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Impresionantes vistas desde el mirador Cabo Girao. P.R.
Madeira, el paraíso verde
Viajes

Madeira, el paraíso verde

La isla ofrece de norte a sur impresionantes paisajes naturales de exhuberante vegetación, además de una rica gastronomía

Domingo, 30 de marzo 2025, 11:33

El estómago se encoge minutos antes de que el avión tome tierra en el aeropuerto de Funchal, situado al este de la isla de Madeira. Es conocido por su peligrosidad, dada la orografía del terreno, los vientos cambiantes y la proximidad al mar, que obligan a realizar espectaculares maniobras de aterrizaje, según los vídeos que proliferan en internet. Sin embargo, la pericia del comandante resuelve la difícil operación sin apenas darnos cuenta. «Los pilotos están entrenados para aterrizar aquí», tranquiliza el pasajero de al lado, un portugués de visita en la isla. El cielo está despejado y el termómetro marca 15 grados.

Lo primero que sorprende cuando uno pone un pie en Madeira es su color. Un mosaico de verdes y flores multicolores compone un paisaje paradisiaco, casi virgen, que mezcla lo mediterráneo con lo tropical y que le han convertido en 'Mejor destino insular del mundo' hasta en nueve ocasiones. Lo primero que hacemos es situarnos en el mapa: esta isla portuguesa -el archipiélago está formado además por la isla de Porto Santo y las islas Desiertas y Salvajes ( estas últimas inhabitadas)- se encuentra a 1.000 km del continente europeo, al suroeste de Lisboa, a 500 km de la costa occidental de África y a unos 450 km al norte de las islas Canarias. «Hay quien lo asemeja con Indonesia, Tailandia o los Andes», indica una de las guías que acompaña a un grupo por las calles de Funchal, la capital, donde vive el 50% de la población de Madeira. En la plaza de Colón, varias mesas reposan un té (esta infusión se lleva tomando siglos en la isla, mucho antes de que los británicos la conocieran ), acompañado de los típicos dulces madeirenses, como las broas o el bolo de mel, un bizcocho con sabor a miel de caña de azúcar.

El mercado dos Lavradores, en Funchal, en la entrada del casco antiguo.

Calle abajo, el bullicio de turistas y locales es constante el mercado dos Lavradores, donde los vendedores ofrecen todo tipo de verduras y frutas exóticas, como pitaya, maracuyá o chirimoya que dan un colorido espectacular al patio central. En la planta de abajo, los pescados: peixe espada preto, pargo capelo, peixe agulha... Al doblar la esquina se encuentra la calle más antigua de Funchal, la rua de Santa María. En esta vía, las puertas de comercios y viviendas están pintadas por artistas urbanos con motivos coloristas, clásicos y surrealistas que capturan cientos de turistas.

El tiempo en la isla es cambiante. Un microclima que obliga a ponerse el chubasquero. Al rato escampa y la isla muda a otra estación. El Jardín de Monte, situado en lo alto de una colina, ofrece unas vistas panorámicas espectaculares sobre la bahía de Funchal. Para los amantes de la vegetación, ofrece una enorme colección de especies exóticas. Otra opción para divisar la capital es subirse en teleférico. A varios metros del suelo, impresiona el paisaje selvático y afilados acantilados. Los cultivos de plátanos y aguacates y las viviendas, con sus característicos tejados naranjas, prácticamente 'cuelgan' de las laderas de las montañas. Es hora de regresar. Hay quienes deciden hacerlo en los trineos de mimbres que empujan los 'carreiros' calle abajo, una de las tradiciones más peculiares de la capital atlántica.

Vista del pueblo pesquero de Câmara de Lobos.

En la costa sur de la isla y tras atravesar en jeep una serpenteante carretera se encuentra Câmara de Lobos, un pueblo pesquero que conforman coloridas embarcaciones. Cuentan que en este lugar surgió la poncha, una bebida tradicional que se elabora con aguardiente de caña de azúcar, zumo de naranja, zumo de limón y miel, y que preparan al momento en el bar Filomena por 4 euros. Una de las imágenes más emblemáticas son las casas Santana, así como las vistas que ofrece el Mirador Cabo Girao, con 580 metros de altura -el más alto de Europa- y su famosa plataforma de cristal suspendida que crea la ilusión de caminar sobre el océano.

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