Los caminos de la lengua por San Millán de la Cogolla
En un recóndito rincón de La Rioja, al pie de las altas cumbres de la sierra de la Demanda, San Millán de la Cogolla fue testigo hace mil años del nacimiento de una lengua
el diario vasco
Jueves, 19 de abril 2018, 10:32
En un recóndito rincón de La Rioja, al pie de las altas cumbres de la sierra de la Demanda, San Millán de la Cogolla fue testigo hace mil años del nacimiento de una lengua. Aquí, en un austero retiro monástico, fueron escritas las primeras palabras en castellano. Los monasterios de Suso y Yuso, escenarios de aquella explosión cultural, crecieron durante los siglos siguientes hasta convertirse en el gran polo de atracción de la región. En su privilegiado entorno se desarrolla una ruta que nos lleva a descubrir además una comarca de gran valor natural.
Datos
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Provincia: La Rioja
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Dificultad: Media
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Modo: A pie
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Temporada: Primavera
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Duración: 3 h
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Distancia: 12,09 km
1.- Monasterio de Yuso
Punto de partida
Desde el aparcamiento del monasterio, nos encaminamos hacia el pueblo de San Millán. Caminamos por su calle Mayor, jalonada por hermosas fachadas blasonadas, hasta alcanzar el número 69. Frente a él, nos desviamos la derecha por una cuesta que enfila directamente hacia el río. En caso de duda, debemos seguir las señales blancas y rojas del GR-93, que nos guiarán hasta los corrales de Ortuño. Al llegar junto al cauce, encontramos un cruce en el que giramos a la izquierda para buscar la carretera de Estollo. La tomamos hacia la derecha para continuar hasta un almacén de cereales. Tras él, dejamos el asfalto para desviarnos a la derecha por un camino que se interna en el bosque. Enseguida llegamos a una pista donde giramos a la derecha para llegar hasta unos cultivos donde giramos a la izquierda y comenzamos a subir con fuerza, entrando así en el encinar.
2.- Encinar
Km 1,70 >
La senda se abre camino entre encinas, descubriendo un magnífico bosque propio del clima mediterráneo. De vez en cuando, el arbolado se abre y nos permite disfrutar de hermosas vistas de los monasterios. Montaña arriba, alcanzamos el límite de un hayedo, exponente del clima atlántico, clara muestra de la zona de transición climática en la que nos encontramos. Las hayas ceden pronto el testigo a una zona de praderas donde continuamos subiendo hasta un refugio.
3.- Corrales de Ortuño
Km 4,28 >
Un refugio solitario ocupa este lugar en el que antaño se levantaban corrales pastoriles. Dejamos aquí las señales del GR y giramos a la derecha para tomar una pista. Iniciamos un largo y algo monótono descenso hasta el fondo del valle.
4.- Lugar del Río
Km 8,35 >
Al desembocar en la carretera que discurre junto al Cárdenas, giramos a la derecha para atravesar por su única calle el pequeño pueblo de Lugar del Río. Antes de dejar atrás las últimas casas, giramos a la derecha siguiendo de nuevo las señales blancas y rojas, para cruzar el arroyo y remontar una pendiente entre arbustos. Al llegar a un alto, vemos a tiro de piedra el monasterio de Yuso, del que sólo nos separa una corta bajada y un agradable paseo entre choperas. Una abertura en el alto muro que rodea el recinto monástico, nos lleva de vuelta al aparcamiento.
5.- Monasterio de Yuso
Km 12,09 >
De interés
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Asador San Millán: Prestiño, s/n; San Millán. Tel. 941 373 243
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Asador las Glosas: Escribanías, 2; San Millán. Tel. 941 373 232
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Hostería San Millán: Monasterio de Yuso - Tel. 941 373 277 - www.hosteleriasanmillan.com
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Hospedería La Calera: Diseminado, 57; San Millán - Tel. 689 314 352 - www.hospederialacalera.es
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Oficina de Turismo de San Millán: Monasterio de Yuso - Tel. 941 373 259
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Catedral de Santo Domingo: Santo Domingo de la Calzada - Tel. 941 340 033
Cómo terminar el día
Cuna del Castellano
En las estribaciones de la sierra de la Demanda, al pie de cumbres que se pasan gran parte del invierno bajo un manto de nieve, se encuentra San Millán de la Cogolla. El principal hito cultural de La Rioja toma su nombre del santo Millán, un ermitaño del siglo V, fundador del oratorio rupestre de Suso. Sobre él fue levantado siglos después el monasterio del mismo nombre, con una espléndida iglesia de tonos rosas en la que se entremezclan los rasgos románicos y los mozárabes. Ladera abajo, en el fondo del valle, fue construido en el siglo X el monasterio de Yuso, reconstruido entre los siglos XVI y XVIII tal y como conocemos en la actualidad. Sus formas barrocas y renacentistas guardan importantes tesoros, pero ninguno como las Glosas Emilianenses, las primeras frases escritas que se han encontrado en castellano. Corría el siglo XI cuando un estudiante cuya lengua común era el castellano encontró problemas para comprender algunas expresiones del texto latino que estaba leyendo, por lo que apuntó a su lado su traducción. Por si fuera poco, el mismo códice incluye en sus márgenes las primeras palabras escritas en euskera. Una cuidada senda peatonal une ambos conventos, al mismo tiempo que recupera el antiguo camino entre ellos.
Santo Domingo de la Calzada
En la catedral de Santo Domingo de la Calzada se guardan un gallo y una gallina vivos como homenaje a los poderes milagrosos que se atribuyen al santo que da nombre a la villa. Y es que cuenta la leyenda que un peregrino alemán rechazó a una muchacha del pueblo que, despechada, lo acusó de ladrón, delito por el que fue ahorcado. Sus padres, al ir a recoger el cuerpo de su hijo, lo hallaron vivo en el cadalso y acudieron al juez, que se burló de ellos argumentando que su hijo no estaba más vivo que la gallina asada que tenía él en el plato. Sin darle tiempo a terminar la frase, el animal se puso en pie de un salto y cacareó. Pero el gallinero monumental que adorna la nave del templo no es el único encanto de la catedral, a medio camino entre el románico y el gótico. En su exterior, una interminable escalera sube hasta el campanario exento, barroco, desde el que se divisa gran parte de la Rioja Alta. También merece la pena visitar el magnífico hospital de peregrinos, una joya medieval reconvertida en Parador de lujo. Con menor carga histórica pero gran encanto, una visita a Santo Domingo no estaría nunca completa sin un paseo por la plaza de España ni un chocolate con churros en la alameda del Espolón.