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Esta es una escapada idónea si lo que necesitan es descansar. Vivir bien. Tener atardeceres infinitos. Pasear en bicicleta. Mirar el horizonte. Conocer dos islas. O comer ostras con champán. Todo eso y mucho más pueden hacerlo a cuatro horas de casa, en el departamento de Charente-Marítimo, en el noroeste de Francia, el país donde cultivan como pocos el 'art de vivre'. Como de eso nos dimos cuenta hace muchos años, pues cruzamos la frontera cada pocos meses. Cuando el cuerpo nos pide lo contrario a la marcha. El sosiego. Sosiego atlántico.
La localidad ideal para plantar el campamento base es La Rochelle. La capital del departamento está cerca de todo y cuenta con todos los servicios para que se entretengan al final o al comienzo de la jornada. Es una ciudad bella y generosa que combina la conservación de un patrimonio natural y arquitectónico excepcional con un desarrollo innovador, racional y armonioso de su territorio. Además, es una delicia pasear por su casco histórico, cruzar la Puerta del Reloj y recorrer el puerto viejo de punta a punta. Sus casas antiguas con entramados de madera y pizarra se entremezclan con palacios de piedra de estilo renacentista a través de elegantes calles cubiertas con arquerías y soportales.
Las torres de las Cadenas, San Nicolás y la de la Linterna, ahora tan tranquilas, antaño tan ajetreadas en la Guerra de los Cien Años, les llamarán la atención. Su encuadre crea una postal de bella factura. Son las torres defensivas de La Rochelle. Las que ven ahí arriba. Y al cruzarlas descubrirán una avenida repleta de restaurantes y cafeterías donde hacer un tentempié. Aunque el lugar ideal para el atardecer es la calle Quai Duperré. Les costará encontrar mesas libres...
Para las excursiones de día tienen dos islas cerca, una más que otra. La isla de Ré es la más famosa, frecuentada por muchísima gente en verano, incluso por la jet set que tiende a perseguir lugares exclusivos, alejados de la marabunta y el ruido. No saben nada...
A la isla se cruza a través de un puente de peaje (16 u 8 euros, según la época) y se puede visitar en una jornada. Los imperdibles los resumiría en cuatro: las localidades de La Flotte, Saint Martín de Ré y Ars en Ré y el faro de las ballenas, situado en el rincón occidental. Es, desde luego, una isla maravillosa, con 30 kilómetros de largo y 5 de ancho, muy coqueta, con playas paradisiacas, ideal para disfrutar de la naturaleza y los paseos en bicicleta. De hecho, hacía mucho tiempo que no veíamos a tanta gente en bici, aunque el clima ayuda. No en vano, la zona cuenta con tantos días de luz al año como la Costa Azul.
Y cada pueblo es una perla: pequeñas calles bordeadas de malvarrosas, restaurantes junto al mar, mercados frescos y coloridos donde comprar ostras, pescado y otros productos locales... Casas blancas y bajas, persianas en tonos verde, azul o gris, techos de teja roja y calles estrechas... Todo esto es lo que encontrarán en estos pueblos que en apariencia parecen iguales, pero son muy diferentes.
Tanto La Flotte como Ars en Ré están en la lista de los pueblos más bonitos de Francia. Los dos aúnan tranquilidad, aunque La Flotte suma un puerto más coqueto. Una especie de Honfleur en miniatura. Un lugar donde se respira ese aire de relajada felicidad y civismo que hace que adoremos Francia.
Y Saint Martín es la capital, más grande, más cosmopolita. Con más gente, con más boutiques, más restaurantes, más opciones. Es Patrimonio de la Humanidad y cuenta con una ciudadela de Vauban y una iglesia que merece la pena visitar.
Otro día pueden conocer la otra isla, la de Oleron, la segunda más grande de Francia tras Córcega, junto con Brouage, cuya visita es ideal para los amantes del patrimonio. Poco queda ya de su pasado como puerto de sal, aunque este pueblecito amurallado conserva su antigua fortaleza en buen estado. Se trata de una ciudad fortificada que guarda en su interior toda una serie de edificios notables que hablan de un pasado glorioso.
El puerto de Brouage es uno de los más bellos de toda Francia. El canal que lo rodea le otorga un carácter militar y defensivo de primer orden. Un sitio estratégico de control del preciado oro blanco: la sal. Un recurso que procede de las marismas que rodean a Brouage y que ha sido codiciado durante siglos. Pero luego llegaron otras épocas y Brouage se fue durmiendo... Hoy en día vive con multitud de galerías de arte, tiendas de gastronomía, turistas que no paran de revolotear y los gatos. Los sempiternos gatos de los pueblos franceses.
A muy poca distancia, a poco más de media hora, estarán fuera del continente. Otra vez en una isla. En la de Oleron. Aquí no hay peaje para utilizar el puente y tendrán la sensación de que no hay tanta gente. Hay más playas y senderos que ocupar. En Chateau d'Oleron, la primera parada a mano derecha, podrán contemplar otra ciudadela y un mirador desde donde divisar el inmenso mar. Más cerca, si hay marea baja, verán a recolectores de ostras y mejillones, que se consumen como si no hubiera un mañana. Si son aficionados a estos moluscos, están en el paraíso. Son buenos y baratos.
Además, este pintoresco enclave destaca por su barrio pesquero jalonado de pequeñas casas de colores. Unas imágenes que nos recordaron, salvando las distancias, a Bergen y Noruega. En cualquier caso, un buen lugar para darle a la manduca.
Les dejo para el final otra breve excursión que pueden realizar para media jornada. Se trata de Rochefort, donde está amarrado desde el pasado 17 de julio la fragata L'Hermione, la gran estrella del Festival Marítimo de Pasaia. Se ubica en el arsenal marítimo y se puede realizar una visita guiada para conocer sus secretos.
Y como para el día de vuelta nos suele gustar alguna perla, pueden desviarse al estuario de la Gironde, donde se ubica una aldea que tiene una iglesia románica junto al agua: Talmont-sur-Gironde. Es un placer recorrer sus callejuelas que tienen como fondo el mar. Otro pueblo típicamente francés. Donde se respira salitre y calma. Otra vez el sosiego. El sosiego atlántico.
Cómo llegar: A La Rochelle se tarda cuatro horas desde Donostia vía Burdeos-Saintes-Rochefort.
Cuándo ir: Cualquier época del año, aunque el verano está atestado de gente.
Un hotel: Novotel La Rochelle Centre (La Rochelle, Avenue Porte Neuve), hotel clásico de la cadena, un tanto apartado del centro pero moderno, amplio y con piscina. Parking gratuito.
Dos restaurantes: Le Serghi(15, quai Georges Clemenceau, Saint Martin de Ré), para comer pescado. La Courtine (5, avenue du Port, Chateau d'Oléron). Para comer marisco. No se pierdan las ostras.
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