en los países mediterráneos.

Claro que el exsecretario general se defiende con el argumento de que lo que está en juego es la credibilidad del PSOE como un proyecto autónomo de izquierdas en el que mande la militancia y no el aparato y los baronías territoriales en complicidad con otros poderes económicos y mediáticos.

En todo caso, uno de los problemas inevitables que acarrea Díaz es que encarna uno de los polos del enfrentamiento interno, con Sánchez, al que por cierto en su día apoyó en su pugna con Eduardo Madina en las anteriores primarias. Es decir, la presidenta de la Junta de Andalucía es una de las piezas del tablero de la división del electorado y de la militancia socialista y profundiza en una imagen de fractura territorial en su organización.

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Ese es uno de sus principales talones de Aquiles, incluso si gana las primarias, porque le complica la estrategia para liderar un perfil más integrador e inclusivo en su apuesta por lanzarse a la conquista de La Moncloa. Un objetivo al que le anima, según revelan las encuestas demoscópicas, ser uno de los dirigentes socialistas que mejor opinión suscitan entre los electores del PP porque se le relaciona con un discurso españolista que tiene buen predicamento en determinado nicho sociológico.

La cuestión es hasta qué punto, mas allá de las simpatías, estos electores liberales o conservadores están de verdad dispuestos a respaldarle con el voto en unas elecciones generales y abandonar la fidelidad ideológica del centro-derecha.

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Trasfondo ideológico

El trasfondo ideológico puede responder a claves más convencionales. El pulso entre un ala izquierda y la corriente socialdemócrata más moderada no es del todo nuevo, aunque una de las habilidades del PSOE de la Transición fue evitar la división interna, con una disidencia muy minoritaria a la línea oficial aglutinada alrededor de los críticos de Izquierda Socialista. Claro que si se evitaba ese conflicto era porque se tenía el poder y cerca de diez millones de votos ciudadanos avalaban en las urnas el proyecto. Y porque no existía ningún proyecto a la izquierda del PSOE que le hiciera sombra de verdad. Ni el PCE al inicio de la Transición ni después Izquierda Unida constituían amenazas reales para la hegemonía del PSOE en el campo del centro-izquierda.

En la historia del socialismo después de la muerte de Franco, una primera decisión del congreso socialista de mayo de 1979 de no renunciar al marxismo provocó la dimisión de Felipe González como secretario general. Poco después, en un congreso extraordinario de octubre, volvió a asumir las riendas del partido una vez aceptada sus tesis con las que pretendía modernizar ideológicamente al PSOE y ubicarlo en las coordenadas de la socialdemocracia europea.

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Con anterioridad, en la Segunda República, la línea posibilista de Indalecio Prieto y la más radical encabezada por Francisco Largo Caballero se enfrentaron virulentamente, incluso con armas entre las juventudes socialistas. El alzamiento militar de julio de 1936 reconcilió a las dos almas del partido, si bien la descomposición del bloque republicano a lo largo de la Guerra Civil -con duros enfrentamientos internos en su seno- fue una de las claves que explicarían su derrota.

En la actualidad, la discusión interna en el PSOE refleja la concatenación de diferentes factores y obedece a un proceso de desgaste paulatino que ha erosionado una parte considerable de su base electoral y que ha coincidido con el auge de Podemos como una opción alternativa, con especial peso en las clases medias y urbanas, y entre los jóvenes. El socialismo tradicional mantendría la fidelidad del electorado 'obrero' y entre los mayores de 50 años, pero la transformación sociológica y económica en España está alterando la relación de fuerzas y esa fotografía.

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Una de las claves de la desafección interna es el temor a que se haya producido un desdibujamiento de la identidad ideológica y una excesiva aproximación hacia 'terceras vías' de carácter liberal. El malestar de una parte de la militancia explicaría la fuerza con la que ha arrancado Pedro Sánchez, pero tampoco está claro si esa movilización en determinados actos públicos se va a traducir entre los afiliados de las agrupaciones.

Brecha generacional

El dilema que encierran las primarias esconde también un debate pendiente sobre la situación del electorado socialista en España, la desafección que ha sufrido parte del mismo, la brecha generacional abierta en su seno, con la fuga de una parte del voto joven de izquierdas y de clases medias urbanas hacia Podemos en los últimos años. La crisis económica ha pasado su alargada y envenenada factura al socialismo histórico, cuyos gestores han sido percibidos por el sector de la sociedad más sensible al discurso crítico del 15-M como una parte más delas élites xtractivas del poder.

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El malestar que siente una parte de la militancia del PSOE tiene que ver con esa desorientación y esa desafección y no es un fenómeno privativo al socialismo español. Nuestros hijos se han ido a Podemos!, resumía gráficamente Josep Borrell, el exministro hoy alineado con Pedro Sánchez.

Susana Díaz ha logrado enviar una señal de fortaleza interna. Que, además, sea la primera mujer que puede dirigir el Partido Socialista y ser la aspirante a presidente del Gobierno de España constituye sin duda un activo en la actual sociedad española.

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El flanco débil de Díaz es que representa una sensibilidad demasiado anclada en el sur de España, que visualiza al PSOE como el gran partido 'nacionalista' de Andalucía, con un discurso muy clásico sobre la 'igualdad' que no cala en la España de la periferia y que entra con dificultades en los sectores más urbanos y de clases medias.

Su alusión a que viene de una familia humilde enlanza cvon la tradición de los 'descamisados' que en su día esgrimía Alfonso Guerra, y en esta ocasión ha amortiguado algo el discurso sobre la unidad de España. Diaz pretende tener también apoyos en el PSC y sabe que cierto mensaje 'nacionalista' español es un obstáculo en determinado sector de su partido en Cataluña.

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